domingo, 9 de junio de 2024

Aluen (Cap 8. Pancracio Romero-Tercera parte)

 


Estanislao y Pedro se fueron como vinieron con la incertidumbre y la confusión. De nada les había servido hablar con esa mujer inestable y resentida que repetía que era pobre todo el tiempo como si los demás tuvieran la culpa.

‒¡Qué raro que haya dejado sus propiedades y se haya ido así!

‒Acaso, porque su única prioridad era robarle el niño a Aluen como venganza por el casamiento y porque ella nunca lo quiso. Recuerdas que te conté que le dijo que quería que viviera con él e intentó muchas veces llevarse a Pedrito para que se viera obligada a seguirlo.

‒¿Y quién se va a hacer cargo de él y de educarlo?

‒Nadie porque yo voy a encontrarlo aunque tenga que buscarlo en el fin del mundo. Se lo debo a Aluen, aunque ella ya no me quiera.

‒¿No te quiere?

‒Bueno… No sé. Creo… porque está muy distante. No desea acercamientos y tampoco ir a vivir a la casa que compré para formar una familia. Necesita permanecer en la iglesia con el padre Hilario.

‒Es que un hijo es todo para una madre. Lo digo por la mía ‒respondió nostálgico Estanislao‒. Ella era capaz de dejar la vida por mí. De esas madres que de tanto que te aman te ahogan con sus consejos, reclamos, cuidados y advertencias.

‒¡Qué suerte! Yo no conocí a la mía. Me hubiera gustado sentirme preso de ese amor tan abrigado.

‒Te puedo asegurar que a veces llegaba a molestar. Era muy absorbente, pero hay que reconocer que ese sentimiento sólo lo entienden las madres y sólo ellas.

‒Es cierto, nadie puede imaginar qué se siente cuando te han quitado parte de la entraña. Mañana iré a ver al herrero que vive enfrente de la casa de Leiva y si consigo algún dato, nombre o dirección, me voy para Buenos Aires. No puedo esperar más; si me quedo acá Aluen me hará reclamos y no tengo cara para enfrentarla. La pobre no tiene a nadie que la ayude.

‒Entiendo, hay que hacer todo lo posible para encontrar al niño.

Al otro día, Pedro Medina fue a ver al herrero que vivía a unos pasos de la casa de Leiva. Cuando lo vio llegar, se escondió detrás de un carro de verdulero, pero los perros lo delataron al acostarse a su lado moviendo la cola sin parar.

‒¡Necesito hablarle, amigo! ‒gritó Pedro.

‒Yo no quiero, no me gustan los soldados. ¿Por qué no se va?

‒Es importante, no tenga miedo. Necesito saber de Manuel Leiva, su vecino.

Cuando escuchó esas palabras que nada tenían que ver con él, se asomó despacio. Entre el humo sofocante, un chiquillo cocía elotes-mazorca de maíz-atizando las brasas con hojas de libros y papeles amarillos.

El herrero era un hombre obeso, de bigotes retorcidos y ojos azules misteriosos que se perdían como buscando algo impreciso.

‒¿Qué hay? ‒dijo con desgano.

‒Necesito saber dónde está su vecino Leiva.

‒¿Y dónde va a estar? En la casa. No ve cómo humea la chimenea.

‒Si no hace tanto frío.

‒Ah… no sé.

‒Me dijeron que se fue para Buenos Aires. ¿Puede ser?

‒Él suele ir porque tiene negocios. Yo mucho no sé, no me comprometa. Capaz que está ahí dentro y usted me está queriendo sacar información para tenderle una trampa. Yo no soy traidor, sabe.

‒¿Por qué no me dice algún nombre o dirección de esas personas que negocian con él en Buenos Aires? ¿Necesito enviarles unos recados? Mire si un soldado como yo lo va a traicionar. Todo queda entre nosotros.

El herrero entró a la casa y trajo anotado en un papel arrugado unos nombres.

‒Acá le dejo. Usted me gusta mi general. Sus modales son de confiar, pero no me nombre.

‒No puedo hacerlo porque no sé su identidad.

‒Pancracio Romero ‒dijo sin pensar.

‒Ah… Bueno. Gracias. Adiós.

‒Y así nomás se va a ir. Me extraña de un general como usted.

Pedro le arrojó unas monedas y se fue, pero antes pasó por la casa de Leiva y golpeó las manos. Una mujer con una niña en brazos se asomó y abrió despacito la puerta, dejando ver los montones de libros que había desparramados en la alfombra, mesas y sillas, los espejos descolgados y los marcos de estampas y retratos.

‒Manuel Leiva ¿se encuentra?

‒Se fue a Buenos Aires.

‒¿Y este humo? ‒agregó Pedro asombrado.

‒¡Qué le importa!

‒Digo… me parece raro. Además, acá falta oxígeno. Le va a hacer mal a la niña.

‒Estoy quemando estos trastos por orden del dueño. No se meta donde no lo llamaron.

Pedro se fue con la convicción de que esa mujer estaba loca o que ocultaba algo. Seguía sin saber qué rumbo tomar ante tanto desconcierto. Evidentemente, Leiva no estaba viviendo allí y sus hijas tampoco. Era como si se lo hubiera tragado la tierra.

“Qué mujer bruta”, pensó.

El problema no era ése sino el paradero de su patrón y su forma despiadada de castigar a Aluen desde tiempos remotos.

‒¡La gente rica es una mierda! ‒gritó la otra vecina pegada a la mirilla de la puerta y con demasiado odio en sus vísceras. ¿Por qué lo atacaba así? Él no era una persona adinerada, en cambio Leiva sí. Tal vez, por eso. Demasiados enigmas para descifrar cuando el tiempo se escapaba mostrando su verdadero misterio: el de las horas silentes.


Pedro pensó que la única alternativa que tenía era viajar a Buenos Aires y tratar de localizar los nombres que le había dado el herrero Pancracio Romero. No estaba seguro si eran falsos o no, pero no existía otro camino. Debía hacer algo por el amor de su vida para no caer en el desprecio eterno y terminar sus días en soledad. Amaba a Aluen y a Pedrito, eran su familia.

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ALUEN (Novela plagiada en Amazon)
_____La Patagonia rebelde, Los indios tehuelches, El sur argentino, Los inmigrantes galeses, María La Grande, El indio pluma roja, Carmen de Patagones.

Hasta acá llego, por el momento, con mis capítulos de Aluen, Amazon no permite más. Si les interesa la historia, que me encantó escribir, la pueden encontrar en ebook, en tapa blanda y ahora también en tapa dura. Gracias por acompañarme en esta aventura apasionante y en esta recorrida por la historia de todos los tiempos, tomada siempre con objetividad, como realmente fueron los hechos, y con mi ficción que suma a toda esa verdad que es parte de nosotros.
Espero que algún día quienes me la robaron me la devuelvan o la borren de la plataforma de Amazon.

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