Las ansias de lejanía elevan su concierto en comunión con la templanza, que se desangra como una triste lágrima sobre los destellos de la soledad del alma.
Calla el viento. Se estreme el mar con el oleaje. Es un sórdido lamento, el grito de la borrasca: vano, cautivo... como la trama de su herida.
De la guerra se huye como quien busca su lejano nido, mientras el gris anochece en esa soledad sin velas ni timón, sin puerto.
Para Emilio Torres comienza un largo viaje. Ve la indiferencia en la cruz de otras miradas... Es tiempo de hablar de la esperanza.
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