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Puerto soledad (Primer combate. Ixtab. 1era parte)

 


IXTAB*

Para Emilio no existía algo suficientemente eficaz para hacerlo feliz a pesar de los esfuerzos que hacía para resistir la fuerza arremetedora de la melancolía. Con un libro en las manos, casi extraviado en el cuarto con su entorno en medio del tumulto de ropas y objetos, se puso a observar el patio con el estado de ánimo de un condenado que espera un golpe de suerte que lo libere del martirio; comprendía el olvido en sus días de anciano pero no podía resignarse para siempre porque tenía la convicción de que lo esperaba una oportunidad para salir de esa mendicidad de afecto.

Pedro Ramos, que hacía tiempo vivía en el hospedaje, podaba los rosales y arreglaba los maceteros que habían quedado inundados tras la borrasca. Él estudiaba la carrera de ingeniero agrónomo y le gustaba realizar esas tareas sin cobrar un peso, sólo por amor a su oficio. Emilio lo llamó. Pedro, un joven de gran corazón y siempre abierto al diálogo, sabía demostrar cariño por haber sido, tal vez, un niño muy querido por su familia.

El reloj sonó con una campanada cuando Pedro entró a la habitación con el pantalón y las zapatillas sucias. Ellos eran amigos por eso todo resultaba incuestionable. Emilio se aferró a él como si fuera su hermano porque sabía que no lo iba a traicionar y obtuvo la respuesta a esa catarsis purificadora que lo liberó un poco del terror; pensó también en la mujer que dejaba rastros y pruebas en su memoria. Emilio no tenía dinero para contratar una empleada, pero por las exigencias se sentía más vulnerable. Nadie lo ayudaba a sobrellevar la realidad con sus riesgos públicos en los espacios sociales, por eso se ocultaba de la gente. Entre las cuatro paredes se sentía menos solo.

Ambos se quedaron un rato callados mientras tomaban un café frente al ventanal que mostraba la otra oscuridad de la vida: el desamparo.

‒Necesito una persona que se ocupe de mí y que me ayude con mis necesidades más básicas. Quisiera que tú, que conoces mucha gente, me recomiendes a alguien. Con mis tíos no puedo contar, lo sabes bien.

‒Sí, amigo, veré lo que puedo hacer. No te preocupes, siempre hay personas que se ocupan de esos trabajos aunque suelen cobrar mucho.

Emilio se quedó pensativo, sabía lo que Pedro había tratado de decirle. Él a veces, inconscientemente negaba la realidad.

Más tarde, Pedro se fue a la facultad y Emilio, en su lecho de carcelero, comenzó a fantasear con la apariencia de la asistente que necesitaba para seguir adelante pero que nunca iba a poder pagar. Aparecieron señales de sensualidad y fascinación en un mapa clásico y perfecto.


Bécquer así lo hizo en la leyenda del Rayo de Luna:

El poeta Manrique buscaba a la mujer ideal y creyó verla en la blancura de la orla de un traje, en medio de la oscuridad de la noche, en Soria. Se lanzó en su seguimiento pero ella desapareció. Durante dos meses fueron vanos los esfuerzos. Sin embargo, al regresar una noche al mismo lugar de la primera visión, ésta se repitió en un rayo de luna que penetraba entre los árboles. Eso lo llevó a creer que el amor y la gloria eran mentiras y fantasmas.

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*Ixtab, también llamada Xtab o Ix Tab, "la de la cuerda", es la diosa del suicidio, y esposa del dios de la muerte, Chamer o Ah Puch, en la mitología maya. Ixtab es el nombre maya de una mujer mitológica, según constata el Códice de Dresde.

También era la divinidad de la horca

Se le relacionaba con la vida futura en el paraíso y los suicidas por ahorcamiento

 recibían su protección. 

En la tradición maya, se consideraba el suicidio como una manera extremadamente honorable de morir, a un nivel similar al de las víctimas humanas de sacrificios

guerreros caídos en batalla o mujeres muertas en el parto.

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