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Salud y serenidad. ¡Feliz 2021!

 




Abrazar la luz en el horizonte con el ancestral deseo de revivir el muelle lejano, las caricias, el desarraigo...
No podía detener las horas. Había que caminar esas nuevas tierras con apasionada sobriedad para sembrar afectos tras el surco. 
Lo único valioso de la vida.


--LA ABUELA FRANCESA



Hasta acá he llegado con mi recorrido por la vivencias, sus recuerdos, la lucha diaria, el desarraigo, la grandeza... que mi bisabuela me entregó como legado y enseñanza en su viaje maravilloso a la Argentina.

Me dejó nada más y nada menos que LA VIDA.

Enero será un nuevo desafío, empezaré a caminar los pasos de otra de mis novelas.

Gracias por acompañarme en este año tan difícil para todos. Si alguien descargó o compró algunas de mis novelas por este medio se los agradezco profundamente. Me da mucha ilusión.

FELIZ 2021!
SALUD Y SERENIDAD.

La abuela francesa en busca del amor

 



Frente al portón de la entrada Melanie tembló… Le pareció sentir el hielo de la muerte en la figura de François que la recibía como antes, cuando en el pasado feliz no existía el adiós. Eran los primeros días de abril y los pájaros comenzaban a cantar entre los cardos frente a ese cielo, en una tarde plena. ¡Cuántos recuerdos!. La chaqueta azul y el sombrero de copa alta con felpa de seda, el farolito escandinavo de vidrios traslúcidos o las tinajas de porcelana de la abuela Francisca, un perro grande y otro pequeño, los dibujos separados de la copia de Van Gogh.
Los libros, las lágrimas y las nostalgias  del ayer permanecían en su sitio. El caballo Juancho se había comido las últimas florecitas que vivían entre las zarzas frente a las risas, en un tiempo lacónico donde los seres queridos morían sin darse cuenta.
El reloj del comedor sonó con un ritmo de hierro sobre el yunque. Melanie se miró en el espejo y vio su cara algo envejecida y fatigada; parecía una sacerdotisa destinada al sacrificio. (fragmento)
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Mi querida bisabuela en el Nº7 de Amazon España.
Gracias por seguir acompañándome.

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LOS INMIGRANTES
LA LUCHA FEMENINA
EL AMOR

Ellos soñaban con un territorio lejano, próspero y contaban de él mil relatos fantásticos. Camaradas de ese mar, desafiaron las leyes tras recibir algún mensaje divino y pudieron vencer los obstáculos. Aquella mujer, una indomable guerrera de la vida, se instaló en la vivienda con una parcela de ochenta hectáreas que las compañías inglesas les entregaban junto con los víveres y arados, además de los bueyes y manceras, ya que debían pagar ese terreno con su faena.


Construyó fosas e hizo guardia de noche para defenderse de los ataques, al mismo tiempo cavó pozos y colocó cadenas que anunciaban la llegada de los nativos. La joven se casó con su primer esposo y tuvo seis hijos y cuando él murió, ella continuó con los animales y los sembrados que atestiguaban toda la abnegación de una dama solitaria en pie de guerra. Pagó sus tierras, compró más hectáreas y edificó una fábrica de queso con numerosos empleados; la producción era vendida después en la población vecina. Tiempo más tarde conoció a François que venía de los combates de Europa y le dio trabajo en su establecimiento.

Melanie fue una de las primeras fundadoras del pueblo, donó dinero para la construcción del templo y para los bancos de la Basílica “Nuestra Señora del Pilar” que llevaban su nombre en letras doradas y que actualmente se encuentran en la capilla del Colegio Católico “Niño Jesús de Praga”. Melanie y François se casaron y tuvieron tres hijos, pero al tiempo el francés murió con su opulento título de militar y su afán desmedido de contienda.

Ella, viuda dos veces, dio examen frente al Ser Supremo y partió en busca de la dicha perdida. Comenzó a viajar constantemente a Francia ya que amaba la tierra de Colette, aquella viejecita de nívea mirada, madre de François. Con los años acrecentó su capital y se convirtió en una mujer de carácter que fue un ejemplo de lucha para las generaciones futuras. Melanie, en la estancia, era una hacendada orgullosa de su patrimonio que había logrado ella sola con la furia de su genio, duro y varonil. Tuvo alegrías que compartió bajo la higuera donde se reunía con sus nietos que le decían Gra-Mamá. Sintió el cariño y la nostalgia, el desarraigo y la grandeza como vivencias auténticas; dio vida a otros con sus mismos ojos y con su valentía: seres libres en busca de legados, caballeros irrepetibles y campesinos buenos.

La abuela francesa (Melanie y Rodolfo-1era parte)

 

MELANIE Y RODOLFO

-1875-

 

 

Antes de ser asesinado en 1870 frente a su esposa e hijos por una banda armada que penetró  en el palacio, Urquiza trajo, desde la presidencia de la Confederación Argentina, a extranjeros eminentes de la ciencia que colaboraron con la obra civilizadora. Estos maestros realizaron publicaciones sobre las costumbres, oportunidades, progreso y forma de vivir de los ciudadanos para que el país fuera conocido en Europa por sus grandes posibilidades de crecimiento.

A partir de la segunda mitad del siglo XlX, los gobiernos que se sucedieron en Buenos Aires trataron de afianzar el porvenir nacional basándolo en la explotación agropecuaria. Esa orientación estaba fundamentada en el sentido de la orientación argentina dentro de los planes de la economía familiar trazados por algunas naciones de Europa, planes en los cuales se le había asignado al país el papel de productor de trigo y de carne vacuna.

Próximo a terminar el período de Domingo F. Sarmiento, se realizaron elecciones en las que resultó triunfadora la fórmula del Dr. Nicolás Avellaneda.

Año l875. Algunos hijos de Francisca y Juan José se habían casado…

El desaliento inicial se veía reemplazado por la determinación colectiva de lograr mayores ganancias para llegar a una posición económica que les diera un lugar y un nombre. Eso ya se notaba. La autoridad que les daba el apellido comenzó a abrir la puerta a un futuro promisorio y poco a poco ese destino ayudado por los esfuerzos, la lucha cotidiana y hasta el sacrificio de la pobreza los convirtieron en dueños de una pequeña potencia.

 

 


 

Melanie conoció a un hacendado joven, hijo de inmigrantes, llamado Rodolfo Chabot que la sedujo con sus aires de noble. Venía de una familia de abolengo que vivía a unos kilómetros de allí; refinado y elegante decretaba sus propias ordenanzas exaltadas por el honor de la familia, que despertaba el comentario de varias poblaciones que constituían el territorio, una comarca demasiado exigente a la hora de hablar de matrimonio.

La muchacha cayó rendida ante los galanteos de ese caballero que la subyugó desde el primer momento cuando lo vio pasar con su coche de cuatro asientos y con cubierta plegable (carretela) por el costado del camino frente al portón. Ella observó, con disimulo, desde la laguna de patos, la adecuada postura y su conducta y supo entonces que ese sería el hombre de su vida. Los versos resultaron incompletos ante el sentimiento que crecía abrasador igual que una fogata de ansiedades no satisfechas. Melanie trataba de reprimir los impulsos salvajes pero Rodolfo la atraía como un imán a pesar de su casi pueril aspecto, aunque en realidad no era tan joven.

Los padres de ella no se opusieron al noviazgo porque estaban orgullosos del yerno al que consideraban un defensor de las causas justas, en una región demasiado expuesta a la barbarie. Él mostraba la templanza que le surgía desde sus ya avanzados treinta y cinco años, situación que no molestó a nadie. La diferencia de edad los unió más debido a la madurez de Melanie, una joven independiente.

El tiempo transcurría con un sopor vago de nieblas que inquietaba mucho al sexagenario Juan José Bourdet. Su hijo Armand ya le había dado tres nietos y se hallaba instalado en la finca con ellos. Melanie, después de cuatro años de noviazgo formal, estaba por contraer nupcias con Rodolfo.

El sosiego de esa atmósfera de criollos los acercaba a la fecha esperada con una interminable lista de cajas con ajuares, muebles, enseres, ropa, dinero y joyas.

Las horas arrastraban los eslabones de una cadena pronta a quebrarse por el cansancio de la espera. El día de la boda se aproximaba a paso lento, quizá demasiado rápido para doña Francisca.

Melanie y su madre fueron a Rosario para comprar el traje de novia.



La ciudad había crecido con ritmo: se habían levantado edificios, había mejorado la iluminación de gas; se habían abierto tiendas, zapaterías y otros negocios como industrias entre las que se destacaban los molinos harineros, las fábricas de cerveza y los saladeros.

Un educador español, Enrique Corona Martínez, recibió de herencia los útiles del ex colegio Santa Rosa y entonces fundó un nuevo instituto que brindó estudios secundarios, nocturnos para trabajadores y aulas de jurisprudencia.

Los lugares habían cambiado mucho desde la última vez que Francisca estuvo allí entre el vocerío de la multitud, cuando llegó de sus tierras y la zona estaba invadida por la epidemia de cólera.





“La nostalgia, como siempre, había borrado los malos recuerdos y magnificado los buenos.” (Gabriel G. Márquez)



Por las noches, al acostarse, Melanie pensaba mucho en la vida y aparecían en su memoria fragmentos del pasado que le traían nostalgia. La diversidad de secuencias la remontaba a Suiza, allá en el valle, junto con sus hermanos. Aquella taza de leche al regresar de la escuela, el miedo a los caballos alazanes de pelo rojizo o canela y las caminatas con la leña para el hogar al lado de su papá Juan José. Había tanto que añorar que resultaba imposible resumirlo en los sueños. Recordó a su abuela Victoria Dunoyer que le contaba historias de Napoleón y de su gran amor Desirée, una mujer extremadamente femenina, fatal y misteriosa envuelta en una armonía de fragancias: iris azul, rosa de mayo, jazmín de Grasse, ámbar gris. El joven militar Napoleón jugaba con el nombre de ella, la llamaba “Desirée, la deseada”.

Luego el viaje a América, un lugar para vivir sin grandes aprensiones pero tan diferente a Europa; los comienzos y la lucha contra los aborígenes. Sólo había algo que borraba los vestigios de tristeza: las novelas, la escritura y el amor por los animales.

La abuela francesa, de Luján Fraix

Patria

 


La corriente sonora de la palabra suena a violines y a nebulosas de tinta; obedece a los sueños de azúcar en las hondas raíces de la tierra. Es la esperanza del hombre que busca un sitio donde plantar el sol que lleva dentro. No importa su geografía, la pasión arremete con su milenario rostro para buscar certezas que suman y pueblan... con vigilias y silencio de capilla.

Lo importante es la cosecha futura. No migajas ni cortezas, entera. A la orilla de la senda está la bandera que dobla esquinas, siglos, sabe de reclamos, de fortaleza... ES PATRIA.     La abuela francesa--Luján Fraix


Un retrato de la Argentina a través de las décadas.

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LOS INMIGRANTES
LA LUCHA FEMENINA
EL AMOR

Ellos soñaban con un territorio lejano, próspero y contaban de él mil relatos fantásticos. Camaradas de ese mar, desafiaron las leyes tras recibir algún mensaje divino y pudieron vencer los obstáculos. Aquella mujer, una indomable guerrera de la vida, se instaló en la vivienda con una parcela de ochenta hectáreas que las compañías inglesas les entregaban junto con los víveres y arados, además de los bueyes y manceras, ya que debían pagar ese terreno con su faena.

Construyó fosas e hizo guardia de noche para defenderse de los ataques, al mismo tiempo cavó pozos y colocó cadenas que anunciaban la llegada de los nativos. La joven se casó con su primer esposo y tuvo seis hijos y cuando él murió, ella continuó con los animales y los sembrados que atestiguaban toda la abnegación de una dama solitaria en pie de guerra. Pagó sus tierras, compró más hectáreas y edificó una fábrica de queso con numerosos empleados; la producción era vendida después en la población vecina. Tiempo más tarde conoció a François que venía de los combates de Europa y le dio trabajo en su establecimiento.

Melanie fue una de las primeras fundadoras del pueblo, donó dinero para la construcción del templo y para los bancos de la Basílica “Nuestra Señora del Pilar” que llevaban su nombre en letras doradas y que actualmente se encuentran en la capilla del Colegio Católico “Niño Jesús de Praga”. Melanie y François se casaron y tuvieron tres hijos, pero al tiempo el francés murió con su opulento título de militar y su afán desmedido de contienda.

Ella, viuda dos veces, dio examen frente al Ser Supremo y partió en busca de la dicha perdida. Comenzó a viajar constantemente a Francia ya que amaba la tierra de Colette, aquella viejecita de nívea mirada, madre de François. Con los años acrecentó su capital y se convirtió en una mujer de carácter que fue un ejemplo de lucha para las generaciones futuras. Melanie, en la estancia, era una hacendada orgullosa de su patrimonio que había logrado ella sola con la furia de su genio, duro y varonil. Tuvo alegrías que compartió bajo la higuera donde se reunía con sus nietos que le decían Gra-Mamá. Sintió el cariño y la nostalgia, el desarraigo y la grandeza como vivencias auténticas; dio vida a otros con sus mismos ojos y con su valentía: seres libres en busca de legados, caballeros irrepetibles y campesinos buenos.

Los gatos del campanario (8va parte)

 




Salvador sintió que se le aflojaban las piernas y que todo lo que había pensado y hecho durante esos meses era el colmo de la desproporción y del ridículo. Pensó en reunir a toda la familia para comunicarles lo sucedido pues la situación lo superaba. Él era un hombre fuerte pero su energía comenzaba a decaer por aquellas inexplicables secuencias de película.

Se quedó un momento sin hablar, mirando el piso, y luego dijo:
-¿Usted recuerda el arma que encontró debajo de la almohada de Roberto el otro día ?
-Sí, señor-contestó la mucama mirando el piso.

Mientras volvía a la sala, profundamente deprimido, trataba de pensar con claridad. Su cerebro era un hervidero; cuando se ponía nervioso las ideas aparecían como vertiginosos insectos que querían devorarlo. Luego las iba gobernando como podía para no volverse loco del todo.
Esperó largas horas sentado en el living el regreso de Dolores y de Roberto. Su esfuerzo mental era extremo, pero necesitaba salir de la perplejidad. Escuchó risas que venían desde el pórtico.
“Ahora viene  lo peor”, pensó.

Dolores y Roberto llegaban juntos y felices. Desde siempre habían sido cómplices y amigos. Salvador era de esos hombres que pensaban que había que ser padres antes que otra cosa y poner los límites necesarios para llevar a los hijos por el buen camino.
-¿Era él el único desgraciado? Evidentemente, sobraba en esa casa-murmuró.
-Hola, marido-dijo Dolores con alegría-Se te ve preocupado como siempre. Relájate que la vida es linda.
-Necesito decirles algo-dijo Salvador en voz baja con temor a no ser escuchado como le pasaba siempre.

Ellos miraron aquel rostro duro, la ansiedad, el desconcierto, la necesidad de comunicación, aunque por momentos él parecía aflojarse. Su mirada colgaba de un abismo y eso a Dolores y a Roberto les daba gracia, se divertían con aquellas dramáticas palabras de Salvador.
Les pregunto a los dos directamente y sin preámbulos: 
-¿Dónde está mi revólver?
-¿Revólver?, si nunca tuviste uno.
-¡Sí, lo tengo y tú lo ocultaste debajo de la almohada!-le dijo con furia a Roberto.
-No, yo no sé nada. ¿Por qué inventas, quieres seguir agrediéndome? No te cansas de insultarme y de subestimarme.
-Ay, marido, tómate un tranquilizante.

            Salvador, desesperado, y antes de que ellos se marcharan a sus habitaciones llamó a la mucama porque ella era la única testigo, en aquel momento, de la escena dantesca. 


Del Recuerdo... La novia

 





Gracias Maite Lorenzo (España)
Ella compró mi libro LA NOVIA junto al de Viviana Rivero (prestigiosa escritora argentina de novela histórico-romántica)

Esos gestos jamás se olvidan y la foto forma parte de mi álbum. Son tan importantes para un autor estos detalles, yo los valoro mucho.

La novia. ¿Ella regresó por amor?

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Luego me dejó este comentario en amazon España

Revisado en España el 27 de marzo de 2018
En la vida nos encontramos hechos que son inexplicables, pero tienen una razón de ser.
El protagonista de la novela se mueve en una ambivalencia que le atormenta, y es porque vive entre
personajes con valores muy dispares. Y él es consciente de lo bueno y lo malo que le rodea.
Muy bien narrada; la autora maneja con maestría la descripción de los personajes.
Leeré más escritos por Luján

Personajes de novela: Mía Ferrer

 

MÍA FERRER

La hija mujer de Salvador y de Dolores.

De chica, muy dulce y compañera con su padre aunque de vez en cuando mostraba caprichos de "niña bien".

Cuando falleció Salvador, quien solía ponerle límites, comenzó una vida sin gobierno siguiendo la inevitable influencia de su madre: una mujer frívola y calculadora.

No conoció el amor, sí la desprotección y la ausencia.
Equivocó el camino muchas veces porque nunca tuvo un ejemplo a seguir...

Al final, cuando ya parecía que había hallado la paz para su alma, tuvo que pagar un precio demasiado alto por haber sido demasiado displicente.
Alguien se encargó de cobrar esa deuda.

De------LA TRAMA DEL ADIÓS

Libro publicado anteriormente con el título: LA NOVIA ¿Ella regresó por amor? de la autora LUJÁN FRAIX.


REALISMO MÁGICO DE LA LITERATURA HISPANOAMERICANA.

"HAY DOLORES QUE SE EXPRESAN CALLANDO"
E.GALEANO

Salvador Ferrer se sentía agobiado por una familia demandante que reclamaba a toda hora dinero, salidas, viajes. Se había casado con una mujer que no amaba.Él era un hombre que le gustaba vivir bien pero creía que en su alma se libraban demasiadas batallas. Se llevaba mal con toda su familia: Dolores, su esposa, era fría y calculadora; su hijo mayor Roberto tenía problemas con las adicciones, Mía era rebelde. El único que calmaba sus ansiedades y temores era Guillermo, el más pequeño.

Salvador percibía que todo lo que había construido se desbarrancaba; hubiera querido huir de ellos para siempre pero algo lo retenía: los sentimientos, su formalidad y algunos códigos de vida que conservaba fiel a sí mismo. Era agotador para él sentir que la mayoría de las cosas se le iban de las manos y que había formado una familia con una mujer equivocada: un ser sin principios, sin moral ni ética.

Un día, Salvador Ferrer apareció muerto. Dicen... que se quiso suicidar. Su esposa y su hijo mayor trataron de ocultar el hecho y entonces comenzó para ellos la verdadera tortura existencial. Un camino impredecible de misterios, reproches, intrigas y reclamos, como si alguien quisiera cobrar alguna deuda antigua. Todos, de a poco, fueron pagando por esa muerte injusta.

¿Quién mató a Salvador Ferrer? ¿Su esposa, su hijo...?

“Un buen arrepentimiento es la mejor medicina que tienen las enfermedades del alma.” Miguel de Cervantes

 


"El peor arrepentimiento no es por las cosas equivocadas
que hicimos,
sino por las cosas correctas
que hicimos por las personas equivocadas".

N.C





El Arrepentimiento...

Cuando hacemos un balance de nuestra historia sentimos vagamente un dejo de tristeza por aquellas cosas que, tal vez, hubieran cambiado el sendero de la vida. Y aparece la culpa como principio en ese intrincado laberinto de secuencias.

Me arrepiento de haber dejado pasar los años, de no haber luchado más... Todo parece gris a la distancia cuando recorremos las horas tratando de volver sobre aquellos pasos. Y es inútil, el tiempo te empuja para dejarte sus huellas en la memoria y decirte que eres humano y que te equivocas.


Me arrepiento de no haber hablado más con MI MADRE, de dejar que mi padre se fuera sin un abrazo, aunque confieso que muchas veces intenté un acercamiento. Él no me dejaba traspasar aquella su dura coraza porque así le habían enseñado a querer.

No me arrepiento de haber dado lo mejor de mí postergando mi sueños; hoy lo volvería a hacer porque la dicha de dar no se compara con nada, aunque nos deje huérfanos. Dar sin esperar a veces se transforma sin pensarlo en una espera constante de una caricia, de un abrazo, de un te quiero... que no llega.

No me arrepiento de haber confiado, de haber querido y que no me quieran, de haber luchado por los ideales... De haber  estudiado tanto... de escribir sin ser leído.

Me arrepiento de la melancolía que siento cuando llueve y descubro que la finitud de la vida me dice que tengo que apurar los pasos porque el mañana es HOY,

pero hoy sólo me sostiene
el pasado.



Luján Fraix


Les he presentado mi novela Querida Rosaura. ¿Cuánto dura el amor? LA ETERNIDAD.

Una historia sensible, la vida de una mujer que todo lo dio para que otros fueran felices.

Gracias por acompañarme en el recorrido por mis novelas. Ya saben que si las quieren adquirir o descargar gratis cuando las entrego a disposición de la gente (todas las semanas en amazon) lo pueden hacer por ese medio o por AUTORES EDITORES.

(MIRAR EN EL LATERAL IZQUIERDO)

CARIÑOS


"Siempre gana quien sabe amar" (Hermann Hesse)

 


En el campo se libraban demasiadas batallas y cada uno era artífice y víctima de los acontecimientos vividos.

Se necesitaba coraje para aprender las lecciones cuando el amor parecía diluirse como el viento entre carros de abuelos y la lucha diaria. Rosaura no tenía apuro, sabía que tenía que quedarse al lado de su madre hasta el fin de sus días.

Así eran leyes por esos años, así eran los sentimientos de Magdalena: posesivos, egoístas, indiferentes...

Amaba pero no sabía cómo demostrarlo.


Siempre gana quien sabe amar. -Hermann Hesse


Querida Rosaura (Cap III tercera parte)



Seis meses después, los conjuros merodeaban el ámbito de esa chacra. Acechaba la envidia por aquellos años entre paisanos que si bien no tenían grandes riquezas poseían lo que no se logra con dinero: la dicha. Magdalena y Juan eran afortunados con sus limitaciones y sus logros, de hecho no eran ricos; sin embargo, los hechizos vagaban sin respiro por el circuito del cementerio, en las oscuridades de los matorrales y bajo la cuna de Santiago. Cuentan que se movía mucho la camita para que el niño llorara y se escuchaban pasos que alteraban el corazón en el piso de madera. Seguramente, algún chamán se sumergía en el sonido hipnótico de algún tambor.  Nadie podía creer en eso, ni en brujas ni en lechuzas que aleteaban como águilas entre el follaje ni en restos de huesos que se hacían polvo para espantar a los gualichos… Esos eran pensamientos de ignorantes, pero en la casa de ladrillos rojos con postigos en las ventanas ocurrían hechos extraños que, quizá, eran ocasionados por rivales de la comarca. Ellos se valían del poder del mal, del demonio y de otros espíritus para causar daño, adivinar y profetizar.  Bramaba el viento entre las hojas con descarnado lamento de lejanía; asolaba la tristeza que se volvía crónica, un quebranto entre los muros, la cárcel de alambre.


Magdalena deslizaba un rosario de nácar entre sus manos de alabastro; no lloraba porque era fuerte, pero sentía que esa atrocidad quería doblegarla por completo. Hacía conjeturas sobre presuntos adversarios pero consideraba una locura culpar a personas inocentes. Ninguna magia podía destruir el futuro.

Un día, recibió una carta y supo de quién se trataba y de dónde venía aquella supuesta maldición. Ya no tuvo dudas. La hostigaban por haber tenido hijos varones. Comenzó entonces el peregrinaje por manosantas que practicaban hechizos y hacían viajes místicos, hombres con rostros peligrosos, farsantes con velas coronadas de hiedra, galenos y sacerdotes. El niño con su piel de oliva aquietaba sus alas frente a los sonidos. Hubo alguien que logró expulsar la brujería. ¡Qué absurdo! Santiago se murió por descuido de los facultativos. Esa condena sin culpa se transformó en pena perpetua. El nido dejó sus plumones esparcidos…


Algunos de ellos, frente a la impotencia de los familiares, decían que el niño había sufrido lo que se llamaba “muerte en la cuna”. La desaparición inexplicable y repentina de un bebé sano, por lo general de seis meses, que se produce cuando la respiración se interrumpe sin razón. Se cree que son factores de riesgo la temperatura de la habitación, la infección viral repentina, la ropa de cama muy caliente o la posición en que duerme el lactante.

El destino agitó sus alas en el verdadero caos. El pequeño se fue sin darse cuenta; ya no habría crucifijos, ristra de ajos, agua bendita detrás de las puertas porque la medicina había fracasado.

El vagabundo que merodeaba los senderos se fue despacio detrás del funeral con el cuerpo lleno de victoria y en el pajonal pudo hundir su risa de murciélago, aplacar la sed de venganza y delirar hasta volverse loco.

Nada conformaba a Magdalena; sentía que estaba perdiendo la capacidad de comprender y razonar porque su conducta le decía que no existía experiencia o aprendizaje ante los sentimientos humanos primarios: el instinto maternal. Ese amor vivía en el alma como razón del ser.


Era evidente, que esos hombres querían alterar sus principios y actitudes; intentaban buscar una respuesta a lo indescifrable porque las magias ya no existían y los conjuros eran sólo simulacros de locura y envidia que caían luego en la misma fuente. Como aquellas mujeres que practicaban sus actividades esotéricas en el siglo XVII; fueron ejecutadas muchísimas personas, en la mayoría ancianas, por el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en Nueva España.


Los padres y hermanos no tenían consuelo ante la pérdida de Santiago, pero estaban obligados a continuar y trazar sendas para los que vendrían, más tarde, a ocupar sus puestos. Los surcos imploraban la atención fecunda de esas manos en el fondo mismo de los cuartos. Nadie quería enfrentarse con la rutina porque se sentían egoístas. El niño germinaba en las corolas, en los retablos, entre las favas en busca del néctar, cuando las parleras charatas suspendían sus estridentes cantos que se convertían en susurros de inquietud.

Rosaura buscó abrigo en las estrellas con su paseo en triciclo por la vereda. Ahora sí tenía alguien que le pedía amor desde las alturas y que la estaría observando toda la vida. Levantó la vista hacia el astro más brillante que parecía titilar y dijo:

-Allá estás. Sabes, me siento sola sin ti. Como sé que me estás mirando te regalo este beso-extendió el brazo lo más que pudo hacia el cielo-. Las almas de los angelitos son más bellas; quisiera tener alas como las gaviotas.



Querida Rosaura (Cap III segunda parte)

 


Rosaura se subió a sus rodillas para sentir el abrigo de unos brazos en una casa que ahora, con la llegada del Santiago, se tornaba diferente porque había más bulla, menos silencio para hacer las tareas escolares y muchos pañales para lavar que parecían primates en la soga del patio. El cielo se abría inspirador para albergar la perfección del amor.

-Yo no voy a comer-dijo Juan José, pálido, con el ceño fruncido.

-Por qué, no le hagas la vida difícil a tu madre que ahora tiene más trabajo.

-Me siento enfermo. Me voy a la cama.

Juan José tenía fiebre y le dolía el estómago. Magdalena, inmersa en el caos, envió al tío Agustín en el sulky a buscar al doctor Santos. En el camino lo sorprendió la lluvia y pensó que ya no existirían pócimas para su resfrío. Los ruidos del pueblo se acercaban con olor a barro y a salsa de tomates con zanahorias ralladas. El médico se abrigó, tomó su paraguas y subió al sulky que parecía una calesa destruida por algún huracán. Por el camino arañando la borrasca, esos hombres parecían acallados por el espanto, jinetes que galopaban en busca del trueno, humildes estatuas de lodo…

“¡Qué vida!”, pensó con un gesto de hombre acostumbrado a los desafíos por su vocación de servicio.

En la casa, todos parecían estar en presencia de los deudos y frente a las ruinas de un funeral. Cuando el doctor Santos examinó a Juan José se dio cuenta de que tenía inflamación en los intestinos, producto de alguna comida que le produjo alergia o por algún acontecimiento que lo conmocionó tanto a tal punto de debilitarle las defensas. Le dio unos antibióticos que el tío Agustín compró cuando llevó de regreso al pueblo al médico que parecía un emú por su cabeza desnuda y mojada. El doctor era un amigo de la familia que se entregaba a su vocación con la humanidad de un gran profesional.

-Gracias por el sacrificio.

-Es mi deber. Le digo algo si me lo permite: cuiden a ese niño porque es muy sensible.

Seguramente, Juan José habría sentido celos por la llegada de Santiaguito. Él era muy retraído y el hecho de no poder manifestar sus sentimientos lo paralizaba, se guardaba todo para sí y luego estallaba con una enfermedad psicosomática. Magdalena no entendía nada de psicología y lo retó mucho:

-Tendrías que estar ayudando a tu madre en vez de imitar los actos de un bebé. ¡Será posible! Sola con todo.

Juan escuchó esos comentarios y volvió a esconderse en su caparazón. “Yo no existo para ella”, pensó.

¿Por qué Juan Waner no tomaba las riendas de su hogar? ¿Era una situación cómoda para él no asumir responsabilidades porque sabía que había otra persona más capacitada que podía enfrentarlas?

Lo cierto era que existía un pasado que estaba en primer plano y que se manifestaba como un impedimento poco sanador que removía situaciones disociadas. Todo era más fácil, pero él lo complicaba sin medir las consecuencias porque decía que así era su carácter. Era una manera de convencerse de que tenía una esposa que, por su omnipotencia, no quería ni necesitaba ayuda; sin embargo, el tío Agustín estaba allí para ofrecer sus servicios por casa y comida. El  tanguero, enredado en el tedio de los guapos, podía penar en algún arrabal pero jamás se negaba a ser solidario.



Al otro día Bernardo, el hermano de Juan, se acercó a la granja con su media docena de perros para ver a Santiago que, desde la cuna, le sonreía como si ese rostro le diera muchísima gracia. Con el aleteo de sus manos quería alcanzar el rostro que le hablaba como si fuera un niño tonto.

-¡Varón tenías que ser! ¡Al campo hay que llevarlo…!-gritaba Bernardo que era un poco rústico para demostrar los sentimientos.

Bernardo era soltero porque todavía no había encontrado alguna dama que tuviera dinero. Él era muy materialista y sólo le interesaban las candidatas con varias hectáreas de campo; seguramente, para que pudiera mantenerse sola porque Bernardo no gastaba un peso. En su altar de bolsas y cartones, guardaba el tesoro que iluminaba su camino con la porfía, la lucha desigual y la tranquilidad de tener los bolsillos llenos.

-¡Bah!-rezongaba. Parecía molestarle todo lo que lo rodeaba y siempre se hallaba disconforme.

-¡Cuándo te vas a casar, hombre! Eres medio “cantimple”-le dijo Juan.

-¡Bah!

-Es mejor estar acompañado en la vida, tener a alguien con quien compartir los momentos.

-Bueno, me voy…-dijo bruscamente y salió como disparado de la cocina templada. Iba quejándose y murmurando bajo la llovizna:

-Está chispeando…

La familia se reía de sus ocurrencias porque era un personaje algo grotesco que los divertía mucho. Bernardo tenía un gran corazón. Quería a Rosaura y a Juan José como si fueran sus hijos pero frente a ellos se mostraba hosco, rudo y sin sentimientos. Era un hombre implacable con la inquietud del aburrido y la ansiedad del que espera una utopía.



Madre, escribe...

 

Plaza Colón


MADRE, ESCRIBE…

                                             “Entre hechizos de gato
                                        y rejas
                                                    mi madre con su tejido
                                                                   escuchando mis cuentos…”





Hoy regreso a la infancia atardecida
a leer en la nostalgia que ilumina
tu dulce abrazo con lumbre cansina
y el tañido cual cítara dormida.


A la noche, una farola encendida
evoca ya tu palabra divina,
es piel  de mi alma, estrella matutina,
coraza de mi temor a la vida.


En tu ser mi vocación admirada
escucha la novena letanía
cuando tu amor es sombra inalcanzada.


¡Madre… iza de la tierra labrantía
la semilla de mi mano espigada
y habla con la letra de mi poesía!

L.Fraix



---------------------------En el año 2005 recibí de las autoridades del Museo de la Ciudad y del Intendente el premio Plaqueta por este poema dedicado a las madres. Fue muy emotivo para mí porque se cumplían dos años del fallecimiento de la mía. En su honor, coloqué la mismo galardón en el cementerio donde ella descansa. 
La Plaqueta se encuentra en la Plaza Colón de mi ciudad (Argentina).
Gracias a todos los que confiaron en mí, es uno de mis premios más queridos.

----------------------------------Así comienzo mi libro: Querida Rosaura. ¿Cuánto dura el amor?

La eternidad

Querida Rosaura (Cap III-primera parte)



III

 

Nació Santiago con un destino marcado. El niño parecía Moisés dentro de la cesta embetunada y frente a los peligros del Nilo. Juan sintió que la vida estaba delante de sus ojos y recobró la alegría que siempre le faltaba porque se abría un nuevo horizonte, un estímulo para continuar trabajando para la historia en esos campos repletos de añiles y de carromatos. Bajo la piel de ese hombre estaba latente el don de la bienaventuranza de los seres augustos y la comunión del amor frente a la caricia de pueblo.

Rememoró después, en el camino de regreso a casa, la emoción que sentía su padre frente a la tierra cuando hablaba de los trenes de carga, de las cremerías y de las fábricas de queso. Don Julio le contaba de los barcos que cargaban la cosecha de arroz y de lino frente a las huellas de los gauchos y al asombro de quienes escuchaban los relatos. A Juan esos recuerdos lo entristecían a punto de dejarlo inerte frente a la melancolía: ese disgusto por la existencia vacía. Quizá él no podía superar la muerte de su padre y se quedaba detenido en ese tiempo sin poder hacer frente a la rutina de los días, pero hoy su voz latía de una manera diferente. Había encontrado un romance que lo hacía vibrar en la piel de un bebé.

El comercio adquirió más notoriedad con la llegada del ferrocarril. Las “barracas” acopiaban cueros, lanas y los frutos del país. Los paisanos se mezclaban, en el diario trajinar, con los hojalateros, con los trenzadores criollos que en los ranchos fabricaban lazos, bozales, maneas…, con los sombrereros, con los tipógrafos y las  modistas.



Magdalena recibió regalos de sus hermanas y de sus padres: un cubre moisés de piqué bordado en punto París, sabanitas de batista, fundas regulares, camperas tejidas con ochos y una funda para bolsa de agua de plumetí. Estaba feliz con la llegada de Santiaguito a quien veía como un ángel, símbolo de la fertilidad y de los buenos augurios. Sus manos pletóricas de amor abrazaban la fragilidad de esa llama con el dulzor de su lenguaje.

-¡Qué rubio es!

-Pues, es alemán como su padre.

El bebé parecía un mirlo, movía la boca con intenciones de repetir sonidos. Agustín llamó al párroco del pueblo para que oficiara el rito de la liturgia católica. Magdalena con un misal en las manos, como una sierva de Dios, quería, por un extraño presentimiento, bendecir a Santiago para que esté protegido de algún poder sobrenatural. Escuchaba merodear una especie de danza que llegaba con la tristeza de una lágrima. El prelado recogió las hostias y las redomas.

Magdalena miraba el mundo a través de una ojiva enorme que se iba achicando por el miedo. Ella era demasiado fuerte pero se sentía desprotegida; su esposo no tenía carácter y eso la debilitaba y la dejaba atrapada en un sitio sin fronteras. No tenía en quien apoyarse… Se veía niña con una familia sobre los hombros para alimentar, cuidar y educar. ¡Era demasiado! Esos ojos rubios la delataban, pero con un grito evadía las preocupaciones porque no le quedaba otra salida.



Por el camino a la granja, con Santiago en brazos, miró la soledad del campo y se le llenaron los ojos de lágrimas. Un hálito de lirios invadió los aromas.  El silencio le atravesó la piel con un golpe certero que la emocionó mucho a pesar de los rezongos de José Shalli, quien la llevaba en el auto.

El sol maduraba en los trigales con su himno de primavera. Era agridulce la sonrisa de Magdalena que se desdibujaba el escuchar los comentarios de su padre:

-Ese niño se puede enfermar por los fríos del invierno. En verano, debes hidratarlo. No lo cargues de ropa.

-Yo…-dijo Magdalena aburrida de tantos consejos. Se consideraba “vieja” para ser manipulada por un padre que tenía el mismo carácter que ella. Era obvio, que iban a pelear siempre porque eran incompatibles. Magdalena ya no aceptaba una palabra más.

En la intimidad del cuarto en sombras y frente a la cuna, ella sintió un escalofrío pero Santiaguito se reía tanto que la dejó sorda. Rosaura quería cambiarlo, Juan José lo miraba de lejos y Juan Waner ya tenía la comida preparada: pollo con legumbres y aceite de oliva. Estaba contento por primera vez en su vida por eso no entendía de dialectos raros y sentimientos escondidos porque él era muy transparente. Observaba los rubores del bebé que le parecía desvelado, tal vez, acongojado.