jueves, 16 de mayo de 2024

Los siete dones (3-El Hijo-2da parte)

 

“No puedo creer lo que está pasando en la residencia de los Guerrero. Se hablan tantas cosas que mejor guardar las opiniones, ya veremos cuando regrese Aurelio y me cuente un poco las habladurías del populacho. ¡Qué horror, la gente siempre se ocupa de lo ajeno! ¿Es que no tienen vida propia?”

−¿El té solo? –preguntó Bernarda a Dolores en la galería que daba al patio-jardín donde se hallaba sentada esperando a su marido. Siempre esperando…

−¿Qué? –preguntó dispersa.

−¿El té lo va a tomar con galletitas o con tarta. Tengo una de frutillas deliciosa.

−No me gustan mucho las de frutillas porque les pones demasiada crema.

−Es que a mí me encanta –agregó Bernarda presa del regocijo de comer.

−Es que cocinas solamente para ti en esta casa.

−No, señora.

−Pues, no lo parece. ¿Y Milagros? Ya es tarde, envía a Timoteo a buscarla.

−Es que se la llevó don Aurelio.

−¿Dónde?

−Al campo, y luego dijo que iba a pasar por la casa de los Guerrero como hace siempre.

−Que él haga lo que le plazca, pero que no lleve a la niña a esos lugares. No tiene edad para estar escuchando las necedades de los grandes; sobre todo porque no son un buen ejemplo. Después la escuchas hablar con palabras de otro, influenciada por ideas de locos.

−Usted sabe que con don Aurelio no se puede ni abrir la boca.

−Sí, es verdad. Bueno, trae esa bendita tarta que ya me dio curiosidad.

−Vio que es una delicia.

−¡No sé! ¡No me gusta que me domines, Bernarda!

Corría una brisa suave en esa tarde de primavera. El verde del patio traía la paz con sus duraznillos y helechos.

“La soledad no es tal cuando se siente tranquilidad interior, aunque a veces me asaltan las dudas y pienso, y la cabeza teje y desteje. Aurelio y sus negocios. Limpios, sucios… ¿Quién podrá saberlo? Mejor no, porque si supiera algo me transformaría en cómplice”, pensó Dolores comiendo sola la tarta de fresas que Bernarda había elaborado sólo para ella como era su costumbre.

El sol se ocultaba con sus últimos destellos detrás de los tilos.

“Esta soledad es como una crucifixión”.

−Pensando alguna teoría matemática –exclamó don Aurelio con el sombrero en las manos y dispuesto a sentarse a tomar algo con Dolores.

−Por fin llegas. ¿Y Milagros?

−Se fue al cuarto con unas revistas que le regaló doña Felicitas en la casona vieja de los Guerrero.

−No me gusta que la niña vaya a esa residencia. ¿Por qué la llevas? Siempre me desautorizas.

−¿Y qué tiene de malo?

−Es que escucha conversaciones. Sabes cómo es de curiosa.

−Sí, como los gatos.

−No te rías. Tenemos una sola hija que criar y educar.

−Por eso. ¿Para qué te preocupas tanto?



Milagros, en su habitación, tenía unas revistas europeas que le había regalado la doña de la casa para que se entretenga. Ella la vio entrando a la cocina donde la mujer de servicio estaba horneando el pan y comenzó a preguntar sobre sus costumbres, una y otra cosa. Apareció luego Juliancito; entonces, doña Felicitas la tomó de un brazo y la sacó a empujones.

“Qué niña tan molesta”, pensó.

−¿Por qué no esperas a tu padre en la sala?

−Porque me aburro.

−Ése no es mi problema.

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LOS SIETE DONES
-------------------------Felicitas Guerrero, El Hijo, Rebelde, La sirvienta, Carlos Guerrero, Las rejas del infierno, El campo y la ciudad, Los mendigos de Dios, Padre autoritario.

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