viernes, 3 de mayo de 2024

La última mujer (Cap VI. Gracias, abuelo-2da parte)

 


Violín de los músicos del Titanic


‒Hemos llegado a la conclusión, después de investigar, que te quedarás acá hasta que lleguemos a Nueva York. No queremos tener problemas con los superiores ni con los pasajeros ‒le dijo Silas Pyland a Alan cuando lo visitó esa tarde.

‒¡No! ‒gritó Alan Cooper‒. No hay derecho. ¿De qué me acusa?

‒De espía.

‒¡Qué risa! ¡Por favor! ¡Soy inocente! La verdad es que ustedes son ridículos y estúpidos.

‒Mida las palabras porque le irá peor ‒lo amenazó Silas poniendo distancia y giró para retirarse‒. ¿Se olvida del incendio?

‒Es que estaba desesperado.

‒Pues no suplique más, ni de rodillas, porque no será escuchado.

Silas, sin paciencia, se retiró rápidamente y dejó un rumor en torno a la bodega donde Alan se quedaría los días que faltaban de viaje. La gente, conmocionada, pensaba que se trataba de un asesino peligroso.

El Titanic, un barco majestuoso, llevaba entre sus pasajeros a un delincuente. Era inaudito pensar que podían dejarlo suelto. Sin embargo, él estaba pensando de nuevo en escapar. ¿Por dónde? No lo sabía.

Habían pasado veinte minutos y el cielo antes rojo se oscureció. Los murmullos llegaban desde el comedor. Alan imaginaba venir a un hombre de aspecto brutal que agitaba un látigo de caza y que le preguntaba:

‒¿Qué demonios quiere?

Comenzó a temblar por el pánico y ya no podía articular palabra. Sentía el corazón en la garganta y el pecho a punto de estallar.

‒Moriré ‒alcanzó a decir en voz baja, como pudo, porque la mandíbula parecía desarticulada y le castañeteaban los dientes‒. ¡Llame a alguien! ‒gritó con la voz rota. Nadie lo escuchó‒. Por favor ‒volvió a decir débilmente.

‒¿Qué busca? ‒respondió un guardia detrás de la puerta.

‒Necesito hablar con un tal Silas Pyland.

‒Él ahora no puede venir. Está ocupado. No moleste más.

‒Por favor ‒balbuceó Alan pegado a la puerta de rodillas.

‒Voy a ver si logro que lo atienda, no le prometo ‒contestó el vigía que se hallaba expectante del otro lado.

Alan Cooper se encontraba vencido y preso de un ataque de nervios que lo convertía en una frágil víctima.


¿Hasta dónde puede llegar la ambición? Eso Harry, su padre, lo sabía muy bien.

El placer de recibir favores sin la cultura del trabajo no lleva a ningún camino.

Aquel niño educado sin valores había perdido la dignidad. Nieto de un acaudalado hombre de negocios, era considerado un perdido. Esa juventud que no se recuperaba más y que, según los entendidos, volvería a delinquir. ¡Cuánto tiempo perdido! Aquella valija de su abuelo era su barrote de condenado y lo poseía, cual demonio, amarrado a los vicios y a una vida sin futuro. Harry, en su casa, estaba esperando el tesoro, como esos padres que envían a sus hijos, pequeños, a mendigar limosnas por las calles sin medir las consecuencias y sin pensar en el daño psicológico.

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LA ÚLTIMA MUJER
---------------Titanic, 1912- Mi tío es de otro mundo, un naufragio, Témpano de hielo, El ángel azul, Amiga mía, El baúl de perlas, El cariño no se mendiga.


PRESENTE EN LA FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE BUENOS AIRES 2024.

MINISTERIO DE CULTURA DE LA PROVINCIA DE SANTA FE-ARGENTINA.

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