5-EL EGOÍSMO DE LOS OTROS
Antes
de cumplir tres años, Félix Francisco Solano, el hijo de Felicitas Guerrero y
de Martín de Álzaga, murió a causa de la fiebre amarilla.
La
tristeza destruyó el esfuerzo y las ganas de continuar adelante.
“La
pérdida de un hijo no se compara con nada, es como un desgarro, una parte del
ser que se desprende y deja un vacío, un hueco, sin latidos, muerto, estéril,
seco… No se puede vivir más, pero se aprende y se sigue cada mandato con la
convicción de que otro sol alumbre tanta oscuridad. La vida cambia, es otra,
más cruel, más despiadada, y el futuro es sólo presente que no dice nada. El
mutismo cubre el manto de las sombras que cada vez se tornan más negras cuando
ni una sola palabra basta para reparar la pérdida”, pensó Felicitas mirando el
gris de las nubes por la ventana del cuarto del niño. No quería ver sus cosas,
pero no hacía más que acariciar su cuna, mirar el retrato y besarlo. ¡Cómo seguir!
El horizonte le decía que todavía quedaba tiempo para remover escombros, y que
algo bueno podía salir debajo del polvo.
−No
me siento bien –dijo Martín de Álzaga.
−Ve
al médico –le contestó Felicitas con indiferencia.
No
podía pedirle ayuda a alguien despoblado y vacío. Debía arreglarse solo con lo
que podía, con lo que había… No eran tiempos de reclamos ni de alegrías sólo de
silencios acongojados y de borrascas que permanecían días enteros entre los
muros de la casa antigua.
**
Los
días pasaron y Felicitas volvió a quedar embarazada.
Martín
de Álzaga seguía enfermo y su salud se iba deteriorando a medida de que pasaban
los días. Él decía que eran achaques crónicos.
El
estanciero hizo preparar un nuevo testamento luego de la muerte de su
primogénito Félix.
−El
niño, mi hijo, que está creciendo en el cuerpo de su madre será el próximo
heredero. Y si llegara a pasarle algo malo como a mi anterior niño, pobrecito,
Felicitas, mi esposa, será la dueña de todos mis bienes.
El
decreto lo firmó el 28 de febrero de 1870.
Martín
de Álzaga estaba tranquilo y ya no temía por su fortuna porque sabía que se
quedaría en buenas manos, en las que él amaba y deseaba. Con ello su querida
Felicitas permanecería por siempre a su lado. El dinero podía dar y quitar
porque era la herramienta más válida para atraer el amor: una trampa perfecta.
Con ella atrajo a María Caminos y también con la misma arma la abandonó. Nunca
falla, es fiel, pero se debe trabajar por él hasta el final porque vale la
pena.
−Sabes
que para mí el dinero es sólo un instrumento.
−Sí,
querida.
Felicitas pensaba en el hijo por nacer y sentía miedo por lo que le ocurrió con Félix porque fue repentino. La absurda muerte le dio la embestida cuando ella, tan joven, no la conocía. Y tuvo que enfrentarla aunque no la asumía ni la aceptaba. Comprendía que otros, la gente en su mayoría, la aceptaban, pero no podían enfrentarla y preferían huir dejando a otros en su lugar. Ella pudo con Félix, porque era su madre y las madres jamás abandonan a un hijo, aunque sea de un padre que no ama.
A
los dos días después de haber firmado el testamento, Felicitas se sintió mal.
−¡Llama
a las parteras! −gritó−. ¡Ya llega el niño!
Lloraba
de alegría, de una emoción honda y perpetua, que no admitía grises, que
olvidaba lo anterior y que redimía.
−¿Ya
viene? –preguntó su marido.
−Sí,
apúrate.
“No
puedo creer tanta flojedad en algunos hombres. ¿Es que no tienen sangre en las
venas?
−¡Por
favor!
−Ya
falta menos.
**
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