domingo, 19 de mayo de 2024

Los siete dones (5-El egoísmo de los otros-1era parte)

 


Castillo Guerrero



5-EL EGOÍSMO DE LOS OTROS

  

Antes de cumplir tres años, Félix Francisco Solano, el hijo de Felicitas Guerrero y de Martín de Álzaga, murió a causa de la fiebre amarilla.

La tristeza destruyó el esfuerzo y las ganas de continuar adelante.

“La pérdida de un hijo no se compara con nada, es como un desgarro, una parte del ser que se desprende y deja un vacío, un hueco, sin latidos, muerto, estéril, seco… No se puede vivir más, pero se aprende y se sigue cada mandato con la convicción de que otro sol alumbre tanta oscuridad. La vida cambia, es otra, más cruel, más despiadada, y el futuro es sólo presente que no dice nada. El mutismo cubre el manto de las sombras que cada vez se tornan más negras cuando ni una sola palabra basta para reparar la pérdida”, pensó Felicitas mirando el gris de las nubes por la ventana del cuarto del niño. No quería ver sus cosas, pero no hacía más que acariciar su cuna, mirar el retrato y besarlo. ¡Cómo seguir! El horizonte le decía que todavía quedaba tiempo para remover escombros, y que algo bueno podía salir debajo del polvo.

−No me siento bien –dijo Martín de Álzaga.

−Ve al médico –le contestó Felicitas con indiferencia.

No podía pedirle ayuda a alguien despoblado y vacío. Debía arreglarse solo con lo que podía, con lo que había… No eran tiempos de reclamos ni de alegrías sólo de silencios acongojados y de borrascas que permanecían días enteros entre los muros de la casa antigua.

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Los días pasaron y Felicitas volvió a quedar embarazada.

Martín de Álzaga seguía enfermo y su salud se iba deteriorando a medida de que pasaban los días. Él decía que eran achaques crónicos.

El estanciero hizo preparar un nuevo testamento luego de la muerte de su primogénito Félix.

−El niño, mi hijo, que está creciendo en el cuerpo de su madre será el próximo heredero. Y si llegara a pasarle algo malo como a mi anterior niño, pobrecito, Felicitas, mi esposa, será la dueña de todos mis bienes.

El decreto lo firmó el 28 de febrero de 1870.

Martín de Álzaga estaba tranquilo y ya no temía por su fortuna porque sabía que se quedaría en buenas manos, en las que él amaba y deseaba. Con ello su querida Felicitas permanecería por siempre a su lado. El dinero podía dar y quitar porque era la herramienta más válida para atraer el amor: una trampa perfecta. Con ella atrajo a María Caminos y también con la misma arma la abandonó. Nunca falla, es fiel, pero se debe trabajar por él hasta el final porque vale la pena.

−Sabes que para mí el dinero es sólo un instrumento.

−Sí, querida.

Felicitas pensaba en el hijo por nacer y sentía miedo por lo que le ocurrió con Félix porque fue repentino. La absurda muerte le dio la embestida cuando ella, tan joven, no la conocía. Y tuvo que enfrentarla aunque no la asumía ni la aceptaba. Comprendía que otros, la gente en su mayoría, la aceptaban, pero no podían enfrentarla y preferían huir dejando a otros en su lugar. Ella pudo con Félix,  porque era su madre y las madres jamás abandonan a un hijo, aunque sea de un padre que no ama.


A los dos días después de haber firmado el testamento, Felicitas se sintió mal.

−¡Llama a las parteras! −gritó−. ¡Ya llega el niño!

Lloraba de alegría, de una emoción honda y perpetua, que no admitía grises, que olvidaba lo anterior y que redimía.

−¿Ya viene? –preguntó su marido.

−Sí, apúrate.

“No puedo creer tanta flojedad en algunos hombres. ¿Es que no tienen sangre en las venas?

−¡Por favor!

−Ya falta menos.

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LOS SIETE DONES
--------------Felicitas Guerrero, El perdón, Mendigo de amor, Rebelde, La millonaria y el vagabundo, Martín de Álzaga, Pobres criaturas, Carlos Guerrero.

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