jueves, 23 de mayo de 2024

Los siete dones (7-No somos nada...1era parte)

 


7-NO SOMOS NADA…

 

 

Milagros había ido a devolver las revistas importadas que siempre, desde que era niña y para mantenerla quieta, le prestaba doña Felicitas. Ya no le gustaba tanto ir a ese lugar a internarse por esas galerías sofisticadas con todo ese hielo de la aristocracia y también de la hipocresía. A ella la trataban bien, pero por lo general se quedaba hablando con el ama de llaves que permanecía entre los cortinados de gruesas telas color bordó observando los cercos donde jugaban los guardianes. Milagros imaginaba a una Felicitas pequeña y con una risa contagiosa y feliz.

A través del enrejado de los balcones entraba el sol. Había narcisos, rosas y algunos lirios. Más atrás, oculto bajo la glorieta, un aljibe con su roldana miraba los tejados antiguos y los otros patios cargados de historia y de versos.

El ama de llaves tenía un breviario en sus manos, un libro que contenía el rezo eclesiástico del año completo.

−¿Son muy religiosos los patrones?

−Normal –respondió la mujer−. Es que ahora con la muerte de otro niño hay que orar más que nunca.

−¿Para qué?

−¡Qué pregunta! ¡No sé! Pero hay que rezar.

−No te enojes, me gusta saber. Lo siento mucho; lo del niño recién nacido fue muy doloroso. Es que Felicitas debió esperar.

−¿Qué?

−Nada. Me voy porque tengo otras ocupaciones. Disculpa que te haya hecho perder el tiempo.

La mujer la miró con desconfianza y fastidio. ¿Quién era esa niña para atreverse a hablarle así?

Milagros bajó las escalinatas con sus rizos dorados al viento.

Tenía un vestido con un cuello blanco de puntillas y encajes; esos ojos azules decían más que las palabras, pero eran jueces frente al sufrimiento y a la injusticia.

Juliancito la vio venir y bajó la vista. Pensó que ella, con andar altivo, pasaría de largo frente a él. ¡Qué hermosa que era! La conocía desde que era niña cuando venía con su padre todas las tardes. Julián se acurrucó detrás de un árbol para que ella no lo viera, aunque ya lo conocía de antes.

−¿Y tú por qué pides limosnas? ¿Cuántos años hace que vives así? –le dijo, de repente, y con voz enérgica y dura, como de martillo sobre la sien.

−Pido porque necesito. ¿Acaso no sabe lo que es la miseria? ¡Qué va a saber!

−¡Busca trabajo en vez de pedir! ¡Cualquier cosa! –le gritó−. Siempre va a ser mejor que estar tirado en el piso dando lástima. Así no se progresa ni se vive. Si toda la gente fuera igual que tú este país se iría al demonio. Las personas se levantan a hacer algo, a trabajar… ¿Comprendes?

−Es que nadie me da nada.



−Pídelo como pides limosnas. Si eso lo haces bien –le gritó mientras se marchaba altanera por la vereda soleada.

Julián se quedó mirándola; parecía contemplar algo sagrado, un ángel, pero sus palabras eran ásperas y crueles. Le dolieron más que los golpes que le propinaba su supuesta familia. Es que tenía razón. De todas maneras, no estaba dispuesto a pedir trabajo sino se lo daban. Él iba a esperar la oportunidad. Es que no sabía hacer nada. Ése era el problema.

−No juegues con ese hombre –la amenazó doña Dolores a Milagros cuando llegó a la casa y le contó lo que había hablado con el muchacho y los consejos que le había dado−. No me gusta, me da miedo.

−A ti todo te da miedo. Nunca conocí una mujer tan cobarde.

−¡No me hables de esa manera! ¡Soy tu madre, más respeto!

−Crees que yo soy como todas, pues te equivocas.

−Yo sé bien cómo eres tú, niña: prepotente y soberbia, igual a tu padre.

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LOS SIETE DONES
--------------Felicitas Guerrero, El perdón, La niña de tus ojos, El carruaje de la muerte, La millonaria y el vagabundo, Carros de fuego, Madre e hija.

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