Translate

El Libro de los Recuerdos

 



La fantasía es como una campana que suena en las calles del yo interno, un edén que derrama fulgores, unos ojos que transforman...

Mi universo de hija única me obligaba a inventar otras realidades como pentagramas en el dorso de la mano. Era una necesidad vital de entonar otra música de pájaros para encontrar espacios nuevos y besar la libertad. No sabía que esa herramienta tan valiosa me iba a acompañar aunque tuviera una sola cuerda de guitarra. Podía ver la familia numerosa que no tenía, los abrazos de hermanos, la noche de día en una luna deshojada por mirada anhelante y las estrellas junto a las almas delicadamente infinitas.

Era yo, la novelera, como me decía mi madre, la que no veía la realidad porque le parecía demasiado frívola, vacía, insegura, aburrida...

-La vida no es eso, no es como tú la pintas.

PINTARLA... ¡Qué bonito!

Enlace⇓



Primavera

 


Recuerdo una primavera muy especial.

Yo tendría 10 años.

Con mis amigas elegimos ir a pasar el día al campo;

algunas de ellas andaban a caballo,

otras corrían por el verde, se divertían...



Yo me aburría muchísimo.

No sé... hasta hoy me pregunto el porqué.

Es que sentía que aquellos juegos

no llenaban mi alma,

no me daban felicidad.

Me parecía que estaba perdiendo el tiempo.


Seguramente quería refugiarme

en mi mundo a leer historias.



(click en el enlace)

Con Anna Frank

 



❤️Me siento tan feliz cuando alguien compra un libro en papel. Será que a mí me gustan tanto. Hoy le tocó al LIBRO DE LOS RECUERDOS.


Mil gracias a los lectores de España, México y Estados Unidos.


⚜️
Entre gatos, rosas
y abrazos de mamá dulce...
Yo, a los diez años,
no pensaba en el tiempo
que dibujaba sombras,
en las horas que se iban volando
como mariposas rojas.
Mis cuentos me traían en sus palabras
a una realidad con abrigo
de alas.
Era solitaria
pero tenía tiempo...

L.Fraix.


En que bello lugar está mi Libro de Recuerdos.
Nº 13

BIOGRAFÍA  DE MUJERES







------------Pasión por 
Los hermanos Grimm, El Principito de Antoine de Saint-Exupéry, Han Christian Andersen, Mark Twain, Perrault, Anna Frank.

El Libro de los Recuerdos

 


MIS FANTASMAS BLANCOS



Me gustaban las casas abandonadas,
como a todos los niños,
solíamos ir a una que quedaba cerca del río.
Nos acercábamos con miedo y curiosidad
y mirábamos por las ventanas
grises para observar...

¿Qué? ¿A quién?

Queríamos ver fantasmas blancos,
mujeres vestidas con trajes de novia...
caminando dispersas rumbo a un punto fijo,
muchos ojos y miradas.

A menudo,
alguien del lugar nos invitaba a irnos,
por decirlo de una manera más delicada,
pero siempre antes de marcharnos
bajábamos hasta el río
por una escalinata de la casona
donde había una piscina sin terminar
con huellas...

No eran espejismos.




"Contemplando un futuro tan amplio y luminoso como aquella avenida,
y por un instante pensé que no había más fantasmas
allí que los de la ausencia y la pérdida,
y que aquella luz que me sonreía era de prestado
y sólo valía mientras pudiera sostener con la mirada,
segundo a segundo"

Carlos Ruíz Zafón



"No hay una vieja casa que no tenga sus historias, no existe una vieja casa que no tenga sus fantasmas"

Diane Setterfield


El campo como sepulcro de pájaros

 


De chica, no me gustaba el campo de mis antecesores porque decía que se parecía a un sepulcro por el sonido de los pájaros; es que muchos de mis familiares estaban muertos, pero se los seguía nombrando como si estuvieran presentes.

Un día, tuve que quedarme a dormir en la chacra de Betty (mi prima) porque había llovido y no podía volver. ¡Cómo sufrí! El mugido de las vacas me torturaba y el silencio, luego, me irritaba tanto que no lograba descansar.


Esa planicie me recordaba al cementerio donde dormía el alma de mi abuela Rosa y la de sus hijos, la del abuelo de bigotes blancos..., acurrucados en ese asilo tan necesitado de afecto. Sin embargo, esos acontecimientos quedaron marcados en mi vida con la bondad y la transparencia de mi tío Rubén.

Recuerdo su sonrisa, su generosidad, su corazón niño... y aquella casita blanca en medio de la llanura con su molino, sus malvones, el burro, los perritos y ese viento que acariciaba la cara.

Luján Fraix

El Libro de los Recuerdos


Pinturas de Robert Duncan




Hoy publico esta entrada
en homenaje a mi padre
que falleció hace siete años,
que amaba el campo y que vivió para él
añorando sus días de juventud.

Gracias papá,
te cuento que estoy cuidando tus cosas
como si tú estuvieras aquí
aunque no con el mismo amor porque tu sentimiento

era tan enorme, tan irremplazable...


Amazon

"No hay trampas para atrapar el afecto" Mario Benedetti

 



Gracias madre por enseñarme a ser valiente, por dejarme crecer sola como yo quería, por darme todo y más para ser feliz. No necesitaba mucho, sólo lápiz y papel. Siempre valoré los afectos porque eran pocos y había que cuidarlos porque sabía que alguna vez ya no los iba a tener. Quería guardarlos en un arcón dorado para después, para que la soledad no me dejara su frío, su madurez de escarcha, pero no era posible porque el reloj detenido empezó a marchar y ya no quería oírlo. Me daba miedo.
Me colocaba el antifaz para no ver la vastedad del territorio porque era vulnerable. Jugaba y reía para ocultar siempre mis dolores, las carencias, el temor... que no era tanto, pero que parecía irreal a esa edad.
✍️
"No hay trampas para atrapar el afecto"
M.Benedetti.


(click en el enlace)

Palabras como pájaros

 


Palabras como pájaros

__________________________________



Nací a la medianoche en primavera. Mis padres, que ya eran grandes, sintieron que un sueño se convertía en realidad.
Las callejas de mi pueblo mostraban un campanario bendecido por mi bisabuela Melanie, allá por el 1900.
 En el retablo de la luna quedaron mis ojos negros…

La gente, en los veranos, se sentaba en las veredas a tomar aire. Nosotros jugábamos sin tener miedo a nada; nos reíamos, disfrutábamos de las tardes sin brújulas. La única responsabilidad era aprender.
Mi infancia fue la época más feliz de mi vida.


Las aceras que, entre la enramada, enlazaban sus tramas me envolvían en guerras de indios, toldos y plumas, viajes a países de princesas etéreas con libros, poemas y comparsas. Participé del carnaval; la carroza se llamaba Pimpollo y yo iba vestida de flor. Entre luces y sombras, las máscaras mostraban el artificio de lo efímero. A mí no me gustaban mucho esos festejos, me parecían algo desenfrenados; querían arruinar mis mejillas empolvadas. Yo no jugaba, sólo miraba. Parecía muñeca de cera, no quería que me tocaran… Prefería la paz de mi casa.  En aquellas jornadas de modista criando bebés de felpa, me abrazaba a mi gato negro. Yo lloraba y él, desesperado, no sabía cómo consolarme.

Solía viajar en tren en algunos inviernos. Veía los campos desnudos y los tejados blancos. Las chimeneas parecían envejecidas por la bruma cuando el día tomaba su fotografía. Eran las estaciones del alma que escribían su historia.
No tenía idea de las horas y de la finitud de la existencia porque era dichosa.
El recuerdo de aquellos días me trae la perfección de los momentos y me enfrenta a una realidad diferente, pero me quedan sus rastros, las fotografías y el culto a la amistad.

Llueve la tarde
sobre el rojo tejado
risas de niños.



En la adolescencia engañaba al espejo cuando mi rostro me decía que parecía un angelito del cielo. Quería ser mayor, corría delante de mis propios pasos. Necesitaba llegar… ¿Dónde?


La esperanza invadía un mundo en donde la música encontraba sus horarios, era cuidadosa y sabía, espiritual. Me abandonaba a las ideas intelectuales con mi mirada pulcra de joven rebelde y solitaria. No veía a la gente porque soñaba con una de mis obras: encontrar un amor único que llenara los espacios vacíos con la sabiduría del equilibrio.
Dibujaba poesías, pintaba cuentos… con un sentimiento único e irrepetible y con el íntimo deseo de permanecer a la vera de los días, razonablemente feliz.
Existía una historia adulta que me esperaba entre cuadernos y patios, con un jardín de pétalos chinos y de golondrinas.
Yo me internaba por los recodos de mi casa colonial y entre la periferia de un Arca poblada de gatos me dormía para seguir soñando.

Se abre el libro mayor…
Y allí figuran los primeros miedos y los insomnios que hablan. Veinte años sobresaltada por los temores. Dos ojos severamente recorriendo los rincones que suenan a cristales rotos y la manta de lana juega en mis hombros como los cien folios en sus gotas de miel.
¡Todo se registra en las páginas de la vida!
Mis padres
y la ausencia de ellos,
la casa rural,
la gata Milagros,
el dolor,
la página en blanco…