Translate

Ángeles de la guarda

 




El sol se desnudaba en un baño transparente frente a las mejillas de la niña de cuentos, con un par de alas, con las lágrimas suspendidas en el surco terrenal... Dios y el destino le habían quitado lo que más quería, pero en ese vértigo sin freno ni límite, la había bendecido y no estaba dispuesta a perder de nuevo.

La carga pesada se transformaba en plegaria cuando Rebeca veía a Amelie sonreír, crecer con rapidez y jugar como cualquier niña de su edad. Dibujaba estrellas fugaces en sus cristalinos ojos para decir que se había salvado en brazos de su verdadera madre porque ella, con su acto de generosidad, le había dado la oportunidad de vivir.

Violet acomodó las tazas en el mantel bordado por Sarah cuando era joven.
‒¡Amelie, ven a tomar la merienda!
‒Sí, mamá ‒dijo por primera vez y Rebeca reconoció la dimensión del amor.

---





La última mujer.

-1912-
Un naufragio.
El baúl de perlas.
-----------------------(Amazon)
-----------------------Mercado Libre. (Argentina)
-----------------------Por mi correo--lujanfraix@hotmail.com

La trama del adiós (ex La Novia)

 

Por las tardes, su rostro angélico era observado a través de las rejas del cancel igual que una criatura inválida. Ella ocultaba las ansias de demostrar los sentimientos cuando el reloj marcaba las horas de extremo retiro. Su fobia por el ambiente exterior la obligaba a recluirse, pero también la sentenciaba a palpar la frigidez de témpano de quienes la rodeaban porque Pilar no reclamaba salir del encierro, no pedía nada, no lloraba… pero esperaba. Quería recoger sus restos en mutación completa y obligar a que el mundo la viera como si fuera inteligente. La muerte de su padre la había marcado a fuego igual que a Salvador y los había convertido, con los años, ya de adultos, en personas endebles.

A la sombra de las cortinas, escuchaba el llanto de Úrsula que no veía más allá de sí misma y de su adorado Salvador. Ellos no reparaban en sus ojos fijos y en sus monosílabos de infante. Decían que se parecía a la abuela Margarita que se había sometido al rigor psicológico de su esposo, pero Pilar era soltera y tal vez nunca tendría un novio porque era incapaz de entregar su corazón castigado por el rechazo de una vida inexistente.

Afuera, se rellenaban los espacios con la agitación de las pasiones de quienes se atrevían a enfrentar las luchas como indios de Gujarat con voluntad y determinación. A la casa, que olía a sándalo, no entraban esos juicios porque la mansedumbre cubría como una telaraña la desnudez de las culpas.

❤❤❤❤❤
LA TRAMA DEL ADIÓS (ex-La Novia)
--------Su continuación "Perder el Alma"


La Navidad no es sólo una palabra

 


LA NAVIDAD ES MÁGICA


Navidad de ayer, de hoy y de siempre... Con abuelos, tíos y primos... en una casa de campo o en un chalet de cuentos.

Soñar historias color de rosa, asomar a la vida las esperanzas, sintiendo la verdad como un reino: ese lugar secreto donde anida la sabiduría.

Arbolito amado, con alma de madre... Dejó de vivir a los cuarenta años cuando su dueña se fue a contar estrellas...

Navidad de verano, sin nieve ni frío, entre versos y gatos contando las horas nocturnas con  violines, mariposas y luceros.

Navidad... De hoy pintada con arabescos de leyenda, quieta, sosegada... que busca el brillo en los minutos incontables.

Todo sigue siendo bello en cualquier tiempo y a cualquier hora.

 

La Navidad no es sólo una palabra.

Aluen (luz de luna)

 

Aluen, el otro día en la iglesia, no quiso ir a leer versos con Luisa al orfanato y se quedó mirando por el ventanuco como una viejecita centenaria.

‒Hija, necesito unos pepinos y cebollas de la huerta. ¿Me los alcanzas? ‒dijo el padre Hilario al pasar y ella sintió indiferencia de parte de él, como si no le importara más su situación.

Fue al patio y buscó las verduras entre la delicia de los árboles y de los trinos. El sol le golpeaba el rostro igual que la risa del niño, en ese lugar donde habían jugado y reído muchas veces. Sintió impotencia y dolor, incomprensión. Por el camino de piedras, detrás de la iglesia, había un caballo atado a un barral. Era de algún indio manso que vendía leña. Aluen dejó la cesta con las verduras y abrió la puerta de tejido rústico, salió a la calle y se detuvo para mirar a un lado y al otro del camino. Al rato, desató el caballo, subió como sabía hacerlo cuando era niña en la tribu y desapareció…

‒¡Y los pepinos! ‒gritó el padre Hilario a la media hora cuando se asomó al patio. Nada. Vio la puerta abierta y se imaginó lo peor, juntó las manos en forma de cruz, sacó el rosario, miró el cielo y tembló como una hoja ante el trueno.

‒Se fue ‒murmuró.

*

ALUEN
La colonización de la Patagonia argentina
Los indios tehuelches
(novela plagiada en amazon completa)

Perder el Alma

 


Parte II de "La trama del Adiós"
(Se puede leer de manera independiente)
*

LA FUGA
AMOR DE MADRE
¿CULPABLE?

La vida, a veces, nos obliga a usar una máscara.
Es que somos vulnerables frente a la soberbia cuando nos sentimos avasallados.
Resistir es la palabra.

Susan lo hizo. Años de batallas frente a los verdugos incansables que arremetían sin piedad frente a sus ojos tristes. Ella no reclamaba, no discutía, porque no debía…
Si la echaban a la calle tendría que volver a su jaula virginal a deshojar margaritas: pobre, lejos, exiliada.
Ella soportaba la penitencia, los gritos y los agravios, sin inmutarse y sin despertar sospechas. Parecía feliz y orgullosa de ayudar, hasta que se dio por vencida.

En su propio mundo de cuatro paredes, pensó en un plan con las pocas armas que le ofrecía ese entorno asfixiante. La cabeza le estallaba frente a los dardos que, a diario, debía soportar cuando la falta de aire la obligaba a buscar refugio en las lágrimas.

¿Se puede soportar tanto destrato?
Susan no se consideraba culpable.
*
Perder el Alma
Me deben una vida...

Cuentos de Navidad II


 

JAZMINES DE NAVIDAD

 

 

Me gustaba ver cómo el abuelo Coco tomaba la sopa.

La abuela lo atendía demasiado, y él no dejaba de murmurar. Añoraba las tardes de campo y sol, sus cabalgatas; la llegada de sus hermanas y el carruaje brillante de la madre europea que calmaba sus ansias de ser otro.

Coco, sentado al lado de la ventana, no dejaba de mirar el plato. Algo esperaba: un saludo, una caricia… Su madre europea había partido hacía ya mucho tiempo y lo había dejado solo. La extrañaba.

Yo lo observaba en silencio, casi sin moverme.

−Se viene la Navidad –dijo al pasar, y nadie le respondió.

No le gustaban mucho las fiestas porque le pesaban las ausencias. Él no era un hombre de festejos; había que trabajar el campo.

Los vecinos solían pedirle dinero porque sabían que tenía, y él se dejaba envolver cuando los elogios eran muchos. Parecía rudo y malhumorado, pero cambiaba cuando estaba contento. No ocurría a menudo, pero siempre era bueno esperar algún feriado o algún santo para verlo algo despreocupado.

De repente, un ruido de motor de automóvil hizo que levantara la mirada del plato.

−Ahí viene Segundo –exclamó apurado, y se puso de pie−. Mejor vete por atrás –me ordenó.

Es que a la casa llegaba su hijo preferido con los nietos. La visita que lo colmaba de todo aquello de lo que carecía y añoraba.

La abuela me llevó al patio y me acompañó por el caminito de la parra con sus uvas en racimos, me llenó las manos de jazmines; tantos que no podía sostenerlos.

−Para mamá –me dijo−. El portón que da al callejón de tierra está abierto.

Yo me fui con la soledad amarrada a la falda de volados y puntillas, en silencio, con una lágrima apretada. El abuelo Coco era así, ya lo conocía, no tenía que asombrarme, pero sufría.

Aquellos jazmines inundaban con su perfume mi casa en la Navidad.

**
Cuentos de Navidad II

¡VIVE TU PROPIA NAVIDAD!

No importa cómo… Solo, con un amigo, con tu perro o tu gato, leyendo un libro, con tus padres ancianos, de viaje, con tu hijo, en pareja… La verdadera esencia está dentro tuyo.

La escritura es puente y salva vidas, así lo decía Ernesto Sábato. El arte acompaña, sana, da paz y felicidad, no existe dicha más grande en otro sitio que no sea crear. Por lo menos yo no la he encontrado. Muchos que escriben, con vocación, saben de lo que hablo.

Les dejo estos relatos, algunos melancólicos otros felices. La vida es eso, y desde hace un par de años La Navidad ya no es la misma. Por eso digo siempre: ¡vive tu propia Navidad! No aquella que les gusta a los demás, vive la tuya, la propia, la auténtica.

La última mujer (Cap III. Magnates y Banqueros 2da parte)

 


Cuando todo estaba listo para partir del puerto de Southampton, una huelga de mineros del carbón-que peleaban por conseguir un salario mínimo-impidió el abastecimiento y hubo que postergar la salida. Para juntar las seis mil toneladas necesarias para mover la nave, los empresarios de la White Star debieron apelar a los sobrantes de carbón que quedaban en los depósitos de los barcos que acababan de llegar y se encontraban en proceso de descarga.

Superado ese escollo, en el mismo momento de la partida-el mediodía del 10 de abril-hubo otro episodio considerable: la poderosa succión de las hélices del Titanic rompió las amarras del buque New York, cuya popa derivó rápidamente hacia el Titanic. Sólo las maniobras del capitán Edward Smith y de los remolcadores que lo guiaban pudieron evitar el choque.

A pesar de los bombos y platillos con que anunciaron su viaje inaugural para primera y segunda clase se vendió menos de la mitad de los pasajes y para tercera no se llegó a dos tercios de su capacidad.

Algunos viajeros como Astor, quien estaba de luna de miel con su segunda esposa, poseían grandes fortunas: el magnate minero Benjamín Guggenheim, Henry Harry`s, fundador de la tienda Macry`s, Isador Strauss… También hubo ausentes como el banquero John Pierpont Morgan y el rey del acero Henry Clay Frick, quienes habían hecho reservas pero luego las cancelaron.


**

 

Rebeca no dejaba de admirar el glamour de las damas y de los caballeros que circulaban por el andén. Agradecía haber tomado la decisión de formar parte de esta experiencia inolvidable. Su mirada ávida de saber recorría aquellos cuerpos envueltos en tejidos combinados con faldas rectas y sobrefaldas. Los vestidos llevaban cintas que cruzaban en la espalda con encajes, botones, frunces y volantes.

‒Permiso‒dijo una dama con un sombrero inmenso y llamativo que tenía plumas costosas de avestruz.

‒Mira ‒le comentó Amy.

Se acercaba una señora con un clásico traje sastre de sarga oscura con adornos de terciopelo y cuello de piel de pantera muy de moda en París.

‒Se usa también la chinchilla de pelo plateado y hasta el zorro negro‒dijo Rebeca extasiada frente a ese desfile de modas de la alta sociedad.


‒¡Vamos! ‒exclamó Wilson tomando del brazo a Rebeca para subir a la nave entre el gentío, el alboroto, los gritos y saludos de despedida‒. Ya verás a todos ellos en el barco cuando nos inviten a alguna de sus tertulias o fiestas.

‒No es maravilloso, amiga.

‒Es único.

Mark se mantenía alejado de ellos y de la multitud. Se sentía viejo, cansado y aburrido. Ya nada podía sorprenderlo, estaba de vuelta de la vida.

‒¡Papá, no se quede atrás! ‒le gritó Rebeca.

‒Sí, hija. No te preocupes.

‒Wilson, vigila a mi padre que es muy mayor y le puede pasar algo. Entre tanta gente tengo temor que se pierda o que alguien lo lastime.

‒Ya está acá, amor.

Mark los miró con una sonrisa piadosa y el deseo de que la tierra o el agua se lo tragase. No tenía ganas de estar con gente ni de poner cara de felicidad. Fingir era una tarea muy difícil para él. Ya se encontraba en el último escalón de la vida, sin apremios económicos pero, en los últimos años, muy vacía.

‒Es muy bonito.

‒¡Bonito es poco, papá! ¡Es alucinante!

‒Hijita, te mereces mucho más. Disfruta.

‒Gracias‒respondió Rebeca y le dio un abrazo apretado a Mark a quien se le nublaron los ojos.

*
La última mujer.
La última cena.

La última mujer (Cap III. Magnates y Banqueros. 1era parte)

 


III

MAGNATES Y BANQUEROS

 

Inglaterra, abril de 1912

 

 

Amanecía.

La ciudad continuaba sumida en la niebla y las farolas del alumbrado lucían como perlas. A través del envoltorio aislante de aquella espesa humedad, la vida seguía rodando por las grandes arterias con el rumor del viento poderoso. Dentro de la casa el resplandor de las brasas daba calidez al momento. Mark se fue tranquilizando. No había persona a quien guardara más secretos que a Violet, pero no quería exponer una noticia que no le correspondía decir a él.

‒¿Estás listo, papá? ‒gritó Rebeca desde la puerta de entrada.

Lucía un traje con mangas amplias en contraste de colores; la falda llevaba rosas en forma de cascadas sobre los laterales y arrastraba una cola importante color púrpura. Completaba su atuendo un abanico y el Violetta de Parma de Borsari.

La última década del siglo XIX fue la época de los perfumes de violetas, cuya fragancia respondía a la moda y a los cánones de belleza femenina imperantes.

‒Disfrute mucho señor Cooper. No se preocupe por nada. Yo cuido la casa y los guardianes.

‒Adiós, fiel amiga ‒respondió Mark acongojado.

‒Oh… por favor. No se ponga así, son sólo unos días. Ya verá qué feliz que regresa. Es una hermosa experiencia.

‒Es que a veces las personas grandes se ponen tan sensibles y más cuando han perdido a su compañera‒le dijo en voz baja Wilson a Violet.

‒Entiendo, lo sé bien.

Después de un interminable saludo a la mucama y a sus perros ovejeros, Mark miró el jardín, las plantas que había cuidado Sarah y la glorieta donde se sentaba a leer. Hizo un inventario de su lugar y abrigó dentro del alma ese mundo tan suyo, tan querido, que iba a abandonar por unos días. Se sintió viejo y acabado, justó él que era un hombre de negocios. La constructora de faros: su obra maestra.

En el puerto de Southampton se encontraron... Carl y Amy Bramson todavía venían discutiendo sobre los cuidados de los hijos. Al fin, las consuegras se iban a encargar de la tarea en conjunto. No podían estar mejor atendidos. En un principio, Amy había decidido llevar a Román y a Beatrice pero después cambió de idea porque Rebeca y Wilson no tenían hijos y sólo los acompañaría Mark.

La muchedumbre se agolpaba en el puerto para despedir a los pasajeros: familiares, amigos, sobrinos, tíos… Mark Cooper llevaba su baúl en una mano y en la otra el bastón. No había querido desprenderse de él, es que nunca lo hacía y su familia no se daba cuenta de nada. Siempre les pareció normal, menos a Alan que acechaba entre los pasajeros de tercera clase. Estaba preparado para zarpar con ellos, a escondidas, con la intención de recuperar algo que le pertenecía. Su avaricia iba en aumento como su delirio. Le había dejado una nota a Harry, su padre, sobre la mesa.

Me voy en busca de la vida y del futuro, la prosperidad que ambos necesitamos. Estoy en el Titanic. Hasta la vuelta.


Cuando Harry vio la nota no entendió; pensó en las tantas locuras de su hijo. Evidentemente, tenía a quien salir. No le dio demasiada importancia porque recordó que le había contado, días antes, que su padre se iría de viaje en el coloso. Creyó, al pasar, que Mark lo había invitado y hasta lamentó, con resentimiento, de que no lo haya hecho con él. Luego, reflexión por medio, llegó a la conclusión de que era mejor haberse quedado porque no se llevaba bien con su hermana Rebeca y menos con el aristocrático pedante del marido.

‒Ay, Alan, sí que eres loco ‒murmuró entre el humo del cigarro‒. Vamos a ver qué le traes a tu padre.

Harry se recostó en una especie de camastro y se quedó dormido. Al rato, gritó entre sueños:

‒¡No!

*

La última mujer
Bengalas rojas

La última mujer (Cap II Los vigías. cuarta parte)

 



           ‒El barco de los ricos mafiosos está por zarpar‒dijo uno.

‒¿Cuándo?

‒Mañana.

‒Bueno sería tratar de desvalijar a alguno de esos desgraciados que viven todo el día de fiesta y fumando cigarros importados.

‒Las mujeres llevan collares caros que les regalan los amantes de turno.

‒Hay que tener cuidado porque la zona suele estar vigilada.

Alan escuchó, de lejos, esas conversaciones y la sangre se le convirtió en fuego dentro del cuerpo.

¿Por qué algunos tenían tanto y otros nada? Porque trabajaban y luchaban por superarse, le diría seguramente su abuelo. Ésa era pura teoría y llevaba demasiado tiempo. Él tendría que conseguir la maleta de Mark lo más rápido posible, pero las horas no pasaban y la ansiedad lo consumía…



Se fue para la residencia de Mark con la intención de buscar alguna noticia reciente. No podía pedirle más, pero sí observar sus movimientos. Se acercó a la reja y vio que el ambiente estaba tranquilo. Los perros ovejeros se hallaban atados en el patio trasero y la puerta del jardín se encontraba abierta. Se sentía incompleto, con un afán corrosivo de ladrón que arremete contra la víctima más inocente porque sabía que la oportunidad se le presentaba casi regalada y a sus pies. No podía desaprovecharla.

Se asomó al cuarto de Mark sigiloso como asesino serial pero no vio a nadie. Lejos, se escuchaba a Violet que estaba cantando. Sobre la cama de su abuelo había un abrigo liviano, un sombrero de fieltro y dos maletas: una de ellas era el baúl que, según el anciano, contenía el tesoro.

Alan sintió un escalofrío de ultratumba al comprobar que su abuelo se llevaría el botín a bordo. ¡No podía ser verdad! ¡Maldición! No sabía qué hacer ni qué pensar. El plan se le desbarató en menos de un minuto y la ilusión de apoderarse del dinero ya no podía ser posible.

‒Tramposo‒dijo por lo bajo‒. Ingrato.

‒¡Joven Alan!‒escuchó de repente. Era Violet que lo descubrió espiando por las ventanas‒. ¿Necesita algo? ¿Por qué no entra a la casa y se despide de su abuelo que mañana parte de excursión?

‒No, me emocionan las despedidas.

‒Oh… No diga eso que acá no se va a morir nadie. Es por unos días que se va. No sea tan sensible. Es un niño, usted. ¡Tan tierno!‒comentó Violet con cierto candor.

‒Gracias, soy muy sentimental.

‒Bueno, si le hace mal yo le digo que usted vino a despedirse y que le dejó un abrazo.

‒Sí, mejor‒respondió Alan y escapó perturbado por sus mentiras del jardín de Mark con las ambiciones destrozadas.

‒Pobre Alan, parece tan desvalido‒murmuró Violet frente al sol que le tocaba la sien como augurio de días encantadores y positivos para todos.

*
LA ÚLTIMA MUJER
1912. TITANIC

La última mujer (Cap II Los vigías-tercera parte)


 

‒A veces me siento tan sola aunque esté contigo‒comentó Rebeca en voz baja mientras doblaba la chaqueta que iba a usar al día siguiente.

‒¿Por qué, amor?

‒No sé. Eres tan callado. No me cuentas lo que sientes, si sufres o no, si estás feliz o te abruma esta convivencia. Si te aburres conmigo.

‒Estoy bien.

‒No parece.

‒Dejemos de hacer planteos y pensemos en los hermosos días que nos esperan frente al mar. ¿No es maravilloso?

‒Sí. Trataré de disfrutar mucho de este viaje inolvidable.

Por otro lado, Carl y Amy Bramson debatían los pormenores de aquella travesía con alegría. Tenían que buscar a la mamá de Amy para que se ocupara de la casa y de los niños mientras ellos estuvieran ausentes. Ése era todo un tema.

‒Doy mi palabra de honor que va a aceptar‒dijo Amy ante las dudas de Carl porque la buena señora era muy independiente y no le gustaba estar muchas horas de niñera.

‒Podríamos llamar, en todo caso, a mi mamá que es tan amorosa y le encanta venir de visita, jugar y entretener a nuestros hijos.

‒¡Ya nos vamos a pelear de nuevo!‒gritó Amy‒. Sabes que como mi adorada madre no hay otra.

‒¡Las mujeres! ‒exclamó Carl cansado de hablar de las suegras.

La conversación, casi frívola, no se empañó en ningún momento por un mal augurio. Ellos, a pesar de ser muy amigos de Rebeca y el esposo, no sabían de la enfermedad. El matrimonio Cooper-Taylor lo mantenía en secreto porque no quería que la gente mirara a Rebeca con compasión ya que era tan joven. Esa cruz no podía cargarla, era doble, y la quebraba…

Para salir de los atajos hay que estar bien de espíritu.

Rebeca eso lo sabía muy bien. Se necesitaba fuerza y valor, tener el alma pura de sentimientos negativos y soñar con aquello que podría ser posible: la sanación.

‒Yo creo que después de esta hermosa experiencia, Rebeca va a quedar embarazada‒comentó Amy.

‒Puede ser.

‒¡Sí que eres corto de palabra! Ay… sí. Sería maravilloso. A ese matrimonio le falta un niño.

Carl se quedó cavilando unos instantes. Le sorprendían las palabras de Amy y también lo tranquilizaban.

‒Un hijo es una bendición y Dios sabe cuál es el momento indicado para enviarlo. No hay que tener demasiadas expectativas.

‒Yo la adoro a mi amiga Rebeca y pienso que ahora es su momento. Ella lo desea, lo sé desde siempre.

 

 


Alan merodeaba por la ciudad buscando cómplices. Había algo extraño en esas sensaciones, algo perturbador que resultaba a la vez absurdo y antagónico. Se sentía más cruel y en su interior aparecía un deseo obstinado, la fluidez de imágenes desordenadas que pasaban por su memoria como el agua en un molino; sentía que lo sujetaban todas las ataduras de una prisión y también una libertad desmedida que le invadía 
el alma. En el soplo de su vida, se veía perverso igual que un esclavo vendido a algún demonio innato. Estaba embriagado por el deseo de posesión y eso lo llevaba a cometer actos impropios.

Caminó por un callejón lleno de perros y tachos, con grandes lagunas de agua estancada y verde. Allí conocía a algunos amigos de esos que suelen caminar por rutas oscuras.

‒El barco de los ricos mafiosos está por zarpar ‒dijo uno.

**

La última mujer
La última cena


Quiero saber de ti...

 




          −Me siento tan infantil.

−No –murmuró Paula y le dio un abrazo. Lo veía tan entregado que le daba inmensa ternura. Ese amor que sentía por Hellen era tan intocable y puro que seguramente le duraría toda la vida. La había idealizado demasiado, transformándola en un ser lejano a lo terrenal, una especie de ángel sin vida propia que besaba con labios fríos. La mujer estampa que aparecía y se ocultaba dejando amor en sus ojos azules, plegarias en sus manos, y la inocencia cargada de letanías. Era la misma bandera, una gaviota, el fervor, la mirada, el triste viaje. ¿Dónde? Nadie lo sabía. Leonor se encargaría de averiguarlo si podía, pero eso significaba esperar y Facundo tenía demasiada ansiedad. La impaciencia que tendría que sepultar bajo tierra porque la vida estaba por venir y ese pasado era sólo eso: ceniza.

Hellen, escribe... Guerra de Malvinas-1982       https://amzn.eu/d/4DW6eFo
Novela basada en hechos reales
EL AMOR EN LA GUERRA
¿Y después?
DOS MUJERES, UN DESTINO

A Facundo Cruz le tocó ir a la guerra, sin tiempo para imaginar lo que podía ser el campo de batalla. Era un joven, casi un niño, que no sabía manejar un arma, pero que lo hizo con valentía y entrega como todos y cada uno de los soldados argentinos.


En ese ambiente hostil, por un capricho del destino, conoció a Hellen Pusset, una kelper inglesa, que no había podido escapar de los combates. Ella tenía cinco hijos que vivían la tragedia y la aventura de no saber cuál sería su futuro.
Facundo se enamoró de Hellen y vivieron un amor platónico, entre las balas y a merced de quienes tenían la última palabra.
Cuando terminó la contienda se separaron…

Y llegó: la soledad y la marginación, la ausencia de oportunidades, la indiferencia, el poder y la ausencia del mismo, los desenlaces… El adiós de los compañeros.

Facundo se casó con otra mujer, pero ese pasado lo condenó a las sombras y arrastró su matrimonio a conflictos que duraron veinte años. Él seguía pensando en Hellen y en cómo encontrarla después de tanto tiempo. No sabía dónde buscarla, pero tenía la convicción de que la volvería a ver para revivir la bella historia de amor.

Marianela, su esposa, también fue parte de la realidad que no supo o no pudo manejar. Pero dejó un mensaje, a su manera, de cómo se lucha, se vive y se ama, a la par de un ex combatiente.

Cuando volver a casa se transforma en otra guerra...

Su propio infierno o su propio cielo

 


Hoy vivimos cargados de miedos, demasiadas piedras sobre la espalda tenemos que sostener. La humanidad en crisis nos obliga a armar una burbuja para evadirnos, de alguna manera, de esa realidad. Me pasa. En Argentina estamos al borde de... siempre al borde del abismo, siempre crispados y dolorosamente tristes. Pero no somos los únicos; el mundo está deshumanizado.


Los miedos de Manuela eran otros.
A la distancia, parecen pueriles. Ella, la mujer que yo conocí, vivía entre salmos y rezos, flores y consejos que traía desde un pasado añejo, el de sus padres. Ella no había crecido y tenía dos hijas que educar, pero no sabía cómo hacerlo.

Siempre dispersa, pensando en sus tortas de limón, no reparaba que sus hijas necesitaban libertad.
Yo la tenía, mi madre era distinta.
Aquellas niñas presas de las angustias de su madre crecieron diferente: una obediente y sumisa, la otra rebelde y extrovertida.

El destino se encargó de llevarlas por el camino equivocado... y Manuela también.

Gracias por apoyar mi libro después de tanto tiempo de publicado (2017)

**
EL SILENCIOSO GRITO DE MANUELA (libro plagiado en amazon)
ETERNAMENTE MANUELA

Si desean descargar la novela click en este enlace👇👇

.
.
En mi libro "El hombre solo" cuento la historia de un personaje que, creyendo que eran los otros los que hacían de su vida un infierno, huyó a las regiones más recónditas de una montaña. Notó, sin embargo, que aun en su aislamiento completo y absoluto la angustia y la amargura seguían atormentando su mente. Después de muchas reflexiones, llegó a la conclusión de que él era su propio infierno o su propio cielo. 

L.Trevisan

La trama del adiós. Las ofensas, el abandono... los justos

 


Mi libro "La Novia. ¿Ella regresó por amor?" Ha cambiado de título y para ello lo tuve que publicar de nuevo.

Nunca estuve conforme, me parecía un título demasiado común y que no decía nada; de todas maneras siempre me cuesta muchísimo encontrar el nombre del libro más que escribirlo...

Ahora se llama: "La trama del adiós" y tiene una segunda parte que está esperando la resolución de un jurado. Si no pasa nada, como siempre, la subiré a amazon porque es la continuación de esta historia, aunque se puede leer de manera independiente.

El enlace es otro



Posicionado en el top 100 del Premio Literario de Amazon 2017

REALISMO MÁGICO DE LA LITERATURA HISPANOAMERICANA.

"HAY DOLORES QUE SE EXPRESAN CALLANDO"
E.GALEANO

Salvador Ferrer se sentía agobiado por una familia demandante que reclamaba a toda hora dinero, salidas, viajes. Se había casado con una mujer que no amaba. Él era un hombre que le gustaba vivir bien pero creía que en su alma se libraban demasiadas batallas. Se llevaba mal con toda su familia:

Dolores, su esposa, era fría y calculadora; su hijo mayor Roberto tenía problemas con las adicciones, Mía era rebelde. El único que calmaba sus ansiedades y temores era Guillermo, el más pequeño.

Un día, Salvador Ferrer apareció muerto.
Dicen... que se quiso suicidar.
Su esposa y su hijo mayor trataron de ocultar el hecho y entonces comenzó para ellos la verdadera tortura existencial. Un camino impredecible de misterios, reproches, intrigas y reclamos, como si alguien quisiera cobrar alguna deuda antigua.

Todos, de a poco, fueron pagando por esa muerte injusta. ¿Quién mató a Salvador Ferrer? ¿Su esposa, su hijo...?

----------------------Reseñas y 21 valoraciones

De Verónica Calvo (España)

Luján Fraix es de estas escritoras que tiene un mundo propio y por lo tanto, su propio estilo.
La Novia nos adentra en una historia familiar con personajes bien construidos que llevan su propio peso dentro del clan y la sociedad.
Creencias, intereses, pasados,rencores, intereses, mentiras... todo esto se destapa con crudeza cuando un hecho luctuoso sacude los cimientos de esta familia. Pero, ¿quien es esa mujer vestida de novia?...
Fraix desarrolla esta novela con lenguaje cercano y nos sitúa en un escenario cotidiano donde los personajes cargan su propio infierno.
El estilo de esta novela es cercano al teatral por la presentación de escenas y diálogos, lo cual agiliza la trama pues sitúa directamente en el foco de la escena. Es el sello personal de la autora.
En mi opinión, entretenida y bien escrita.

💙

De Maite Lorenzo (España)

En la vida nos encontramos hechos que son inexplicables, pero tienen una razón de ser.
El protagonista de la novela se mueve en una ambivalencia que le atormenta, y es porque vive entre
personajes con valores muy dispares. Y él es consciente de lo bueno y lo malo que le rodea.
Muy bien narrada; la autora maneja con maestría la descripción de los personajes.
Leeré más escritos por Luján

¿Qué es un microrrelato?

 



LA TRAMPA

Siempre vivió al pie de la letra, maniático y exacto, en ese claustro que, por ser tan sagrado, jamás lo instigó al desorden.
Un día apareció un revólver en su mano junto a su cuerpo helado. Tal vez, alguien se burló de él...


¿EXACTITUD O IMITACIÓN?

El gran pintor se paseaba entre sus alumnos que dibujaban casas, árboles y paisajes. Cuando él se acercaba, ellos escondían sus obras por vergüenza.
Al otro día, el artista copiaba las imágenes en su lienzo.
Evidentemente, lo hacía mucho mejor.


ECOS

Lejos, blanquea el pueblo...
Las puertas están selladas, bloqueadas por el yeso de las piedras; el aire es caliente y el reducto brilla por la luz del oro que quema; allí, entre el polvo y el escalón, está el sarcófago dorado. Trae consigo el destierro de los antecesores, el galope de los caballos y el rechinar de las armas.
El sarcófago está abierto. Alguien camina por los pasillos oscuros.
La tapa del ataúd se cierra con violencia. El paseo terminó.


LA VIDA DEL SILENCIO

La araña trepa por la pared de la antigua casa.
Ella entra despacio al cuarto vacío de su hijo. De pronto, escucha un llanto. Desesperada, abre un ropero. En el fondo, hay una caja con un muñeco roto en mil pedazos. Mira a un lado y al otro...
En la puerta, parada, la soledad.


Lujan Fraix