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Mejor sola...



Obras de Marcus Stone


Escuchaba sus continuas disculpas,
con paciencia.


Un día,
me escribió una carta...


y dos y tres...
Me regalaba bombones y flores.


Yo sufría
y él siempre me pedía perdón
por alguna u otra circunstancia
que me atormentaba,


que me llenaba de dudas.


Él venía a la puerta de mi casa
a hablarme de su falta de compromiso,
queriendo cargarme de culpas.

¿Por qué insistía
sino me amaba?

Lo dejé partir,
 se fue diciendo:
"te vas a arrepentir..."

Fue allá por 1980...


Mejor sola...

Necesito un hermano




Yo soy hija única.
De niña,
no me importaba demasiado...,
tenía muchas amigas,
jugaba todo el día
y cuando estaba sola me encerraba en mi cuarto
a leer, escribir
y vestir a mis muñecas.

En esa soledad
me sentía abrigada y contenida.

De grande,
necesité más de una vez la presencia de un hermano,
para compartir los mismos dolores,
las responsabilidades,
el cuidado de los padres
que fue lo más difícil para mí.

Un hermano siente el mismo amor
por ese ser que le dio la vida,
la misma obligación... creo...

A veces,
la soledad se siente igual aunque estemos rodeados de gente.



"Busqué mi alma, pero no la pude ver.
Busqué mi Dios pero me eludió.
Busqué mi hermano y encontré a los tres."



Anónimo


Chabela se llamaba...





Siempre me gustó la moda. De niña, mi madre me cosía vestidos con volados y puntillas, blancos y de otros colores con telas que me regalaba mi madrina; las traía de viajes que realizaba siempre, no por placer sino por salud. Ellas me vestían como muñeca, me adornaban porque era "su niña". 

Recuerdo que mis amigas me venían a buscar para ir al cine y yo si tenía que salir con la misma ropa que el sábado anterior no iba, me encaprichaba, no quería que nadie fuera al cine. Aquella pollera escocesa con corbata haciendo juego, medias y zapatos de charol era hermosa pero no podía repetirla otra vez.

De adolescente, miraba revistas y desfiles en televisión y si no encontraba algún modelito que me gustaba me lo hacía. Aprendí a coser como mi mamá. Me gustaban, como ahora, los vestidos y tenía muchos...

El mundo de la moda me atrae demasiado y siempre me gusta estar arreglada, no para otros sino para mí misma; me hace bien, me levanta el ánimo.

Por eso tengo mi blog María Cielo que es una especie de revista de modas y manualidades como aquellas que compraba mi madre: Chabela se llamaba y traía también algún cuento que yo, por supuesto, devoraba...

Luján Fraix


Les dejo la dirección de mi revista (blog)

Tertulias de la abuela: postal de primavera




En el hemisferio sur 
ya falta poco para la primavera tan esperada...


Es por eso que quiero
recordar mis 21 de septiembre hermosos de aquellos años,
de libros, rosas y sueños.


Con mis compañeros de colegio
nos íbamos a un parque que se llama Sarmiento
a pasar el día...


escuchábamos música junto al río,
conocíamos amigos de otras ciudades.
Todo era alegría, descanso, esperanzas...
y deseos de hallar la felicidad
que se resumía en momentos simples.


Pasear en bici,
cantar una canción...
querer enamorarse para toda la vida.


Esa vida cincelada con manos maestras
era todo un desafío
porque nos invitaba a recorrer caminos,
a no preocuparnos por nada...
a dejarnos ser.


Inolvidables momentos que no volverán
y que quedarán por siempre grabados en la memoria
como parte de una historia,
la mía, la nuestra... la de todos
aquellos que tienen ideales que parecen inalcanzables
pero que no lo son tanto
porque  los senderos
conducen a buscar aquello que nos falta,
para completarnos...


***




POSTAL DE PRIMAVERA

Era muy feliz por aquellos días...
La esperanza invadía mi mundo en donde la música encontraba sus horarios, era perfeccionista y solitaria, espiritual...

Me abandonaba a las ideas intelectuales con una mirada pulcra de joven rebelde. No veía a la gente porque soñaba con una de mis grandes obras: encontrar un amor verdadero que llenara los huecos vacíos con la sabiduría del equilibrio.

Dibujaba poesías, pintaba cuentos... con un sentimiento único e irrepetible y con el íntimo deseo de permanecer a la vera de los días, razonablemente feliz.

Existía una historia demasiado adulta que me esperaba entre libros y patios, con un jardín de pétalos chinos y de golondrinas. Yo me sentía abrigada entre los recodos de mi casa colonial y en la periferia de un arca poblada de gatos me dormía para seguir soñando...



El abuelo Eduardo y su apatía





El abuelo Eduardo con los años se había vuelto muy apático.
A la tarde,
venía desde su casa por la callejuela,
cruzaba el terreno,
salía por el portón de rejas altas 
y llegaba a mi casa.

De lejos,
se escuchaba su murmullo de anciano disconforme
mientras se llevaba las herramientas del galpón:
un martillo, la pala y el rastrillo.


Mi papá sabía que cuando faltaba algún utensilio
era porque su papá se lo había sacado sin permiso
como si fueran de su propiedad.

A las seis de la tarde,
el abuelo Eduardo,
huraño y displicente como un eremita,
tomaba la sopa 
preparada con verduras, hierbas aromáticas y fideos
acompañada con pan y queso gruyere
que le cocinaba la abuela Juana
porque ya no le gustaba el guiso chacarero.
Si había alguien de visita los echaba con sutilezas
y si no lograba que se marcharan
cenaba sin levantar la vista del plato.
Juana le daba los gustos pero estaba triste;
lloraba y cerraba las puertas con doble candado.

Ella seguía teniendo temor 
y esperaba de manera inminente
un acontecimiento dramático, impreciso e inevitable.

Luján Fraix



"La angustia es una combinación de aprensiones,
incertidumbre y miedo,
manifestadas preferentemente de forma corporal;
puede ser neurótica o representar la respuesta
ante una situación real externa.
En ambos casos,
es una reacción del Yo o ego ante el peligro"


Sigmund Freud