domingo, 21 de abril de 2024

Buenas y Santas... (Cap 8. La huida-3era parte)

 


Doña Emma no la miró y se dirigió al rancho del capataz. Cruzó la alambrera rompiéndose la falda. Estaba furiosa.

Antonio, cansado de las disputas domésticas, estaba armando un aparato para podar árboles cuando la patrona de la estancia entró a la cocina.

‒¡Cómo te atreves a tocar a mi hija!

Él se asustó de aquella visita intempestiva y le respondió con respeto como lo hacía siempre a pesar de los atropellos de doña Emma y su rara manera de comunicarse con sus empleados de confianza.

‒Yo la traje del bosque. Estaba cerca del río; no sé qué hacía allí realmente.

‒Insinúas que se iba a suicidar.

‒No sé. Lloraba y no quería volver a la casa. Yo solamente la convencí para regresar. Eso es todo.

‒Cuídate de mí ‒le contestó tratando de amenazar al capataz que ya no le importaba nada de todos ellos.

                                                   

Felicitas avanzaba, sostenida por Remedios, ceñida la frente por la corona de azahar y pálida como el blanco raso de su vestido. Doña Emma recordó el día de su boda con Emilio. Se veía entre los trigos cuando se dirigía a la iglesia. Estaba alegre. Ahora no pensaba en el abismo de Felicitas y sus súplicas. Era una mujer mezquina y perturbada. Parecía estar en perpetua venganza contra alguien; esos fantasmas interiores que la torturaban desde tiempos inmemoriales: cólera, celos, miedos, alejamientos, secretos…

Jeremías, el criado negro, se retorcía de angustia al ver a la niña tan mal. No entendía el porqué de la situación y Antonio desde los ventanales, con lágrimas de impotencia, se estremecía de angustia.

Felicitas se desmayó y hubo que llamar al médico. Hermetismo total. Se suspendió la prueba del vestido de novia y doña Lucía tuvo que partir para el pueblo. La llevó Bernardino en el auto.

‒Perdone tantas molestias. No volverá a suceder.

‒No se preocupe ‒dijo la modista‒. Suele ocurrir este tipo de cosas cuando las jóvenes están cerca de la boda.

 

 

 

Raúl Neder había venido a la estancia a ultimar detalles porque faltaban tres días para el casamiento.

‒Estoy preocupado por mi hermana ‒dijo Bernardino cuando lo vio llegar tan contento y ajeno a lo que, en realidad, estaba sucediendo.

‒¿Qué le ocurre?

‒Se volvió a desmayar. Está pálida y rara. Yo no quiero que Felicitas sufra y veo que esta boda no le hace nada bien. Temo que se enferme de verdad.

‒No sé qué decir. La fecha está próxima. Tú sabes, un hombre como yo no quiere hacer el ridículo frente a la sociedad.

‒¡Al diablo con la gente! ‒gritó Bernardino‒. Te estoy hablando de la salud de mi hermana. No hay nada más lamentable que arrastrar culpas. Si el dolor de Felicitas pudiera beneficiar a alguien, la idea del sacrificio tendría consuelo. Igual sería inadmisible.

‒Beneficia a tu madre ‒dijo Raúl.

‒¡Y a ti!

‒No, yo no quiero obligar a nadie a hacer lo que no puede por falta de amor o por otra cosa.

‒Pobre hermana. Parece obligada a una santa misión.

**
BUENAS Y SANTAS...
Los hijos olvidados
-----------------Emma, La rebeldía de querer amar, Llorar por dentro, luchar por la libertad, Me quiero ir, secretos de sangre, secretos de familia, Mi soledad tiene alas, Nunca más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario