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Buenas y Santas... (Cp 7. Antonio, el capataz-1era parte)

 


7-ANTONIO, EL CAPATAZ

 

¿Quién, al andar por el crepúsculo

o al trazar un fecha de su pasado,

no sintió alguna vez que se había perdido

una cosa infinita.?

 

Jorge L. Borges

 

 





SANTA FE DE LA VERA CRUZ

RESPETAR A LOS HIJOS

 

Los días cálidos Felicitas bajaba al jardín. El rocío ponía en las hojas encajes con  sutiles hilos que iban de unas a otras. Los pájaros se abrigaban en sus nidos, la espaldera cubierta de paja y la parra bajo la albardilla del muro capital daban un marco a la estancia de soledad y de recogimiento. En el abetal, junto a la cerca, Jeremías fumaba en su pipa.

Doña Emma entraba a la casa y cerraba la puerta, arreglaba la chimenea y, desilusionada, sentía con más intensidad el aburrimiento y la inercia que no la dejaban en paz. De lejos, se escuchaba la conversación de Atilio y Bernardino.

 ‒Tenemos que dejar descansar la tierra este año.

            ‒Sí. El lote del río, pasando la casa de Manuel Tuvache.

‒Es mejor a tener una cosecha floja, que no nos deje un margen de ganancia.

Felicitas, sentada en la galería, observaba tristemente el horizonte y Antonio iba y venía, nervioso. Doña Emma se detuvo a mirar su andar recatado pero extraño. Desconfiaba de todos.



Antonio era moreno, de mirada penetrante pero tierna, como un niño sin protección. Doña Emma lo analizó, a través de la serenidad de su carácter frío, y vio en él un hombre. Ya no era aquel huérfano recogido como hijo en tiempos de reproches, aunque prefería ignorarlo para no tener un problema más. Remedios, con la ropa seca de la cuerda, lo seguía por detrás de la cerca. Le hablaba como una maestra a un alumno desobediente mientras él intentaba, con educación, eludirla. Felicitas escuchaba pero su mirada se perdía con la timidez de quien no quiere hablar pero necesita desahogarse. Algo la mortificaba tanto que no podía justificar sus silencios.

“No hay equidad en este mundo sin principios”, pensó.

‒Niña Felicitas ‒irrumpió Remedios‒. Antonio no me escucha, necesito hablarle y él se escapa de mí pero a la vez me da esperanzas.

‒¿Y qué te dice?

‒Que cuando se quiera casar me va a buscar, que no lo apure, que él me ve como una muchacha seria y no me quiere ver sufrir. Por ahí…dice también que él no es buena persona y que no me conviene.

‒Esas son excusas propias de los hombres para no herirte, mujer. ¿Cómo eres tan ingenua?

‒Lo soy porque lo amo. Sin él no podría vivir.

‒Estás ciega, ¡pobre, Remedios!

‒No me diga así que me va a hacer llorar. Yo soy muy sensible, sabe.

‒Bueno. No deposites tantas expectativas en alguien que no desea tener novia o que no sabe lo que quiere. Deberías dejarlo un poco libre y solo para ver qué hace… Indiferencia.

‒¿Y si se va con otra?

‒Y bueno, Remedios, te habrás dado cuenta, finalmente, que no era un hombre para ti.

‒Oh… usted vio lo apuesto que es.

‒Sí, mujer, juicio por favor. Debes tener un poco de dignidad. Prométeme que harás lo que te pido.

**

BUENAS Y SANTAS...
Los hijos olvidados
-----------------Emma, mi hija, mi hija no me quiere, el vagabundo y la millonaria, viejo mundo.

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