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La última mujer (Cap IV. "El palacio flotante"-3era parte)

 


Cerró los ojos e intentó ignorar los sonidos, el olor, el miedo, el dolor. Sigue viva, se ordenó. Sigue. Viva.
 "El ruiseñor" (2015), Kristin Hannah.

Al otro día, se reunieron en el restaurante A la Carte . El salón se hallaba concurrido y las damas mostraban sus brillos entre los murmullos y las risas. Rebeca llevaba un traje de terciopelo con mantón y Amy un vestido de varios paños formando un festón bordado en seda y botones, cinturón liberty y borla. Wilson con chaqueta de cierre cruzado más informal y canotier-sombrero de paja de ala ancha y copa cilíndrica-, los demás chaleco y corbata gris o azul oscuro. Mark tenía un canotier de fieltro labrador.

Frente a los concurrentes, sobre una tarima, un hombre que parecía ser actor, de unos treinta años, comenzó a hablar en voz alta:

‒Damas y caballeros, me llamo Scott y voy a contarles una historia. Espero que sea del agrado de ustedes:

Agnes Brown discutió en la trastienda con Sharon Queen. La primera era muy atractiva y talentosa, la otra recién comenzaba el camino de la actuación. El escenógrafo preparaba todo; Hacía varios años que tenía ese empleo y conocía con exactitud los entretelones de la competencia. Agnes, la de más experiencia, no era una persona fácil, tampoco declinaba su actitud frente a ningún agravio ni ante el desparpajo de Sharon que improvisaba ademanes propios con una torpeza de principiante.

»Nueva York, el escenario.

»Charles Cromwell estaba ordenando los biombos, ellas no lo veían…

»‒No eres gran cosa, podría superarte cuando quisiera‒le dijo Sharon.

»‒Yo podría robarte la escena sin estar presente‒respondió Agnes.

»La joven se rio sarcásticamente igual que el escenógrafo que no podía comprender tan absurda respuesta. Era obvio, que los segundos se encargarían de desentrañar las dudas y alguna quedaría exánime por el ridículo.

»Esa noche, Charles colocó los muebles y varias copas. Juntas representaban un acto al fin del cual Agnes salía de escena y dejaba a su interlocutora hablando por teléfono. Esta vez, la veterana, que había estado bebiendo champagne, salió, pero antes dejó la copa al borde de la mesa en posición tan precaria que el público quedó en suspenso mirándola.

»La gente murmuraba con nerviosismo mientras los segundos pasaban y Sharon era una acróbata solitaria, ya que nadie la veía ni la escuchaba actuar porque estaba obsesionado con la copa.

»El escenógrafo no se dio cuenta hasta que el cáliz se cayó, se rompió en mil pedazos e interrumpió de manera alevosa la obra.

»Al otro día, se escuchó una voz:

»‒¡Charles Cromwell colocas las cosas frágiles en cualquier lugar eres un inepto!‒gritó Sharon Queen.

 

Los presentes irrumpieron en un aplauso cerrado ante el relato tan bien contado y con el histrionismo de un profesional. Scott se llevó las miradas y los elogios de las damas que quedaron encantadas con su simpatía.

En el barco había todo tipo de espectáculos, desde teatro y música con orquesta hasta salón de baile. No podían ni debían aburrirse. Lo que querían lo pedían… Demasiado bello para ser real; el coloso era una caja de sorpresas.

Mark, después de la velada, se fue a su camarote. Mientras caminaba por el pasillo alfombrado vio salir corriendo a un joven igual a su nieto. Parecía venir desde las mismas entradas del palacio flotante .

“No debo pensar tanto en él”, reflexionó Mark.

Estaba tan aturdido entre tanto festejo que necesitaba una siesta. Veía doble y el malhumor iba en aumento. Hasta su nieto Alan se le cruzaba y lo convocaba a los desafíos. Se sentía agotado de la falta de criterios y del desamor de ese niño que, sin imaginar, aparecía en la nave.

“Qué feo es llegar a viejo”

Se durmió contando ovejitas negras mientras unos ojos lo observaban desde la puerta que había dejado, por descuido, entreabierta. La maleta se encontró sobre la mesa redonda de roble. Nadie la había tocado, ni siquiera Mark.

Alan Cooper desapareció tras escuchar unos pasos y se fue a la cubierta donde había un gimnasio junto a la segunda chimenea. El corazón le latía con fuerza, se sintió observado por los pasajeros que iban y venían con sus delirios de acaudalados vacíos. Los odiabas. Era un hombre a solas que luchaba contra sí mismo. Nadie se preocupaba por él; estaba a la deriva de las horas, como los pasajeros.

“Hoy no pudo ser, veré mañana”, pensó con fastidio. Su propósito se transformaba en una pesadilla mucho más difícil de lo que pensó en un primer momento.


El ojo del mar miraba a través de los cuerpos y les dejaba un mensaje que no podía ver. El Titanic se convertía en una caverna que albergaba tantas ilusiones como milagros, sin pasado ni porvenir. Cada uno estaba donde correspondía; Para Alan el barco era una jaula. Necesitaba volar lo más rápido posible contra el viento, entre las olas.

La libertad es un derecho.

Cuando llegó a tercera clase, después de sortear varios obstáculos, se sintió agotado como un náufrago que pisaba tierra después de nadar muchas horas. Se fue al cuarto, pero antes tuvo que pelearse con un compañero que acababa de salir de su camarote. Lo encontré revisando sus cosas.

‒¿Qué buscas?

‒Nada.

‒Y entonces… ¿Quién te autorizó para entrar allí?

‒Un anciano ‒dijo y huyó.

**

LA ÚLTIMA MUJER
---------------Titanic, El baúl de los recuerdos, La noche más larga del año, Témpano de hielo, El cariño no se mendiga, Madre noche, Bengalas de luz.


PRESENTE EN LA FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE BUENOS AIRES 2024.

MINISTERIO DE CULTURA DE LA PROVINCIA DE SANTA FE-ARGENTINA.

 


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