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Buenas y Santas... (Cap 6. El embrujo-1era parte)

 


6-EL EMBRUJO

 

“No seguimos ya el mismo camino,

no navegamos ya en la misma nave.

Ya no busco el puerto sino el alto mar.

Si naufrago, te eximo de duelo”.

 

Gustave Flaubert

 

 

  

SANTA FE DE LA VERA CRUZ

LOS PECADOS


Felicitas, en su cuarto, lloraba. Pasaban por su mente mil ideas, mas no pudo armar ninguna. Era preciso para ello que hubiera descubierto un nuevo lenguaje: el de la luz y el de la forma. No hacía más que mirar y pensar en aquella tenebrosa noche que había vivido, allá donde quedaban perdidas en la bruma sus pasiones, sus ideas y sus errores de adolescente.

Remedios se acercó en silencio y se asomó a la habitación como quien mira desde el borde un pozo donde una persona se ha caído y se sumerge en las aguas negras.

Felicitas parecía volver desde muy lejos. Vio cómo la miraba Remedios, hizo un movimiento de vergüenza y ocultó su rostro como si hubiera cometido un crimen.

‒¿Qué tiene, niña?

‒Me siento mal.

‒Llamo al médico.

‒No, es como si tuviera el alma desgarrada en mil pedazos. Necesito el perdón.

‒¿De quién?

‒De todos.

‒Ante un acto cualquiera de generosidad, de heroísmo, de locura… no hay que pedir perdón sino hacerse responsable porque siempre existe una razón. Hay que tener valor. Yo no sé qué le pasa pero no tenga miedo porque así es la vida. Se necesita cometer errores para crecer.

Doña Emma, enfurecida, escuchaba la conversación detrás de la puerta.

‒Trágicos son nuestros crucifijos pero hay que cargarlos‒volvió a decir Remedios mientras Felicitas la escuchaba tratando de asimilar sus agónicas palabras.

Resultaba incomprensible para doña Emma ese diálogo pero se mantuvo en silencio  escuchando lo que Remedios le decía a Felicitas, quien apenas murmuraba…

‒Patrona‒dijo, de repente, Jeremías que apareció tras el jarrón que estaba al borde de la escalera con un candelabro.

‒¡Calla! ¿Qué buscas?

‒Llegó el hijo de don Simón Neder.

‒Oh… ¿Qué quiere?

‒Saber cómo está la niña.

‒Dile que bien y despídelo con amabilidad, pero… No mejor deja que yo lo atienda. Tú dedícate a tus cosas.

Doña Emma bajó a la sala y se encontró con Raúl; un hombre que conservaba la mesura y el decoro.

‒Buenos días. Tome asiento. ¿Qué lo trae por aquí?

‒Doña Emma necesito contarle que el día que desapareció Felicitas ella estuvo de visita en mi campo. Yo estaba arando la tierra y apareció en su caballo. Se la notaba ansiosa y dispersa, como buscando algo que no encontraba o como queriendo escapar de una manera irresoluta y poco convincente.

‒Qué hablaron…

‒Nada, muy poco, ella estaba inquieta.

‒Usted la conoce. Es rebelde e inmadura, desobediente y caprichosa. Ahora se empeña en armar historias misteriosas para alterarme los nervios. Sabe cómo hacerme enojar y lo consigue. Le hago una pregunta pero necesito que lo piense. ¿Usted se casaría con Felicitas?

Raúl Neder palideció. Se sintió espectador de esas palabras como si no estuvieran dirigidas a él.

‒Yo.


        ‒¡No! ‒dijo doña Emma con resolución‒. Me contesta después que lo haya pensado.

‒No creo que Felicitas acepte unirse en matrimonio.

‒Eso no importa. Ese hombre Mariano Pelayo me desordena las ideas. ¿Usted lo conoce?

‒No. Dicen que vive detrás del gasoducto, cerca del vivero de don Ulises Juri en una finca rodeada de musgos y helechos.

‒Para mí es un impostor, un ser oscuro, furioso e indigno, pero le tengo miedo a su embrujo.

‒¿Embrujo?

*
BUENAS Y SANTAS...
Los hijos olvidados
------------------Emma, la madre, adolescencia temprana, llorar por dentro, llorar por todo...

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