Translate

“Cuántos corazones tocaste, ése será tu legado en esta Tierra” ( Patti Davis)

 




Querida Rosaura-¿Cuánto dura el amor? La Eternidad.


La imagen tiene mucho que ver con ella, con la ceremonia del té a las cinco de la tarde... El amor que entregaba en cada mirada y en el consejo, en la palabra y en los valores que, como mensaje, dejó de este lado del camino.

Su idea era continuar al abrigo de los días con el abrazo tibio y la misión elegida. Sembró llovizna en el sendero donde sus pasos quedaron marcados para los que vinieran después a ocupar sus puestos. Así es la vida, lo importante es el legado.

“Cuántos corazones tocaste, ése será tu legado en esta Tierra” ( Patti Davis)

"El provecho de uno es el perjuicio de algún otro " (Michel E. De Montaigne)

 


Rosaura sabía que tenía que quedarse al amparo de esa Pampa Gringa razonablemente feliz.

No podía esperar otra cosa, no quería... Su mundo limitado era el refugio donde el abrazo la sostenía, la lágrima que la cubría, el deber... Magdalena, su madre, la orientaba por el camino de sus propias leyes, con obediencia y dedicación.

Quería estudiar piano: ¡no!

Las niñas debían aprender a coser para vestir a las tías ricas que no querían gastar en modistas.


  • El provecho de uno es el perjuicio de algún otro. (Michel E. De Montaigne)

Negar la libertad

 






(click en el enlace)


Pintura de Carl Vilhelm Holsøe


Rosaura se arrodillaba al lado de la cama de su madre y rezaba un rosario entero junto a ella. Llevaba la Virgen de Luján en su pecho y parecía una misionera entregada a los oficios religiosos. Magdalena tomaba su mano y no la soltaba hasta que terminaba la siesta. Rosaura, arrodillada, muerta de cansancio, apoyaba su cabeza en el colchón y cerraba los ojos. Estaba dispuesta a dejar la vida, el presente y el futuro, porque todo sin la presencia de su mamá carecía de valor. No quería pensar en ella misma porque no lo sentía; Magdalena era lo primero y lo último en su pobre existencia. Cuando la tarde se inclinaba hacia la pampa, una alfombra besaba la pena y seguía negando la libertad.

"Estoy solo y no hay nadie en el espejo" (Jorge Luis Borges)


Gregory Frank Harris


Sus hijas tomaban el té con bizcochos de bananas y una querelle de dulce de leche y crema, sentadas bajo el espinillo o "aromo del perdón". Se reunían con las amigas en las tardes de sol; de allí miraban a los hombres que cruzaban las avenidas en las galeras. Ellas pensaban que la juventud sería eterna y que nadie les quitaría la notoriedad ni el dinero, pero también entendían, muy en el fondo, que estaban cada vez más solas. De todas maneras, vivían el presente con la parsimonia de un viejecito que ya ha cumplido con la vida. Imperfectas como los días, ellas no tenían olor a pueblo.

-¡Por favor!-se escuchó un grito que venía desde la sala de las visitas.

Estoy solo y no hay nadie en el espejo.


Enlace⇩

Querida Rosaura. ¿Cuánto dura el amor? La eternidad

ARGENTINA
-1923-

LA PROBLEMÁTICA SOCIO-ECONÓMICA DE LOS ARGENTINOS EN ESOS AÑOS.
¿CÓMO VIVÍAN LOS AGRICULTORES HUMILDES EN LAS PAMPAS DEL SUR?

Rosaura Waner fue una persona que no supo disfrutar ni entender la vida. Se entregó a los demás como si tuviera que cumplir una misión.

Amó a su madre Magdalena quien reprimió, desde niña, sus deseos más queridos; la obligó a ser una mujer y a llevar sobre sí las cargas de un adulto.


No disfrutó de los momentos por hallarse inmersa en un pasado que le dejó secuelas hondas: la muerte temprana de Magdalena y la de su hermano Juan José de treinta y cinco años. Si su madre no hubiera fallecido, ella no se hubiera casado.

Rosaura vivió para para llorar de la mañana a la noche a sus muertos, para velar por su hermano menor, Rubén, hasta el último día. A María, su hija, la cuidó como un tesoro que le costó mucho concebir. Sintió terror por su salud porque conocía de memoria el sabor de las ausencias; ahogó su juventud con reclamos absurdos y extendió la doctrina de su madre hasta el final de su historia. Según sus propias palabras amó a un Dios que le arrebató la vida.

¿Puede una mujer vivir para los demás solamente para ser querida, quedarse detenida en el pasado llorando a sus muertos e ignorar, de alguna manera, a su esposo e hija?

¿Cuál será el porvenir de mi pasado?
José E. Pacheco

"Siempre habrá soledad para aquellos que son dignos" (Jules d'Aurevilly)


 Muchos podían imaginar a qué se debía la mirada ausente de don Juan. En su silla de paja rota, sentado como al descuido, con apatía, observaba el camino donde seguramente en un rato llegaría alguna carreta. Su esposa criaba gallinas y vendía los huevos en el pueblo. A veces, guardaba ese poco dinero que le quedaba debajo de los carros, en la tierra, para que nadie se lo quitara... Cerca del cañaveral había un par de vacas, algunos patos y un burro.


Para don Juan no existían los sábados y los domingos, tampoco la Navidad y el Año Nuevo. Él trabajaba todo el día en el campo porque amaba ese pequeño mundo que había heredado de sus abuelos inmigrantes. Eran muy pocas hectáreas en medio de una casa modesta pintada con cal. Cuando llegaban los tiempos de cosecha, don Juan se volvía más callado. Sufría mucho. Es que sabía lo que iba a ocurrir...

Por el camino, cargado de polvo, se acercaban algunas personas enviadas por el gobierno de turno. Se llevaban bolsas de trigo para los necesitados. Don Juan, sin decir una palabra, con las manos en los bolsillos, los veía alejarse y la angustia le oprimía el pecho. Lo poco que le quedaba no le alcanzaba para vivir y para comprar semillas para volver a sembrar el año próximo y entonces se endeudaba.

¿Y si el granizo le destruía los sembrados? Se endeudaba el doble.

¿Quién era el necesitado?

El humilde que en vez de buscar otro empleo esperaba el regalo o el que dejaba su vida de la mañana a la noche mientras otros lo despojaban de la mitad de su digno trabajo.

Don Juan pasó a ser, con los años, el abuelito con las mismas alpargatas rotas, la silla de paja y el corazón triste, disperso, silencioso... el que un día, por fin, dijo BASTA.

L.Fraix

Querida Rosaura
¿Cuánto dura el amor?
La eternidad.

🍀Siempre habrá soledad para aquellos que son dignos.

"Sin nostalgia el sacrificio no tiene valor" ( Arthur Koestler)




ARGENTINA-1923-
La problemática socio-cultural de esa época.
¿Cómo vivían los agricultores humildes en la Argentina de 1923?

Rosaura nació en aquellas tierras pobres con una misión: servir a los demás. Nada era más puro para ella que saber que quien estaba a su lado debía ser feliz. Soñaba demasiado... daba mucho. La vida era desierta y frágil, los minutos se iban y ella se quedaba al borde de los caminos, entre los carros de abuelos, a la sombra del ombú, porque no podía volar. Le habían enseñado que solamente debía pensar, aunque llevara los sueños dormidos para después...

Querida Rosaura. ¿Cuánto dura el amor? La eternidad

 


ARGENTINA-1923-
LA PROBLEMÁTICA SOCIO-ECONÓMICA DE LOS ARGENTINOS EN ESOS AÑOS.
¿CÓMO VIVÍAN LOS AGRICULTORES HUMILDES EN LAS PAMPAS DEL SUR?

Rosaura Waner fue una persona que no supo disfrutar ni entender la vida. Se entregó a los demás como si tuviera que cumplir una misión.

Amó a su madre Magdalena quien reprimió, desde niña, sus deseos más queridos; la obligó a ser una mujer y a llevar sobre sí las cargas de un adulto.

No disfrutó de los momentos por hallarse inmersa en un pasado que le dejó secuelas hondas: la muerte temprana de Magdalena y la de su hermano Juan José de treinta y cinco años. Si su madre no hubiera fallecido, ella no se hubiera casado.

Rosaura vivió para para llorar de la mañana a la noche a sus muertos, para velar por su hermano menor, Rubén, hasta el último día. A María, su hija, la cuidó como un tesoro que le costó mucho concebir. Sintió terror por su salud porque conocía de memoria el sabor de las ausencias; ahogó su juventud con reclamos absurdos y extendió la doctrina de su madre hasta el final de su historia.
Según sus propias palabras amó a un Dios que le arrebató la vida.

¿Puede una mujer vivir para los demás solamente para ser querida, quedarse detenida en el pasado llorando a sus muertos e ignorar, de alguna manera, a su esposo e hija?

¿Cuál será el porvenir de mi pasado?
José E. Pacheco

Nunca dejes que un recuerdo sea más fuerte que un sueño



Queridos lectores, hasta acá llegué con la escritura de los capítulos de la novela. Ha sido un gusto compartir con ustedes esta novela que me ha dado muchas satisfacciones.

---Manuela, una mujer real, a la que conocí y con la que compartí muchos años de mi vida era tal como la muestro, con virtudes y defectos, con miedos y obsesiones, pero también con una bondad arrolladora. Muy religiosa y creyente. Espero que les haya gustado. Si la quieren adquirir en el lateral IZQUIERDO están las direcciones.

Tengo muchas novelas, como diez, seguiré escribiendo sobre otras y también seguiré aportando algo para quien escribe y le pueda servir: interpretación de texto, semblanza de personajes, descripciones... etc. 

Tengo estos dos blog donde hablo también de mis otras obras:

LUJAN FRAIX

LUJAN FRAIX-BIBLIOTECA PERSONAL

Seguiré con mi novela: QUERIDA ROSAURA.


El silencioso grito de Manuela (Cap VII segunda parte)

 




Julián seguía respirando a través de sus hijas y nietas porque aunque Rocío y Encarnación estuvieran muertas él sentía que estaban presentes. Las amaba tanto que hubiera dado la vida por ellas. Damián también era su refugio para enlazar historias aunque debía reprimir sus impulsos y ocultar las lágrimas porque el joven, de quince años, sufría desde tiempos pretéritos anorexia nerviosa crónica que dejaba casi desnudas sus entrañas.

-Abuelo, háblame de mi madre-le preguntaba a Julián que entornaba los ojos y colocaba las manos en forma de cruz sobre el pecho.

-Dile a Manuela, vamos anda…

-No, cuéntame de ella.

Esa noche entre las paredes añosas, mientras escuchaban de lejos los rezos de Manuela, el abuelo comenzó a hablar de Encarnación. Por primera vez desde aquel día, cuando se quedó solo frente a la tragedia, se sintió perdido y a merced de Damián que lo observaba como un ser incomprendido.

-Encarnación es, porque está aquí, bonita de ojos azules. De niña solía correr con sus muñecas sucias detrás de los gatos con la rebeldía de su edad y la sabiduría de un adulto. Contestaba mal, desobedecía a Manuela, pero con su alegría inundaba la casa.

-Muéstrame su fotografía-dijo de repente Damián.

-Hijo mío, no molestes más a tu abuelo que ya está muy viejo.

Damián, tratando de retener la bronca, se levantó, dio un portazo y se fue a la calle. No entendía el porqué de tanto misterio; necesitaba tanto comenzar a ser a través de su madre, olvidarse de sí mismo para conocer su origen. ¿Por qué amaba tanto a alguien que nunca había visto?

Y así fue como su mano movió el picaporte. Era incapaz de huir porque en esa casona se escondía su mamá, aunque fuera solamente un alma coronada de flores. Encarnación alborotaba el aire de los cuartos y algún día, quizá, con la ayuda de alguien, despertaría de la profundidad de los roperos con el cuerpo lleno de algas para cobrar vida en algún retrato.

 


 

Lucía cumplió tres años.

José, su padre, no la había vuelto a ver después de aquel día del desmayo pero sabía, por amigos de la familia, que la niña vivía en el umbral de las sombras. Él no podía hacer nada porque Letizia había llegado a odiarlo. Ella poseía la misma obstinación que tenía Manuela por la muerte, eran tan pasionales para todo que cualquier persona cercana resultaba insignificante. Solían tener conversaciones fortuitas con médicos en la iglesia, en la estación de trenes, en el cementerio… para que nadie sospechara que ocurría algo extraño.

En el medio doméstico en el cual vivían, Lucía solía pisar hormigas, acariciar las amapolas y arrancar los geranios. Jugaba con sus hermanas en un barco anclado en el fondo del patio; esperaba, quizá, el naufragio de ese Titanic que sabía que la travesía se interrumpiría en algún momento.

Aura y brillo, perfume de tulipanes, alguna gata Máxima y el retiro absoluto…

-Aunque estemos acompañados somos individuales; cuando el alma consume el cuerpo, la soledad asoma el vigor y se prepara para compartir el espacio que todavía se puede rescatar-decía Manuela.

Nada era tan trivial y tan monótono que escuchar las reflexiones de esa abuela pueril en momentos en los cuales la angustia se apropiaba de los corazones.

Lucía despojada de aire y en el fondo de una cisterna que se desbordaba por sus cultos, estaba comenzando a regalar sus pocos años a los espejos de agua, a la rigidez de las fronteras, a las vallas, al camino abierto… porque su fragilidad demostraba que estaba muy enferma.

Letizia ya lo sabía y Manuela mucho antes que ella. A medida que pasaban los días, la familia comenzaba a sentirse más angustiada. Cuando todos creían que se hallaba recluida, Letizia apareció en el portal en compañía de Manuela que era esclava de la resignación. Micaela, la vecina, quiso interrogarla pero Letizia la esquivó con altivez; se acurrucó en los brazos de su madre para que le diera la bendición y luego miró a los curiosos como si fueran criados sin apellido ni linaje.

Lucía sufría una enfermedad terminal y su mamá estaba dispuesta a luchar. Encendió diez velas al retrato de Rocío y se llevó la mano al crucifijo que llevaba en el cuello. Tenerlo le daba seguridad y cordura aunque desde ese día Letizia Costa Río comenzó a vestirse de negro; olvidó las lámparas y bujías y se refugió en las tinieblas. Solamente salía a la calle cuando llevaba a la niña a la consulta con los médicos.

José se acercó para ver el inicio del tormento y para ayudar a Letizia a recorrer ese camino de espinas, más allá de los desacuerdos y de la falta de amor.

Manuela, al verlo llegar, se sentó bajo el parral aspirando el olor del muérdago.

-A qué vienes.

-Por favor, señora, tenga piedad…

Lucía se hallaba sentada sobre un plumón, vestida con encajes bordados y puntillas de Valencia. Lo miraba seria como si estuviera en un rito bautismal y con la absoluta certeza de que ese hombre, para ella, era un extraño. Dolores y Laura también lo observaban tímidamente con los ojos hipnóticos pues casi se habían olvidado de él y de su rostro famélico.





"La meta es el olvido, yo he llegado antes". (Jorge L. Borges)

 



Entre calvarios de ausencia y pianos que arrancaban lágrimas, la vida de Manuela se llenaba de fantasmas, de precarias lucernas del amor y es allí cuando buscaba en algún recodo, la PAZ.

El pasado era su morada para protegerse; llamaba a su madre y luego al padre para que tomaran sus decisiones. No sabía cómo continuar andando por la vida. Ellos no le habían enseñado a ser valiente.

----------------El silencioso GRITO  de MANUELA

https://a.co/d/cNp0Sgd

*

Mercado Libre-Argentina.

Autores Editores

BARBASTRO, ESPAÑA
-1960-

MIEDO A SUFRIR Y A CRECER...
MIEDO A LA LIBERTAD.

Manuela, la protagonista, una mujer que no pudo crecer a pesar de haber formado una familia.

¿Por qué será que las verdades más elementales resultan las más difíciles de comprender?
¿El exceso de razón debilita...?

Ella tenía la sensación de que su cuerpo era completamente vacío y que de él emanaba un aire helado como el que sale de las grutas.Los miedos la declaraban incapaz de entendimiento y voluntad.Por ese camino llevó a sus hijas.¿La capacidad de dar vida te transforma en omnipotente?
El amor adulto es sereno y acompaña a cambiar las cosas equivocadas por las justas.Manuela acumulaba cenizas y guardaba todos sus miedos para después cuando la conciencia la viera deshojando sus furias.

Las hijas se fueron en busca del amor con la orfandad dibujando brújulas y barriletes: solas, olvidadas... prófugas.

El silencioso grito de Manuela (Nº1 en amazon)





Amazon España me dio esta sorpresa. No lo puedo creer todavía.
EL SILENCIOSO GRITO DE MANUELA fue el primer libro que subí a amazon en 2016 y que luego, en el año 2017, publiqué por Editorial Dunken de Buenos Aires, fue el Nº1 más vendido en su categoría.

Tuve la suerte de que el libro participara de la Feria del Libro de Buenos Aires 2018, de la Feria del Libro de La Rioja (Argentina) y en la Feria de Guadalajara. Gracias infinitas a quienes lo compraron y descargaron y a las personas que lo leyeron.
Abrazos para todos.

El silencioso grito de Manuela (Cap VII primera parte)




Nació Lucía con un tulipán debajo del brazo. Letizia ama de las plantas, de los pájaros y de los felinos, no quiso que su esposo la conociera. Sin embargo, José solía trepar los almendros tropicales del jardín para observar a la beba con su madre. Desde lejos, le parecía algodonada e inmóvil, sin la milagrosa risa de las criaturas comunes. Lucía era extraña igual que Letizia, eso lo perturbaba por las noches cuando el humo del cigarrillo se mezclaba con el ladrido de los perros y el ron. José quería aclararse la voz con té de malva pero cada vez se le tornaba más áspera.
 José estaba bebiendo mucho. Vivía en la campiña solitaria y solía vérselo con su traje negro caminar por los sembrados. La casa repleta de ropa sucia mostraba el abandono: los pisos resbalosos de tantas cáscaras de mandarinas, las sábanas manchadas con vino mientras las ratas llevaban sus crías a los albergues. Las arañas tejían redes playeras sobre los caireles junto a las cucarachas que gozaban de una libertad fétida y sin vigilancia.

Para José la vida sin Letizia y sus hijas ya no tenía sentido. A menudo, era juzgado por su conducta pero él no levantaba la vista del piso; tenía miedo al desprecio social y comenzaba a aparecer en su interior el terror de Manuela que no lo dejaba en paz.
Lucía, para él, era un bebé incompleto, un angelito con ojos de tristeza y blancura de nieve. ¿Había vuelto Encarnación como una novia empolvada o se trataba otra vez de Rocío?
En esa granja no existían las respuestas por eso decidió ir a ver a Manuela para saber algo sobre la salud de su hija. La suegra de José ya había perdido todo incluso la simpleza y sólo se conformaba con la compañía de espíritus y de un Dios que no se apartaba de ella en ningún momento.
-¡Qué buscas simplón!
-Necesito ver a la niña, por favor Manuela, soy su padre. Míreme, ¿qué ve?
-A un estúpido sin cabeza.
-No sea cruel, he venido porque me inquieta su salud.
-¡Qué sabes tú; aquí no ha muerto nadie!
-Le tengo miedo a los muertos, señora, porque son vigías en la oscuridad y ante las luces del sol. Pueden llevarse a quien más aman…
-¡Calla, perejil, el fuego del verano te calcinó tu cuero calvo!. ¡Vete!
Letizia apareció con Lucía en brazos y se quedó mirándolo como quien ve a un desaparecido.
-Ven, acaríciala…-le dijo.
José Rodríguez besó la frente helada de Lucía y un escalofrío que le recorrió el cuerpo lo hizo trastabillar y se desmayó. Julián le acercó un vaso de vino blanco y lo invitaron a cenar un arrollado de lenguado con camarones y crema.



-Hombre, pareces un ánima, debes alimentarte.
-Gracias-dijo José perturbado por una mezcla de malestares que lo dejaban sin raciocinio.
-¡Qué sientes, dime!
-Nada, Julián, debo irme, disculpe…
Se marchó sin mirar a nadie con la incapacidad física y emotiva que demostraba síntomas asociados con una depresión inminente.
En la calle, comenzó a caminar como ebrio sin noción del tiempo; quería abstenerse del pensamiento pero no podía evitar tropezar con la carita de Lucía que le parecía de piedra caliza. Ya no podía soportar lo peor; el amor le había consumido la sangre y ahora se hallaba sepultado debajo de la tierra y de las malezas en un lugar donde no se vuelve, pero tampoco deseaba regresar porque la palabra estaba dicha.

Letizia acunaba a su hija con aires de artista que había creado su máxima obra. Aquella idea era un delirio que le quitaba los pocos vestigios de cordura. Manuela y Julián volvían a dar señales de vida en torno a Dolores, Laura, Damián y Lucía. Apostaban al reconocimiento de la gente como personajes de bien; sin embargo, más de uno los señalaba por la difícil manera de encarar lo inocultable. De todas formas, parecían una familia que había sufrido las pérdidas casi sin reparar en ellas, con todo el dramatismo escondido detrás de las paredes y en la memoria: testigo de un terremoto existencial.


Las líneas del camino ya estaban trazadas y nadie dudaba en cambiar el rumbo; las barreras infranqueables, seguramente, serían derribadas como guerreros de Gujarac porque poseían todas las revelaciones al alcance de las manos. La prioridad, aunque no lo dijeran, era Lucía y su mirada frágil.
-Los ángeles usan la boca del prójimo para darnos consejos-solía decir Manuela cuando, por las noches cerradas, hablaba con el retrato de Rocío que parecía escuchar su voz apergaminada. Esa niña y su sabiduría eran fiel a los milagros que, quizá, tenía olvidados porque Manuela rezaba tanto sus oraciones mientras esperaba una respuesta que no llegaba.

-Purifica mi alma, escapa del sagrario y ofrenda una posibilidad de dicha; viajera, regresa a mendigar caricias porque la oscuridad ciega tus ojos de agua. ¿Es el fin del mundo, verdad?
Manuela divagaba porque no podía ocultar el idilio que tenía con su amada hija pero tampoco deseaba cruzar la reja porque sus huesos arrojaban frío. Sabía que en el fondo de la sombra estaba la tempestad, un demonio que no entendía de bendiciones y con quien tenía que luchar hasta dejar la última gota de sangre. Por momentos, creía ser tan omnipotente como Dios pero luego caía en el silencio que da la incertidumbre con su oleada de presagios. Ella era la niña que necesitaba abrigo porque el espejo no tenía cara para enfrentar sus arrugas.




El poder del pensamiento



Siempre le angustió crecer, el tic tac del tiempo...

"El secreto de la serenidad es aceptar lo inevitable y aprender a caminar en medio de la tormenta."

Ella hablaba sentada a la orilla del crepúsculo sobre el amor de su vida, el hombre que la sostenía... mientras seguían pasando cosas.

La casa como un barco a la deriva era su refugio. El sol dibujaba las horas en el silencio de la calle y escribía un libro cuyas páginas eran bellos tulipanes. Parada en medio de la vida, una mujer que lo tenía todo para ser feliz, se quedó como una niña huérfana esperando la ternura, el abrigo, con un reloj detenido en las manos.


---De El silencioso grito de Manuela.