Rosaura sabía que tenía que quedarse al amparo de esa Pampa Gringa razonablemente feliz.
No podía esperar otra cosa, no quería... Su mundo limitado era el refugio donde el abrazo la sostenía, la lágrima que la cubría, el deber... Magdalena, su madre, la orientaba por el camino de sus propias leyes, con obediencia y dedicación.
Quería estudiar piano: ¡no!
Las niñas debían aprender a coser para vestir a las tías ricas que no querían gastar en modistas.
- El provecho de uno es el perjuicio de algún otro. (Michel E. De Montaigne)
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