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Puerto soledad (Primer combate.La marginación. 2da parte)

 


Emilio bebía la sangre de los histriones, se identificaba con ellos, y creía escuchar sus voces nómadas tras la cancela de su prisión. El libro se lo había regalado su tío con una perorata de palabras, que casi no podía pronunciar, porque el egoísmo roía esa piel sin huellas interiores de algún vago sentimiento.

En el litoral sobre el Río de la Plata y el Océano Atlántico, se veían las costas recortadas y ciertas zonas de médanos y dunas.


Unos trescientos pavos reales, algunos azules y otros blancos, vivían en una granja de Sierra de los Padres, donde se movían entre gallinetas de Guinea, perdices griegas, patos mandarines y ciervos.

A diecinueve kilómetros del establecimiento, en Mar del Plata, la casona de Emilio, con patio de superficie angulosa, se encontraba situada en una esquina frente al Ente Municipal de Turismo. Era una pensión para estudiantes y llevaba un nombre en letras doradas sobre el marco de la puerta: Alfonsina-1938.

Emilio igual que la poeta se sentía excluido; ser diferente era un pecado que debía pagar con lágrimas y más sangre, como lo fue también en otra época ser madre soltera. Alfonsina, al saber que se encontraba enferma, involuntariamente se convirtió en un mito cuando se suicidó dejando que las olas se la llevaran en su viaje al paraíso de las madréporas.




Hacía mucho frío. La lluvia parecía nieve derretida y el lugar estaba cubierto de agua hasta el borde de los maceteros. A lo lejos, se escuchaba la sirena de El Serrano, un tren de pasajeros que circulaba por las vía férreas con la lentitud de una mula de carga aproximadamente a las siete y media.

La familia ensayaba el primer acto de la tragedia e intentaba resolver juicios inacabados contra el orden natural. Eran demasiado hipócritas pero necesitaban de las apariencias.

La casa, grande y antigua, tenía un pórtico donde descansaba un gato pelirrojo que odiaba los ratones y los pájaros, sólo cazaba grillos, posaba para las fotografías y cerraba los ojos en todo momento. Las paredes estaban adornadas con farolitos de puerto que iluminaban la sala donde un estuche de violín se destacaba sobre la blancura de una carpeta tejida al crochet por la abuela Guillermina; los muebles eran clásicos y había láminas de copias recortadas de Salvador Dalí, cuyas imágenes oníricas demostraban el método que él llamó paranoico-crítico. El pintor se creó una máscara para enfrentar la vida; fue un débil que se construyó artificialmente una personalidad de hombre enérgico y extravagante.

Puerto soledad (Primer combate.La marginación.1era parte)

 





PRIMER COMBATE

 

Tiempo…

Arquitecto de horas doradas y de vuelo de lágrimas,

 deja la guerra para otro tiempo que no es el tuyo,

alumbra…

Cobija tus párpados en la prisión de tu encierro:

trae la sabiduría de la lucha,

lleva el grito inesperado de la herida

 y camina muy despacio…

para que podamos seguir viviendo.



 

LA MARGINACION

  

¿Tranquilidad de una vida absurda o delirio de un olvidado?

Emilio no podía volver a nacer pero estaba a punto de abandonar un terreno que lo llevaba por un túnel de víctimas, mojado con los pies hinchados, soportando la tristeza como un ser que se escapaba de la corrupción. Sabía que tendría dificultades para sentirse vivo en un círculo demasiado indiferente pero gritaba con toda la voz sin rendir cuentas:

‒¿Dónde estoy?¿Quiero seguir?

Esas preguntas retóricas no esperaban contestación porque no estaban dirigidas a nadie en particular; eran sólo el retorno, sin pausa y sin límite, a los días de retiro en un absurdo cielo sepultado bajo la tierra.

Los espectros de sus amigos con las piernas amputadas hablaban dentro de sí mismo; esas verdades aumentaban más la angustia que era tan grande y venía cargada de una época que no entendía de cobardías.

Emilio vegetaba de a ratos; tejía una tela de relatos sin fin y veía, en la calma después de aquella tempestad, a un oficial arrancándose las insignias para pasar por soldado y no ser prisionero. El horror se mezclaba con el estupor en un espacio residual, bajo las estrellas y frente a un mar enemigo. Él buscaba risas, emociones y oxígeno en la paz de la siesta para conformarse y ver un destino límpido. Hubiera querido enfrentar a los hombres que lo llevaron a las sombras, identificar sus escudos e insultarlos hasta caer rendido pero su apatía lo expulsaba de la batalla y lo dejaba casi sin razonamiento, libre de pecado, como una cruz en la soledad del sur, desnudo…

Su mirada no respondía a los interrogantes de quienes compartían su presencia díscola de militar sin graduación inmerso en un pasado de cadáveres. Se dormía para no llorar, tiritaba abrumado por las pesadillas pero sabía que debía continuar: resistir la obligada disputa de la supervivencia. Él era frágil pero inteligente, dueño de los secretos que le daban miedo y de una tristeza que le quitaba fuerzas.

El vacío del alma suele ser más cruel que todas las batallas.

El soldado en el escritorio-biblioteca comenzó a ver, a través de una niebla, un futuro que podría llegar a ser posible y que, tal vez, cambiaría su vida: la verdadera guerra.

 


Emilio Torres terminó de leer La Muralla China. Franz Kafka fue un autor de obras extrañas por la profundidad de sus ideas. Escribió para defenderse de sí mismo, encerrado en un presente visiblemente real de personajes que hablaban por la inhumana lucidez del pensamiento. Sus obras representan, en términos surrealistas, los terrores y frustraciones de la vida moderna que abruman a las personas atormentadas.

Puerto soledad. Introducción

 

Patagonia argentina

INTRODUCCIÓN

Existe una vieja historia a orillas del mar.

La arena busca la batalla del silencio para dormir pero la primera estrella se abriga con el sol nacido. Una oración regresa sobre las tragedias lejanas para enlutar la herida.

La bandera se queda sin cortejo ni laureles, sin gloria… y acompaña los pasos de los soldados con el infinito dentro.

En los confines de la vida se ha puesto a llorar el mar.

 

MALVINAS

 

Archipiélago con dos islas grandes y cerca de doscientas pequeñas; se localiza en al Atlántico Sur, frente a las costas de Argentina y al este del estrecho de Magallanes. Llamadas también islas Falkland se dice que fueron descubiertas en 1592 por el inglés John Davis, aunque también se cree que quien las descubrió fue un navegante al servicio de la Corona Española. Sus primeros colonos fueron franceses. Tras sucesivas ocupaciones, los ingleses las habitaron en 1833.

En el siglo XX, con las perspectivas de encontrar petróleo, se agravó la disputa con Inglaterra y Argentina ocupó por sorpresa el territorio en abril de 1982. Tres meses después, tuvieron que rendirse tras un combate breve.

Inglaterra conserva en la actualidad su guarnición militar y Argentina mantiene vivos sus reclamos ante la O.N.U.

Alguien dijo:

Después de haber estado en la guerra, ella sólo termina cuando la persona muere.

El común de la gente creyente piensa que la muerte es el inicio de una vida mejor, un recorrido eterno por los Campos Elíseos donde van las almas de los justos a descansar en un estado de felicidad ideal.

Para Emilio Torres significaba la liberación. Él era un enfermo terminal o un paciente con graves lesiones que intentaba evitar más sufrimiento; quería salir de ese mundo opresivo de recuerdos con sonidos de helicópteros y falta de trabajo. Tener una buena muerte y darle fin a un dolor tan agudo que tenía un solo nombre: marginado. Ese dedo que lo señalaba por las calles donde buscaba respuestas y vivía historias ajenas, en falta y alienado, con los bolsillos vacíos y el corazón en pena; luego se refugiaba como un polizón acosado por el desvarío en un buque de guerra de gran velocidad y radio de acción compatibles con fuerte armamento. No podía resolver sus propios estados antagónicos porque no tenía garantías, su premio ya no poseía glamour y se quemaba en las llamas. Seguía siendo soldado o combatiente porque su conflicto bélico recién empezaba…

 

En uno de sus tantos recorridos, Ixtab, diosa del suicidio en la mitología maya, asociada con la otra vida se ocultaba en los caminos y atraía a los hombres con sus engaños para asesinarlos y llevárselos al inframundo. En los códices aparecía representada como una mujer hermosa con una soga al cuello y los ojos cerrados por la muerte.

 

Emilio no quería volver a Darwin pero lo hacía constantemente porque los gritos de sus compañeros estaban grabados en su memoria y también porque el silencio lo envolvía en una torre de vidrio, desde donde muchos ojos lo observaban igual que un objeto de escaparate. Sabía que primero tendría que ponerse a salvo de los adversarios cotidianos, de ésos que se escondían en el trajinar diario: los grandes simuladores. Los hombres y las mujeres que no querían recordar y menos ver la bandera de ceremonias, los trajes verdes, las caras rasuradas por el hielo de los cuerpos.

Emilio pensaba en el tiempo que llegaba cargado de ambigüedades y en las bengalas que veía en los sueños de loco rotulado y con número.

En la contienda, no fue un soldado endeble porque le sobraba aspereza para enfrentar la penitencia. Después las horas lo trajeron a su lugar: moribundo pero vivo, sin piernas pero congratulado, frente a la ignominia y al estado de confusión. Nada era peor para él que saber que la tierra caminaba sin piedad y con rapidez. Tenía miedo a vivir.

¿Emilio Torres no pudo soportarlo?

 

Beati mortui, qui in Domino moriuntur; opera enim illorum sequuntur illos*

Puerto soledad. La guerra de Malvinas-1982

 



Puerto soledad nos enfrenta en primer lugar a la Guerra de Malvinas y sus consecuencias.

Emilio Torres regresa a su espacio, la vida, y es allí donde comienza la verdadera batalla.
Sigue siendo "el combatiente" más que nunca porque una sociedad entera le demuestra constantemente la otra cara: soledad, marginación, ausencia de oportunidades, el poder como herramienta de manipulación.


El amor aparece desdibujado...
¿Es un sueño o una realidad?
Son sus fantasmas interiores aquellos que lo empujan hacia una felicidad improbable.
¿Por qué su tía lo odia tanto?
Emilio Torres, el héroe... ¿Inventa una historia para escapar de la demencia de no poder vivir?


-¿Hacia dónde viajero?-le pregunta una diosa maya.






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¡Gracias a los lectores que la están comprando!
y a las valoraciones positivas.



La abuela francesa, por Gerardo Molina

 



"La abuela francesa" no es una historia de inmigrantes como todas sino es una novela escrita desde el corazón por una bisnieta que aprendió a amar la tierra como ellos y lo que significa hoy en día para sus descendientes el nombre Melanie, un ejemplo de tenacidad y de valores. El legado que dejó son sus huellas indelebles y la fuerza de su temple.

Melanie era hija de Francisca y de Juan José quienes vinieron de Suiza en l860. Ellos soñaban con un territorio lejano, próspero y contaban de él mil relatos fantásticos. Camaradas de ese mar, desafiaron las leyes tras recibir algún mensaje divino y pudieron vencer los obstáculos.

Aquella mujer, una indomable guerrera de la vida, se instaló en la vivienda con una parcela de ochenta hectáreas que las compañías inglesas les entregaban junto con los víveres y arados, además de los bueyes y manceras, ya que debían pagar ese terreno con su faena. Construyó fosas e hizo guardia de noche para defenderse de los ataques, al mismo tiempo cavó pozos y colocó cadenas que anunciaban la llegada de los nativos.

La joven se casó con su primer esposo y tuvo seis hijos y cuando él murió, ella continuó con los animales y los sembrados que atestiguaban toda la abnegación de una dama solitaria en pie de guerra. Pagó sus tierras, compró más hectáreas y edificó una fábrica de queso con numerosos empleados; la producción era vendida después en la población vecina.

Tiempo más tarde conoció a François que venía de los combates de Europa y le dio trabajo en su establecimiento.
Melanie fue una de las primeras fundadoras del pueblo, donó dinero para la construcción del templo y para los bancos de la Basílica “Nuestra Señora del Pilar” que llevaban su nombre en letras doradas y que actualmente se encuentran en la capilla del Colegio Católico “Niño Jesús de Praga”.

Melanie y François se casaron y tuvieron tres hijos, pero al tiempo el francés murió con su opulento título de militar y su afán desmedido de contienda. Ella, viuda dos veces, dio examen frente al Ser Supremo y partió en busca de la dicha perdida.
Comenzó a viajar constantemente a Francia ya que amaba la tierra de Colette, aquella viejecita de nívea mirada, madre de François. Con los años acrecentó su capital y se convirtió en una mujer de carácter que fue un ejemplo de lucha para las generaciones futuras.

Melanie, en la estancia, era una hacendada orgullosa de su patrimonio que había logrado ella sola con la furia de su genio, duro y varonil. Tuvo alegrías que compartió bajo la higuera donde se reunía con sus nietos que le decían Gra-Mamá. Sintió el cariño y la nostalgia, el desarraigo y la grandeza como vivencias auténticas; dio vida a otros con sus mismos ojos y con su valentía: seres libres en busca de legados, caballeros irrepetibles y campesinos buenos.
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LA ABUELA FRANCESA, por Gerardo Molina.

He terminado y disfrutado la lectura de tu novela.

"La abuela francesa" es una verdadera epopeya familiar desde los tatarabuelos de la autora Juan José y Francisca que, desde un puerto francés en la segunda mitad del siglo XIX se largaron a "la aventura de América" hasta la mítica Melanie, ya en tierra argentina -máxima heroína de la obra- , pasando por las distintas generaciones, cada una con sus luchas, triunfos y fracasos, alegrías y tristezas, esperanzas y desazones, historias personales admirables hasta María -en nuestra época- mi talentosa y admirada autora amiga. Se destacan, además, páginas antológicas como -por ejemplo- el retrato que hace de Melanie, la Gra- Mamá.

¡Enhorabuena! Un gran abrazo Gerardo.

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Historias de Napoleón



Por las noches, al acostarse, Melanie pensaba mucho en la vida y aparecían en su memoria fragmentos del pasado que le traían nostalgia. La diversidad de secuencias la remontaba a Suiza, allá en el valle, junto con sus hermanos. Aquella taza de leche al regresar de la escuela, el miedo a los caballos alazanes de pelo rojizo o canela y las caminatas con la leña para el hogar al lado de su papá Juan José.

Había tanto que añorar que resultaba imposible resumirlo en los sueños. Recordó a su abuela Victoria Dunoyer que le contaba historias de Napoleón y de su gran amor Desireé.
Una historia de amores y nostalgia, de desarraigo y de grandeza.

La abuela francesa (saga familiar)

 


Encontré este mensaje en una página sobre mi novela "La abuela francesa". Yo no recibo, a menudo, mensajes de desconocidos y este, aunque breve, me dio ilusión.
"Excelente saga familiar"
Gracias

💖

La corriente sonora de la palabra suena a violines y a nebulosas de tinta; obedece a los sueños de azúcar en las hondas raíces de la tierra. Es la esperanza del hombre que busca un sitio donde plantar el sol que lleva dentro. No importa su geografía, la pasión arremete con su milenario rostro para buscar certezas que suman y pueblan... con vigilias y silencio de capilla.
Lo importante es la cosecha futura. No migajas ni cortezas, entera. A la orilla de la senda está la bandera que dobla esquinas, siglos, sabe de reclamos, de fortaleza... ES PATRIA.





La abuela francesa (Melanie y Rodolfo-2da parte)

  



Después de mirar la vidrieras muchas horas, regresaron al hogar con las compras hechas y el espíritu festivo. Melanie guardó, entre los encajes de su vestido de ceremonias, un libro que compró a escondidas de su madre: La dama de las camelias de Alejandro Dumas (h). (La novela que trata sobre la vida de una mujer perdida que se regeneraba con el abandono y con la muerte, fue censurada durante el período autoritario, pero el autor tuvo una visión militante y activa en su carrera y la defendió hasta el final).

La granja estaba preparada para el casamiento con la hacienda de campo cercada a la altura de la casa de labor y establos. Habían colocado una mesa más larga que ancha con su respectiva piedra consagrada, rosas blancas y alfombra de tejido de lana colorada.

Las hermanas de ella guardaban su sitio principesco mientras los esposos eran los anfitriones en ese agasajo de lugareños y trotamundos.

El perfil agreste de algunos campesinos se tornó lívido ante la veracidad de los hechos cuando la novia entró del brazo de Juan José, pues muchos de ellos la habían deseado de lejos como quien ve un diamante detrás del cristal de un escaparate.



             Melanie parecía Isabel de Baviera (Sissí) esposa del emperador Francisco José; era una aparición tan irreal como bendita. La mayoría se quedó muda del asombro al ver a la joven que los miraba con una pacífica sonrisa.

El vestido tenía ruedo irregular y cola; en los extremos desde la cintura llevaba una cascada de pimpollos que finalizaban en un moño. Las mangas eran amplias y el escote algo profundo; en la cabeza una corona sostenía el tul bordado de encaje chantilly.  Su perfume se llamaba Vera Violetta y el autor era la firma francesa Roger et Gallet.

Rodolfo fue el esposo ideal, tierno y generoso. Amó de ella su debilidad ante los afectos y la potencia para lidiar con las dificultades, la sensibilidad de una persona enérgica, los sueños de poetisa y las pilas de libros en el desván. Vio herrumbrarse las ansias de recorrer el mundo ante la dulzura de una vida dormida junto a la mujer más maravillosa que conoció jamás.

La finca con quinientas cuarenta hectáreas que pertenecía a Rodolfo los esperaba después de la luna de miel. Era loable el esfuerzo que Melanie hacía para salir adelante en el nuevo hogar; la vehemencia que tenía era propia de alguien de una gran entereza espiritual y física. Ella continuaba defendiendo la hacienda y los sembrados que atestiguaban, de manera clara, la abnegación de una dama solitaria. En ese tiempo llevaba luto porque su padre, Juan José había fallecido.

Jamás sintió un dolor tan mortífero cuando su hermano Armand le contó lo sucedido ese día. Fue un golpe inesperado y el peso de los años se le vino encima. Recordó la mudanza del valle de Suiza, desde Vauderens Canton de Fribourg hacia Francia, los bosques de pinos, hayas y encinas, los glaciares y el clima frío en las alturas. Luego el muelle repleto de personas, la descortesía de los gendarmes en el puerto, un café visitado por Napoleón Le Procope, fundado en 1868, la zona de St. Germaine-des-Prés con su red de callejuelas medievales.

Melanie no quería crecer; la ausencia del progenitor la convertía en niña; sin embargo, los hijos más pequeños le hicieron ver que eran su revoltosa descendencia y que debía abandonar ese pasado aunque nunca olvidara aquellos afectos.

La muerte de Juan José envejeció a doña Francisca quien añoraba los momentos de felicidad con su esposo cuando llegó a América, el tedioso viaje en barco y un millón de anécdotas melodramáticas. A menudo desordenaba el baúl, miraba los trajes y corbatas y derramaba un mar de lágrimas sobre las bolitas de naftalina. Ella desviaba el presente sin hallazgos porque se aburría muchísimo, tal vez quería liquidar el tiempo y acercar la hora de la despedida para reunirse con Juan José del otro lado de la senda. Francisca era una persona sin gobierno porque ya no le complacían las diferencias; le daba igual explorar el gallinero, ver a los nietos o juntar las naranjas.

La abuela francesa (Melanie y Rodolfo-1875-1era parte)

 

MELANIE Y RODOLFO

-1875-

 

 


Antes de ser asesinado en 1870 frente a su esposa e hijos por una banda armada que penetró  en el palacio, Urquiza trajo, desde la presidencia de la Confederación Argentina, a extranjeros eminentes de la ciencia que colaboraron con la obra civilizadora. Estos maestros realizaron publicaciones sobre las costumbres, oportunidades, progreso y forma de vivir de los ciudadanos para que el país fuera conocido en Europa por sus grandes posibilidades de crecimiento.

A partir de la segunda mitad del siglo XlX, los gobiernos que se sucedieron en Buenos Aires trataron de afianzar el porvenir nacional basándolo en la explotación agropecuaria. Esa orientación estaba fundamentada en el sentido de la orientación argentina dentro de los planes de la economía familiar trazados por algunas naciones de Europa, planes en los cuales se le había asignado al país el papel de productor de trigo y de carne vacuna.

Próximo a terminar el período de Domingo F. Sarmiento, se realizaron elecciones en las que resultó triunfadora la fórmula del Dr. Nicolás Avellaneda.

Año l875. Algunos hijos de Francisca y Juan José se habían casado…

El desaliento inicial se veía reemplazado por la determinación colectiva de lograr mayores ganancias para llegar a una posición económica que les diera un lugar y un nombre. Eso ya se notaba. La autoridad que les daba el apellido comenzó a abrir la puerta a un futuro promisorio y poco a poco ese destino ayudado por los esfuerzos, la lucha cotidiana y hasta el sacrificio de la pobreza los convirtieron en dueños de una pequeña potencia.

 

 


Melanie conoció a un hacendado joven, hijo de inmigrantes, llamado Rodolfo Chabot que la sedujo con sus aires de noble. Venía de una familia de abolengo que vivía a unos kilómetros de allí; refinado y elegante decretaba sus propias ordenanzas exaltadas por el honor de la familia, que despertaba el comentario de varias poblaciones que constituían el territorio, una comarca demasiado exigente a la hora de hablar de matrimonio.

La muchacha cayó rendida ante los galanteos de ese caballero que la subyugó desde el primer momento cuando lo vio pasar con su coche de cuatro asientos y con cubierta plegable (carretela) por el costado del camino frente al portón. Ella observó, con disimulo, desde la laguna de patos, la adecuada postura y su conducta y supo entonces que ese sería el hombre de su vida. Los versos resultaron incompletos ante el sentimiento que crecía abrasador igual que una fogata de ansiedades no satisfechas. Melanie trataba de reprimir los impulsos salvajes pero Rodolfo la atraía como un imán a pesar de su casi pueril aspecto, aunque en realidad no era tan joven.

Los padres de ella no se opusieron al noviazgo porque estaban orgullosos del yerno al que consideraban un defensor de las causas justas, en una región demasiado expuesta a la barbarie. Él mostraba la templanza que le surgía desde sus ya avanzados treinta y cinco años, situación que no molestó a nadie. La diferencia de edad los unió más debido a la madurez de Melanie, una joven independiente.



El tiempo transcurría con un sopor vago de nieblas que inquietaba mucho al sexagenario Juan José Bourdet. Su hijo Armand ya le había dado tres nietos y se hallaba instalado en la finca con ellos. Melanie, después de cuatro años de noviazgo formal, estaba por contraer nupcias con Rodolfo.

El sosiego de esa atmósfera de criollos los acercaba a la fecha esperada con una interminable lista de cajas con ajuares, muebles, enseres, ropa, dinero y joyas.

Las horas arrastraban los eslabones de una cadena pronta a quebrarse por el cansancio de la espera. El día de la boda se aproximaba a paso lento, quizá demasiado rápido para doña Francisca.


Melanie y su madre fueron a Rosario para comprar el traje de novia.

La ciudad había crecido con ritmo: se habían levantado edificios, había mejorado la iluminación de gas; se habían abierto tiendas, zapaterías y otros negocios como industrias entre las que se destacaban los molinos harineros, las fábricas de cerveza y los saladeros.

Un educador español, Enrique Corona Martínez, recibió de herencia los útiles del ex colegio Santa Rosa y entonces fundó un nuevo instituto que brindó estudios secundarios, nocturnos para trabajadores y aulas de jurisprudencia.

Los lugares habían cambiado mucho desde la última vez que Francisca estuvo allí entre el vocerío de la multitud, cuando llegó de sus tierras y la zona estaba invadida por la epidemia de cólera.

Junto al arado viejo, los carros de abuelos...

 



Hace un tiempo fui a recorrer el campo de mi bisabuela Melanie. Caminé sus pasos en cada surco y me iluminó los ojos ese espejo de sol.
Allí entre los carros de abuelos y la casa de los lecheros encontré el alma de un viejecito que yo cuidaba. Le había pedido asilo a mi padre y nunca quiso irse...
Los dos depuraban la tierra igual que adolescentes y llevaban el arado viejo como maestros. Eran libres.
La soledad en la que vivió fue mi soledad cuando me daba consejos y me decía:
---La vida es linda.

Lo protegí hasta sus noventa y dos años, y lo acompañé hasta su última morada.

¿Me hablan de solidaridad?
Allí en esa pampa que conozco desde que era niña dejé hojas de papel en blanco que se escribieron solas porque ellos encontraron los trazos.
Tenían demasiado para decir y para soñar, pero se quedaron a la vera de los senderos con los zorzales despiertos a contemplar las horas.
Eran felices.

La abuela francesa
De Suiza a América
-1865-

La abuela francesa (El malón-2da parte)

 

Los lugares quedaron despoblados porque la gente huía al campo para escapar de la contaminación del ambiente. El doctor Francisco Riva fue el que más se destacó por su heroica actuación.

En uno de esos carros, rodeada de un jaleo que paralizaba los sentidos, subió Francisca, Juan José y sus hijos con dirección desconocida.

La diligencia recorría arterias sin empedrado y escondidas entre árboles centenarios, las casas de fachadas relucientes eran el blanco seguro de pillos y rateros que deambulaban por los sitios residenciales, por las tiendas y los hoteles.

En el trayecto, Francisca veía los espacios de campiña labrantía y los trabajadores curtidos la miraban pasar displicente. Resultaba lógico que ése no era el paraíso que alguna vez proyectó en los sueños. ¿La vida urbana hubiera sido mejor?

 

Las compañías inglesas les entregaban a los inmigrantes una parcela de ochenta hectáreas para formar colonias; la mayoría eran suizos y franceses. A ellos les tocó al sur de un pueblo, sin gloria ni monumentos, carente de poderío, que veía pasar los días en los terraplenes; estaba situado a diez kilómetros del curso de un río.

La vivienda era confortable, con varias habitaciones y techo de tejas; también les proporcionaban los víveres y los arados con bueyes y manceras, ya que debían pagar el terreno con su faena.

Francisca y Juan José tuvieron que acostumbrarse a realizar las tareas en forma manual como los labradores de la zona. Para ello era necesario descubrir hasta dónde llegarían tratando de recobrar la memoria al final de la jornada entre cuentas y papeles, con el lápiz en la oreja y las gafas en la punta de la nariz.


Una tarde, escucharon que se acercaba un malón…

El miedo se apoderó de la familia ante los enemigos. Dios envió una repentina lluvia que fue tan bienhechora que purificó los sembrados y acrecentó los ánimos, los indios tomaron otro sendero.

De allí en más, se enteraron de que los aborígenes llegaban de todas partes para quitarles los cueros de ovejas y matar inocentes. Tuvieron que construir una fosa y hacer guardia de noche para defenderse de los ataques; al mismo tiempo, cavaron pozos y les colocaron cadenas que anunciaban la llegada de los nativos.


Para el período 1868-1874 fue designado Presidente de la Nación Domingo F. Sarmiento, durante cuyo gobierno finalizó la guerra con Paraguay. Tuvo que soportar la tenaz oposición de los partidarios de Mitre pero, aunque había subido sin el apoyo  de un partido propio, logró terminar su período presidencial.

Francisca hubiera querido que sus hijas  asistieran a un colegio para completar los estudios; tuvo noticias de que en Rosario abrió sus puertas la escuela Normal de Maestras dirigida por S. Coolidge, una docente norteamericana traída por Sarmiento.

Melanie tenía condiciones para convertirse en una educadora modelo. Ya había cumplido dieciocho años y el espíritu de la poesía rondaba por su alma y exteriorizaba , a menudo, las vibraciones que surgían de un corazón solitario propenso a la melancolía.

Era alta, morena, impetuosa y de movimientos ágiles; no se dejaba manipular por nadie hasta el punto de que ella misma tomaba las decisiones. Sus ojos, de agudo mirar eran altamente emotivos, casi como si hablaran. Su debilidad era la escritura y amaba a esas personas que, de un momento a otro, eran capaces de hacer resonar las fibras fuera de esa realidad que los encasillaba. Quería ser libre para elegir un camino diferente.

En su mesa de luz había libritos de rimas y en el papel:

 

En una estrella, el son de las arpas

albor profundo, fulgor desesperado,

es un rumor de viento entre las hojas,

es aire que sale de la nada…

 

Todo era tan verdadero que resultaba obvio; ella crecería al abrigo de la Pampa Gringa y a merced de un destino que trazaba huellas obligatorias. Melanie era distinta, porque tenía demasiada fuerza en su interior para malgastarla en las tareas hogareñas. El mundo le atraía pero sabía que existían límites y una historia escrita que debía cumplir al pie de la letra.


Su entorno aburrido la obligaba a buscar guerra en los libros. No era religiosa ni predicadora pero creía en un Dios llamado Juan José que le marcaba los pasos con veneración cristiana por esa tierra hollada que más tarde llegaría a amar tanto como a sus versos.

Mi querida abuela

 


Yo no tengo Instagram, pero alguien está difundiendo mi obra.
Gracias por este retazo de ilusión.
Me dio mucha felicidad encontrarlo... y también hay unos comentarios muy bonitos.
Infinitas gracias nuevamente.

---La abuela francesa---


La abuela francesa (El malón-1era parte)

 


EL MALÓN

-1870-


El General Bartolomé Mitre en el período l862-l868 fue presidente constitucional de la República Argentina.

Con la ayuda de los ministros realizó una fecunda obra educacional: fundó el Colegio Nacional de Buenos Aires. Este establecimiento escolar fue el punto de partida y el núcleo inicial de la organización de la enseñanza secundaria: congregación democrática accesible a los hijos del pueblo, una fuerza nacionalizadora para los inmigrantes y toda clase social.


El puerto estaba lleno de personas ya que la llegada de los buques los atraía demasiado; en ese marco pálido de grises los curiosos miraban a los desconocidos desde las galeras.

A raíz del desarrollo agrícola, el gobierno ya  contaba con los medios para almacenar y enviar los productos a diversos países. También se desarrollaba el comercio vinculado con la maquinaria y otros implementos para el campo.

Rosario era una de las colonias más aptas para los extranjeros que buscaban radicarse en estas tierras y trabajar en tiempos de cosechas.

Francisca, al ver la multitud, se asustó mucho; en realidad, comenzaba a tomar conciencia de su naturaleza forastera. Sintió deseos de desaparecer porque no podía ver su porvenir: una pensión miserable con ratas y humedad o, tal vez, de cocinera en la mansión de una familia de linaje con criados negros y mucamas impecables.


 

Por las calles se oían comentarios sobre la guerra con Paraguay; en esa contienda se cubrieron de honor los batallones rosarinos. Jóvenes de la ciudad ofrendaron su sangre y en el asalto de Curupaytí, el abanderado Mariano Grandoli cayó mientras sostenía la enseña bordada por las damas de Rosario. De ese modo, hizo realidad la promesa que el día anterior había formulado en una carta a su madre: Mañana seremos diezmados por los paraguayos, pero yo sabré morir por la bandera que me dieron…

Las ambulancias tiradas por caballos o simples carretas llevaban a los enfermos del cólera. Los médicos con sus levitas y sombreros de copa recorrían el centro, los suburbios y procuraban dar alivio a las víctimas; de todas maneras, no había demasiados medios terapéuticos ya que el agua traída del río o de los aljibes por los aguateros, en condiciones pésimas de higiene, era escasa. No se podía parar la epidemia.