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La abuela francesa (El malón-1era parte)

 


EL MALÓN

-1870-


El General Bartolomé Mitre en el período l862-l868 fue presidente constitucional de la República Argentina.

Con la ayuda de los ministros realizó una fecunda obra educacional: fundó el Colegio Nacional de Buenos Aires. Este establecimiento escolar fue el punto de partida y el núcleo inicial de la organización de la enseñanza secundaria: congregación democrática accesible a los hijos del pueblo, una fuerza nacionalizadora para los inmigrantes y toda clase social.


El puerto estaba lleno de personas ya que la llegada de los buques los atraía demasiado; en ese marco pálido de grises los curiosos miraban a los desconocidos desde las galeras.

A raíz del desarrollo agrícola, el gobierno ya  contaba con los medios para almacenar y enviar los productos a diversos países. También se desarrollaba el comercio vinculado con la maquinaria y otros implementos para el campo.

Rosario era una de las colonias más aptas para los extranjeros que buscaban radicarse en estas tierras y trabajar en tiempos de cosechas.

Francisca, al ver la multitud, se asustó mucho; en realidad, comenzaba a tomar conciencia de su naturaleza forastera. Sintió deseos de desaparecer porque no podía ver su porvenir: una pensión miserable con ratas y humedad o, tal vez, de cocinera en la mansión de una familia de linaje con criados negros y mucamas impecables.


 

Por las calles se oían comentarios sobre la guerra con Paraguay; en esa contienda se cubrieron de honor los batallones rosarinos. Jóvenes de la ciudad ofrendaron su sangre y en el asalto de Curupaytí, el abanderado Mariano Grandoli cayó mientras sostenía la enseña bordada por las damas de Rosario. De ese modo, hizo realidad la promesa que el día anterior había formulado en una carta a su madre: Mañana seremos diezmados por los paraguayos, pero yo sabré morir por la bandera que me dieron…

Las ambulancias tiradas por caballos o simples carretas llevaban a los enfermos del cólera. Los médicos con sus levitas y sombreros de copa recorrían el centro, los suburbios y procuraban dar alivio a las víctimas; de todas maneras, no había demasiados medios terapéuticos ya que el agua traída del río o de los aljibes por los aguateros, en condiciones pésimas de higiene, era escasa. No se podía parar la epidemia.



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