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Puerto soledad. Introducción

 

Patagonia argentina

INTRODUCCIÓN

Existe una vieja historia a orillas del mar.

La arena busca la batalla del silencio para dormir pero la primera estrella se abriga con el sol nacido. Una oración regresa sobre las tragedias lejanas para enlutar la herida.

La bandera se queda sin cortejo ni laureles, sin gloria… y acompaña los pasos de los soldados con el infinito dentro.

En los confines de la vida se ha puesto a llorar el mar.

 

MALVINAS

 

Archipiélago con dos islas grandes y cerca de doscientas pequeñas; se localiza en al Atlántico Sur, frente a las costas de Argentina y al este del estrecho de Magallanes. Llamadas también islas Falkland se dice que fueron descubiertas en 1592 por el inglés John Davis, aunque también se cree que quien las descubrió fue un navegante al servicio de la Corona Española. Sus primeros colonos fueron franceses. Tras sucesivas ocupaciones, los ingleses las habitaron en 1833.

En el siglo XX, con las perspectivas de encontrar petróleo, se agravó la disputa con Inglaterra y Argentina ocupó por sorpresa el territorio en abril de 1982. Tres meses después, tuvieron que rendirse tras un combate breve.

Inglaterra conserva en la actualidad su guarnición militar y Argentina mantiene vivos sus reclamos ante la O.N.U.

Alguien dijo:

Después de haber estado en la guerra, ella sólo termina cuando la persona muere.

El común de la gente creyente piensa que la muerte es el inicio de una vida mejor, un recorrido eterno por los Campos Elíseos donde van las almas de los justos a descansar en un estado de felicidad ideal.

Para Emilio Torres significaba la liberación. Él era un enfermo terminal o un paciente con graves lesiones que intentaba evitar más sufrimiento; quería salir de ese mundo opresivo de recuerdos con sonidos de helicópteros y falta de trabajo. Tener una buena muerte y darle fin a un dolor tan agudo que tenía un solo nombre: marginado. Ese dedo que lo señalaba por las calles donde buscaba respuestas y vivía historias ajenas, en falta y alienado, con los bolsillos vacíos y el corazón en pena; luego se refugiaba como un polizón acosado por el desvarío en un buque de guerra de gran velocidad y radio de acción compatibles con fuerte armamento. No podía resolver sus propios estados antagónicos porque no tenía garantías, su premio ya no poseía glamour y se quemaba en las llamas. Seguía siendo soldado o combatiente porque su conflicto bélico recién empezaba…

 

En uno de sus tantos recorridos, Ixtab, diosa del suicidio en la mitología maya, asociada con la otra vida se ocultaba en los caminos y atraía a los hombres con sus engaños para asesinarlos y llevárselos al inframundo. En los códices aparecía representada como una mujer hermosa con una soga al cuello y los ojos cerrados por la muerte.

 

Emilio no quería volver a Darwin pero lo hacía constantemente porque los gritos de sus compañeros estaban grabados en su memoria y también porque el silencio lo envolvía en una torre de vidrio, desde donde muchos ojos lo observaban igual que un objeto de escaparate. Sabía que primero tendría que ponerse a salvo de los adversarios cotidianos, de ésos que se escondían en el trajinar diario: los grandes simuladores. Los hombres y las mujeres que no querían recordar y menos ver la bandera de ceremonias, los trajes verdes, las caras rasuradas por el hielo de los cuerpos.

Emilio pensaba en el tiempo que llegaba cargado de ambigüedades y en las bengalas que veía en los sueños de loco rotulado y con número.

En la contienda, no fue un soldado endeble porque le sobraba aspereza para enfrentar la penitencia. Después las horas lo trajeron a su lugar: moribundo pero vivo, sin piernas pero congratulado, frente a la ignominia y al estado de confusión. Nada era peor para él que saber que la tierra caminaba sin piedad y con rapidez. Tenía miedo a vivir.

¿Emilio Torres no pudo soportarlo?

 

Beati mortui, qui in Domino moriuntur; opera enim illorum sequuntur illos*

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