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Tertulias de la abuela: postal de primavera




En el hemisferio sur 
ya falta poco para la primavera tan esperada...


Es por eso que quiero
recordar mis 21 de septiembre hermosos de aquellos años,
de libros, rosas y sueños.


Con mis compañeros de colegio
nos íbamos a un parque que se llama Sarmiento
a pasar el día...


escuchábamos música junto al río,
conocíamos amigos de otras ciudades.
Todo era alegría, descanso, esperanzas...
y deseos de hallar la felicidad
que se resumía en momentos simples.


Pasear en bici,
cantar una canción...
querer enamorarse para toda la vida.


Esa vida cincelada con manos maestras
era todo un desafío
porque nos invitaba a recorrer caminos,
a no preocuparnos por nada...
a dejarnos ser.


Inolvidables momentos que no volverán
y que quedarán por siempre grabados en la memoria
como parte de una historia,
la mía, la nuestra... la de todos
aquellos que tienen ideales que parecen inalcanzables
pero que no lo son tanto
porque  los senderos
conducen a buscar aquello que nos falta,
para completarnos...


***




POSTAL DE PRIMAVERA

Era muy feliz por aquellos días...
La esperanza invadía mi mundo en donde la música encontraba sus horarios, era perfeccionista y solitaria, espiritual...

Me abandonaba a las ideas intelectuales con una mirada pulcra de joven rebelde. No veía a la gente porque soñaba con una de mis grandes obras: encontrar un amor verdadero que llenara los huecos vacíos con la sabiduría del equilibrio.

Dibujaba poesías, pintaba cuentos... con un sentimiento único e irrepetible y con el íntimo deseo de permanecer a la vera de los días, razonablemente feliz.

Existía una historia demasiado adulta que me esperaba entre libros y patios, con un jardín de pétalos chinos y de golondrinas. Yo me sentía abrigada entre los recodos de mi casa colonial y en la periferia de un arca poblada de gatos me dormía para seguir soñando...