sábado, 25 de mayo de 2024

Los siete dones (8-El oficio de ser pobre-1era parte)

 


8-EL OFICIO DE SER POBRE

 

 

−Cuánta gracia tienes para consolar las penas. Te gusta sufrir –le dijo Ignacio Avellaneda a su tía, el ama de llaves.

Ignacio era un misterioso y frecuentaba los salones y lugares públicos sin comprometerse con nadie. Llevaba levita y lentes con armazón fino.

−Necesito un jerez.

−Ven para la cocina.

−No me gusta ese lugar. Es de criados sin ambiciones.

−Pues tú lo único que llevas es el apellido –respondió Gloria, su tía.

−Y sí, somos de los Avellaneda pobres; pero eso no tiene nada que ver porque el abolengo, el carisma, se lleva dentro y viene de la cuna.

−Me haces reír.

Ignacio visitaba de vez en cuando a su tía Gloria para entrar a la residencia y ver, de cerca, cómo vivían aquellos que decían tenerlo todo. ¿Eran felices? ¿El dinero les daba paz interior?

El joven nunca se presentaba en la sala, Gloria se lo había prohibido. No quería problemas con los patrones ni con nadie. Ella era una mujer austera y sin pretensiones. Se conformaba con lo puesto, con el día a día, y con tener trabajo. Aunque eran migajas las que recibía por paga, le alcanzaban para una vida de soltera mayor y sin lujos.

−Raro que estando acá no te hayas enganchado algún viejecito rico.

−¡Calla! ¡Insensato! Y ahora vete que no quiero que te vea nadie. Esta casa está de duelo.

−La verdad que sí, me voy, pero volveré uno de estos días.

Gloria miró por la ventana.

−¿Y esa calesa?

−Me la compré el sábado.

−¡Muchacho! –rezongó Gloria al ver los aires de grandeza de su sobrino.

−¿Quién es él? –preguntó Milagros a espaldas de Gloria. Ya había entregado las revistas y una carta de su padre para don Carlos. Nadie la vio entrar y en ese momento justo se retiraba. Timoteo la estaba esperando en la esquina.

−¡Niña Milagros! ¡No la vi entrar!

−Es que me abrió un joven que no conozco…

−¿Él le abrió la puerta? ¡Qué desubicado! Podría costarme el trabajo.

−No importa Gloria, yo no diré nada.

Milagros seguía mirando la calle donde se había marchado Ignacio Avellaneda en su calesa nueva y reluciente.

−¿Es de la familia?

−¿Quién?

−¡El joven que se fue recién! ¡Gloria, te dispersas!

−Ah… no. Es mi sobrino Ignacio que me visita de vez en cuando.

−No lo conozco de la sociedad porteña. Bueno, yo no salgo mucho.

−Es que él tiene sus propias amistades. Es un muchacho especial, un poco desorientado, pero ya va a encontrar el rumbo. Yo le digo que tiene que ser él mismo, auténtico, y no querer mostrarse, aparentar lo que no es…

−¿Por qué dices eso?

−Porque lleva apellido de alcurnia, pero es un joven de familia media. No le sobra el dinero. A mí no me gusta que adopte esos aires altaneros de cierta gente.

−Existen muchas personas de dinero y condición social elevada que son humildes y espirituales. No hay que juzgar a todos por igual porque la gente cuando descubre su mundo interno se da cuenta que son otros, que tienen valores.

−Sí, las apariencias engañan…


−Claro. Bueno, me voy Gloria. Adiós. ¿Y Julián? No lo veo en la puerta.

−Debe estar en la otra cuadra frente al asilo de las Huérfanas.

−¡Qué pena!

−Necesita ayuda, pero nadie se hace cargo.

−Yo.

Milagros estaba dispuesta a todo. Caminó por la avenida rumbo a la Casa Cuna; le hizo unas señas a Timoteo, el cochero, para que la siguiera hasta el lugar que quedaba a una cuadra.

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LOS SIETE DONES
--------------Felicitas Guerrero, Perdonar es divino, El carruaje de la muerte, El amor menos pensado, Te quiero mucho, mucho, Camino a casa.

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