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La última mujer (Cap VII. La hipocresía-2da parte)

 


‒El Titanic ya no me gusta. No veo la hora de que lleguemos a Nueva York.

‒Si vinimos a disfrutar. Relájate que te hará bien. Estar alerta y nerviosa provoca desajustes emocionales y baja las defensas.

‒¡No me hables como un doctor! ‒gritó Rebeca‒. No me agrada esta gente rica que sólo piensa en festejos y en gastar dinero. La libertad es como el aire, la notas cuando la pierdes…

‒¿Acaso te sientes presa?

‒Sí, de mí misma, de mis angustias y de ti que no me dejas dar un paso sin estar vigilándome. ¡Me atormentas, Wilson, por favor!

‒Bueno, señora, disculpe ‒respondió y se fue del camarote.

De pronto, Rebeca escuchó un grito y salió al pasillo. Vio, de lejos, correr como perdida a la mujer de los ojos grises y a su hija Amelie en los brazos. La situación le pareció abrumadora. Un hombre la perseguía con la mirada encendida. ¿Qué pasaría entre ellos?

Rebeca pensó en la dicha de tener un hijo y la vista se le nubló por completo. Lo deseaba tanto. Sin embargo, debía dejar esos sueños para ocuparse de la otra tortura, la de dar batalla con las armas que tenía frente a una dolencia que quizá no tenía cura. Recordó a su madre y su lucha por sobrevivir; aquella despedida cuando las dos sabían que eran una sola en el camino escabroso que tenían que atravesar: hospitales y cirugías, médicos y salas de guardia. Luego el silencio atronador de la conciencia en paz y en guerra y una hija, Rebeca, que necesitaba salvarle la vida. ¿Quién, ahora, iba a protegerla como lo hizo ella? Nadie. Se sentía más sola que nunca, con los bolsillos llenos y el alma desierta.

**

 

‒Esta noche tenemos una gala ‒comentó Amy Carter que entró al cuarto de Rebeca sin llamar. La encontró llorando y eso la preocupó un poco.

‒No quiero fiestas, sabes que no me gustan.

‒Ay… amiga. ¿Qué te ocurre? Vinimos acá por ti, para que fueras feliz, para gozar de la vida y de las comodidades de este grandioso barco. Debes apreciar el hecho de pertenecer a una familia acomodada que puede darte el gusto de viajar por placer.



‒¡El dinero! ¿Qué hacemos con el dinero? ¡Lo arrojamos al mar, a los miserables y rufianes que están en este famoso Titanic! ¿Se te ocurre alguna idea mejor porque me sobra, pero no me alcanza?

‒¿Qué te pasa?

‒Es que estoy cansada de tanto despilfarro, de la ostentación que es de mal gusto, de vivir para el afuera, cuando tengo el corazón destrozado.

‒¿Wilson te engaña? ‒preguntó con inocencia Amy.

‒¡Vete! ‒gritó Rebeca entre lágrimas de impotencia y salió corriendo rumbo al camarote de su padre. Estaba fuera de sí, pero no quería contar lo que le ocurría. Necesitaba dar los siguientes pasos en silencio y apartada de la gente que solía juzgar al más débil. Sola se sentía más acompañada. Mark, su padre, era el único que le daba la paz que necesitaba, pero no podía hostigarlo ni tampoco cargarlo con responsabilidades porque era un hombre grande. Pensó, antes de entrar a la habitación, en la mujer desconocida. La sentía cercana, más que Amy que era su amiga.

“Qué extraño”, pensó.

**

LA ÚLTIMA MUJER
--------------------------Titanic, La última cena, Un viaje largo, El cariño se gana, Un naufragio, El ángel, Bengalas de luz, Madre noche, Soledad de una mujer.



PRESENTE EN LA FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE BUENOS AIRES-2024



MINISTERIO DE CULTURA DE LA PROVINCIA DE SANTA FE-ARGENTINA.

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