¿Quién no ha vivido o soñado con un gran amor en su vida?
Cerrando los ojos, ella, La Novia, deja que los viejos perfumes la abriguen en su recorrido. Imagina que es posible recrear esos tiempos en los que un cruce de miradas, un roce de manos, un deseo... era todo y alcanzaba...
La Novia piensa...¿es el fin de la vida o el principio?
¿Puede una mujer esperar un mañana que puede llegar a ser incierto?
Caminar calles empedradas, dibujar sombras en las paredes blancas, tratando de soñar cómo hubiera sido la vida si aquella boda se hubiera realizado.
Escribir el diario de un destino es poco.
Tal vez, el amor no es el producto de los encuentros, sino que los encuentros se producen porque el amor los va trazando con paso libre y suspendido.
Ella debía consolarse con el abrazo eterno.
No sabía de tiempos porque el fuego de la espera le había desordenado los relojes que, como retazos, se burlaban de su realidad sombría, pueril, inalterable.
¿En qué se transforma el abandono cuando la realidad se altera?
En perfume, en albor permanente, en futuro esperado y no vivido... o en ceniza que hay que ocultar.
El amor queda como una marca, un mapa, alguna felicidad que se esfuma por una ventana y besa el rostro, otro...
Las palabras escriben sus cartas amarillas que se leen solas frente al desasosiego del alma que no sabe cuál es el camino.
"En lo profundo del parque verde-lila, Clara se aferró a una cruz y caminó arrodillada a través de la oscuridad en busca de aquel hombre que, a última hora, dejó de latir".
La Novia.
La Novia.
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