jueves, 6 de junio de 2024

Aluen (Cap 7. Manuel Leiva-Tercera parte)

 



La Patagonia tuvo reinas indias.


El marino inglés Fitz Roy conoció a María en el Estrecho donde solía acampar para comerciar con los navegantes. Fue en la Bahía Gregorio en 1827; María era la única que hablaba español. Tenía cuarenta años y cinco hijos. Su marido se llamaba Manuel y era tehuelche. La reina usaba aros con la estampa de la Virgen María y un broche de bronce con el que sujetaba un mantón de piel de zorrino. Sabía hacer múltiples negocios con los extranjeros, ordenar a su pueblo y cabalgar a gran velocidad por aquellas tierras. Ese templo le daba cierta autoridad, es por ello que no hubo guerras con los conquistadores. Ella era pacifista y trataba de controlar las situaciones sin llegar a conflictos estériles.

María no era tehuelche, decía ser nacida en Paraguay. No llevó a su pueblo a ser una gran potencia, pero sí a ser considerado por su política inteligente. Engrandeció con su carácter ese territorio adoptivo que la vio guerrear para ocupar el sitio que merecía.

Namba la conocía bien y prefería mantenerse alejado. Ella era defensora de las causas justas y él de tomar venganza. Nunca se llevaron bien; Además no le gustaba recibir órdenes de una mujer. Él tenía sus propios códigos y leyes. Su historia era mucho más intensa que cuatro gritos de una aborigen llamada María que, para él, no era más que una falsa india que buscaba riquezas y aplausos. Con la indiferencia se puede vencer y es mucho más doloroso el fracaso pensaba Namba que, en el fondo, la envidiaba. En realidad, le molestaba su presencia, pero debía mantener distancia porque el marido era de temer. Por lo menos con un simple vistazo el hombre dejaba inerme a quien quisiera doblegarlo. María, en cambio, era más diplomática, pero a Namba nadie le ganaba a la hora de planear nuevos desafíos o de enfrentar los caprichos de los blancos.

 

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Al otro día, Aluen despertó de ese sueño enfermizo. Todo le parecía una pesadilla de la que podría despertar cuando ella quisiera. Pedro se había ido a descansar unas horas a otro cuarto; el padre Hilario, al verlo encorvado sobre el colchón de la cama, le sugirió que fuera a dormir un poco más cómodo en otro sitio.

Aluen se incorporó con gran esfuerzo y se pasó las manos por el pelo destrenzado. Todavía estaba vestida de novia. ¡Qué poco le importaba aquella boda! Era ingrata, lo sabía. La esperaban largas horas de penumbras. Apareció Timo entre las ropas de cama y ella lo abrazó muy fuerte.

‒¿Me lavas la cara? ‒le dijo, cuando lo vio lamerse las orejas.

Un silencio de sepulcro le hacía pensar que no había nadie en la iglesia. Le dieron ganas de gritar, pero sintió como si le hubieran cortado las cuerdas vocales. Otra vez el deseo de morir, la misma ausencia por la falta de un ser querido. En aquellos meses en que estaba embarazada nunca pensó que podría llegar a amar tanto a ese niño gestado por la fuerza, resultado de una violación. “Resultado” no era la palabra, sonaba fría y Pedrito era amor intenso. La oscuridad de su cuerpo, el fondo mismo de la entraña, le decía que estaba viva y que debía buscar a su bebé aunque se le fueran los años. Una bruja, dos… Tenía que buscar la ayuda de alguien. ¿Pedro? Claro, él estaba allí y era su marido. Lo había olvidado.

‒Aluen, ¿cómo estás? ‒se oyó del otro lado de la puerta.

‒Pasa.

Era Luisa que venía a traerle un desayuno que enviaba el padre Hilario.

‒¡No quiero comer!

‒Tienes que intentar salir adelante, estar con energía para afrontar la situación.

‒¡Fuerte no soy! ‒gritó‒. ¡Me obligan a serlo que es diferente!

‒Es que no hay alternativas.

‒¿Dónde está Pedro? ‒repitió como afiebrada.

‒Dijo que se iba para el Fuerte y que regresaba rápido. Te dejó descansar.

‒¡En paz quiero descansar! ¡Como los muertos!

 

 

Los sueños de Pedro se habían derrumbado con esa tragedia. Debía ayudar a buscar al niño lo antes posible sino la vida de todos sería un calvario. ¿Por dónde? ¿En Buenos Aires? No sabía qué hacer, se sentía un ánima por aquellas calles donde el viento silbaba y se colaba por los zaguanes con olor a perfumes, a flores y a comida casera.

‒¡Muchacho! ‒alguien le gritó.

Era doña Ramona que lo llamaba para que entrara a su casa.

‒Estoy apurado, doña.

‒Ven un momento.

Pedro se detuvo pues necesitaba el abrigo de esas alas que cubren la espalda cuando hace demasiado frío dentro y fuera del alma. Todo era tan acogedor en la habitación que le dieron deseos de llorar y apoyar su cabeza sobre la mesa.

‒Oh… pobre. ¡Lo siento tanto! Una boda preciosa y mágica, como de cuentos de hadas. Aluen, un sol, un resplandor de vitalidad, la paz total y ahora una madre al borde del abismo.

‒Perdone, Ramona ‒dijo Pedro con lágrimas sentidas.

‒Llora, que los hombres valientes sí lo hacen y es allí cuando se nota que son verdaderos hombres.

‒Es que me siento acorralado. No sé dónde buscar a Pedrito y se lo debo a Aluen. Ella es muy sensata pero temo que cometa una locura. Quiso morir una vez. ¿Recuerda?

‒Claro, pero tú no debes dejarla sola porque huye, siempre escapa cuando sufre por algo. Siente que el espacio abierto es su refugio y allí es cuando se puede encontrar otra vez con el enemigo: el que acecha siempre.



‒A Pedrito se lo llevó Leiva a Buenos Aires. ¿Se da cuenta? Todo está tan lejos, es como si se lo hubieran llevado para las Europas.

‒¡No es tanto, hombre!

-Sí, doña. Leiva es muy astuto, hace un mes que se fue para confundirnos.

‒Y si se fue hace un mes, ¿cómo robó al niño ayer?

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ALUEN (Novela plagiada en Amazon)
____La Patagonia rebelde, Carmen de Patagones, María La Grande, Los indios tehuelches, reinas indias, Fitz Roy, La colonización galesa.


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