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sábado, 29 de junio de 2024

La trama del adiós (ex La Novia) (Parte 9)


 

No podía evitar la idea de que Dolores representaba la más atroz de las comedias y que él era, entre sus manos, un hombre ingenuo al que se engañaba con cuentos fáciles para dejarlo tranquilo. Salvador no era un niño. Sus dudas fueron envolviéndolo todo como una liana con su monstruosa trama. El hecho resultaba ser tan absurdo e impropio que pensó que estaba delirando, no podía ser verdad. Era una alucinación verdadera de alguien que padecía ciertas patologías mentales o eran los otros quienes querían hacerlo pasar por demente para recluirlo en algún lugar. Esos sitios de los que no se vuelve…

Mientras tanto, y a pesar de tantas conjeturas, no atinaba a otra cosa que seguir amarrado a una vida estéril de gritos, miedos y culpas. ¿Qué podría hacer para salvarse? ¿Hasta cuándo duraría esta situación? Estaba deprimido pero tenía que continuar hasta el fin que esperaba con ansiedad.

Él sabía de la significación profunda que poseen los instintos, tanto aquellos que procuran un bien como los que conducen al dolor y al aniquilamiento. La lucha por la existencia es solamente una búsqueda de posibilidades para lograr una vida mejor. Salvador sabía que habitaba con sus demonios desde los quince años cuando aquel padre que tanto amaba le dijo adiós. Ahora, cargando todos sus pesares, era humillado y marginado por su propia familia que lo quería destruir sin miramientos.

−Eres frágil, hijo, pero tienes que poner lo mejor de ti para salir adelante. Si te alejas de ellos te ayudará, vete por un tiempo.

−No puedo, no puedo…

Salvador parecía aferrarse al dolor. ¿Amaba a Dolores a pesar de todo? Parecía haber perdido noción de la realidad; sin embargo, podía resolver problemas relacionados con sus negocios y actuar de manera coherente frente a sus empleados.

Escondió el arma entre sus ropas y se fue para la casa con la convicción de que algo se le iba a ocurrir para acabar con el misterio, con su vergonzoso temor y con los problemas de autoestima que lo venían atormentando desde siempre. Hasta pensó en el espíritu de su padre que intervenía, desde el más allá, quitándole el arma de las manos.

No pudo lograr paz porque al llegar a la casa Dolores había organizado una fiesta, sin avisar y sin preguntarle a él sobre el tema. Salvador se quedó dentro del auto y allí pasó la noche, entre la soledad y el frío, con un desgarrador sentimiento de culpa.

Por su casa desfilaban personajes que nunca había visto; seguramente, eran amigos de Roberto. Entre ellos estaba Dolores disfrutando de esa reunión de jóvenes como si tuviera la misma edad. Todo resultaba ser desprolijo porque a pesar del bullicio la escena parecía sombría. En el banco del jardín había una mujer de mediana edad, de cabello rubio, muy delicada, que tomaba una taza de té. Salvador se inquietó por aquella aparición. Se distrajo un momento para mirar hacia la calle porque escuchó un ruido y cuando volvió la vista la mujer había desaparecido. Había, en ese sitio, un pequeño gato acongojado y desvalido.

Al rato, pensó que no estaba seguro de haber visto a aquella dama, pero una rara sensación le hizo sentir deseos de conocerla, sin advertir de que la banqueta en la que ella supuestamente estuvo sentada no existía.

 

 

Al amanecer, cuando se acabó la fiesta, empezaron a caer gotas de lluvia que apagaron el fuego y endurecieron las cenizas de la casa. Salvador, casi un fantasma enmohecido por la humedad de la noche, entró a su habitación pero allí estaba Dolores ebria; aquella mujer que tanto conocía era una sombra de lo que fue alguna vez: rubia, alta, sofisticada y deslumbrante.

Salvador se fue a dormir a la habitación de servicio y cerró con doble llave. Ahora el silencio lo sumergía en el propio delirio de no saber distinguir cuál era su realidad.

Al rato, se levantó para ir a su negocio. Todos estaban durmiendo. Sintió la frescura de las violetas de su madre en el ambiente, pero la soledad le trajo nuevamente la inquietud del desposeído.

−Parece que no ha pasado buena noche −le dijo su empleado de confianza.

−No, pero no importa. Tú debes escuchar lo que te voy a decir: ordena los papeles y documentos principales que necesitan mi firma, ocúpate de los viajantes, no encargues mucha mercadería. Otro día veremos algunos asuntos que quedan pendientes y que son más importantes.

Después de aquella noche, Salvador sabía que ya no volvería a sonreír. Hizo limpiar las paredes, cortar los arbustos del patio, barrer todo aquel vestigio de frivolidad y desorden. Sabía que era necesario apresurarse. Luego se fue para la casa que quedaba a unos metros del negocio y la vio a Dolores que iba hacia el tocador a borrar las huellas del desprejuicio.

−No te vi en la fiesta −le dijo como al pasar.

−Yo no estoy para festejos.

−Seguro, lo había olvidado −contestó Dolores con ironía.

−¿Quién era la mujer que estaba en el jardín? −preguntó Salvador−, porque no es de tu grupo de amigas.

−No sé de quién me hablas. Yo no invité a nadie. Todos eran amigos de Roberto y de Mía.



−Había una mujer de mediana edad, muy bella, sentada en el banco de la entrada con una taza de té. Parecía niña por momentos. Tenía las manos delicadas y los dedos largos como de pianista, pero sus ojos estaban nublados por las lágrimas. Llevaba botitas blancas.

−¿Botitas blancas? −comentó Dolores riéndose con burla−. Tú sí que eres soñador o te has acordado de algún cuento de tu infancia, esos de hadas y duendes.

−Qué tiene de malo, hace años se usaban las botitas blancas.

−La verdad que sí. Hace como treinta años. Bueno… basta de tonterías, tengo que salir.

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LA TRAMA DEL ADIÓS (Ex La Novia)
-------------------------------El crimen casi perfecto, La Novia, Morir dos veces, El amor no correspondido, Las cenizas.

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