7-MANUEL LEIVA
REINAS INDIAS
LA BODA
Pedro
con sus ahorros había comprado una casa pequeña para ir a vivir con Aluen y su
hijo.
La
vivienda era baja, con techo de chapas rojas y paredes muy gruesas, de tapia.
Las puertas estaban hechas de gran espesor y presentaban molduras, labradas a
mano, que le daban apariencia de mayor solidez.
Las
ventanas, anchas y bajas, tenían rejas de hierro en forma geométrica. Las
habitaciones, templadas en invierno, eran el marco de un patio cubierto de
baldosas azules, al que daba algo de sombra un guindo y más atrás, en el
terreno lindero, un arrayán.
En
medio de ese patio había un aljibe para recoger agua que a veces corría por los
techos y resbalaba por las canaletas. La roldana estaba algo herrumbrada y con
el viento murmuraba alguna historia de colonos y campesinos audaces. Y aparecía
la figura recia de un padre y de una madre frágil vestida de negro, detrás una
niña alegre con una mantilla que llegaba de alguna fiesta patria, mientras la
abuela cortaba diademas del Paraguay para su santo predilecto. Alguna negra
esclava murmuraba detrás de las cortinas con la bandeja de plata en las manos.
La
casa era de la sobrina de doña Ramona que, al quedarse huérfana, se fue a vivir
con la tía. No tenía deseos de conservarla porque le traía demasiados
recuerdos. Tal vez, era muy pequeña, pero para Pedro era un paraíso y lo sería
también para Aluen. Peor era vivir en los suburbios de Gaiman con sus ranchos
de adobe, algunas vacas flacas y un puñado de gallinas.
La
boda se realizó en la iglesia de Virgen de las Rocas bajo la bendición del
padre Hilario como quería Aluen, pero también como ordenaba el cura que era muy
obstinado.
Aluen
no quiso usar los vestidos de moda de aquella época y las muchachas de la Casa
de Huérfanas le confeccionaron una túnica color marfil con una especie capa del
mismo tono que le caía desde los hombros hasta los pies, con cola incluida y
bordada a mano. Llevaba un rosario de cristales y una trenza infinita con
flores blancas y pequeñitas en el pelo. Resaltaban esos ojos verdes
transparentes con su piel morena. Pedro, en cambio, vestía saco y chaleco gris,
pantalón negro con una cadena de reloj que colgaba del lateral izquierdo,
camisa blanca y un pañuelo en el cuello. Tenía algo de barba y bigote que no
quiso cortarse. Quería ser tan auténtico como lo era Aluen, quien llevaba al
niño de la mano en la ceremonia. Cuando terminaron las formalidades, Pedro
cargó a Pedrito y ambos le dieron un beso. Luego, Aluen lo recogió y salieron
de la iglesia. El padre Hilario los miraba alejarse con cierta tranquilidad y
gozo. Se consideraba artífice de esa dicha, dueño y señor de esas vidas.
‒¡Qué
bellos! Si no fuera por mí hoy no estarían juntos ‒comentó Francisca, la
sobrina de Ramona.
‒Me
desobedeciste, pero hiciste bien. Eres valiente, niña.
‒Gracias,
tía. Es que el amor pasa sólo una vez.
‒Puede ser ‒contestó Ramona con cierta nostalgia recordando los tiempos de su juventud.
En
el atrio, se agolparon los pocos invitados que rodearon a la pareja.
Especialmente las niñas del asilo que no dejaban de admirar la belleza
sobrenatural de Aluen.
En
un momento, una de ellas, para que la novia estuviera más cómoda cuando
saludaba a los invitados, tomó a Pedrito de sus brazos. Ella se lo dio
tranquilamente porque sabía que estaba seguro con las muchachas. Al rato,
cuando la multitud se disipó, Aluen giró para alzar a Pedrito de los brazos de
Luisa o de alguna amiga, pero no lo vio por ningún lado.
‒¿Dónde
está el niño? ‒le preguntó a Luisa.
‒No
sé. Lo tenías tú.
‒Sí,
pero te lo di a ti mientras saludaba a la gente.
‒No,
a mí no.
‒¡Dónde
está mi hijo! ‒comenzó a gritar Aluen desesperada.
‒Si
lo tenías tú ‒respondió Pedro.
‒¡Es
que me van a culpar! Bueno… se lo di a una amiga en un momento, creí que era
Luisa. No sé… ¡Estábamos todas juntas! ‒exclamó Aluen entre lágrimas y miradas
de locura hacia un lado y otro de la iglesia‒. ¿Padre, el niño está con usted? ‒gritó.
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Toda una lucha por la vida, por el amor, por la familia...Aluén es todo un ejemplo de valentía y dignidad, sin duda alguna...Enhorabuena Luján.
ResponderEliminarMi abrazo manchego y mi ánimo siempre.