sábado, 8 de junio de 2024

Aluen (Cap 8. Pancracio Romero-Segunda parte)

 


Pedro la notaba cada vez más distante y sentía que todo el amor había desaparecido. Sólo le importaba el niño. Debía comprenderla de alguna manera, si no tendría razón cuando decía que solamente era un hombre y nada más. Para ella era un ser frío, embrutecido, con deseos de satisfacer sus instintos y de no respetar al género femenino. Sin capacidad de dar sólo de recibir, apelando a todo tipo de manipulaciones. Pedro no era así, pero reconocía que la boda se había esfumado y que esa unión era un recuerdo. No debía ser egoísta. Si la amaba realmente debía ayudarla a buscar al niño de todas las maneras posibles. Leiva no podía ser más poderoso, sí era un pusilánime que se aprovechaba de las mujeres, en apariencia débiles, que obedecían para no ocasionar males mayores y porque, además, no tenían dónde ir.

‒Calma, Aluen. Iré al Fuerte y armaremos algunas estrategias. Si es necesario viajaré a Buenos Aires. Pero antes necesito conocer los nombres de la familia de Leiva en la provincia, contactos… ¿Qué trabajo hacía? ¿Con quién negociaba? Parecen tonterías, pero me pueden llevar a él más rápido. Lo raro es que si este hombre se fue hace un mes, ¿por qué el niño desapareció ayer?

‒No sé, no sé… Lo quiero acá, junto a mí. ¿Me puedes comprender? ¡Por favor!

Pedro, apesadumbrado por la situación sin control, se fue para el Fuerte del Carmen. Se encontró con su amigo Estanislao, soldado del cuerpo de artillería, y le contó lo sucedido. Estaba tan angustiado que recordó cuando hace tiempo quería desertar. ¿Qué hubiera pasado si lo hubiera hecho? Otra sería la historia. Ahora se hallaba atado de pies y manos, obligado a llevarle de vuelta el hijo a su amada Aluen. Lo triste era que pensaba que jamás lo encontraría; algo profundamente extraño le decía que no lo buscara porque todo sería inútil.

‒¿Qué piensas? ‒le preguntó Estanislao.

‒No sé, amigo. Este suelo es tan ladino. Hasta puede estar muerto el niño. Leiva es un hombre de buscar venganza y de ejecutarla por lo visto.

‒Necesito que me acompañes a ver a la vecina que comentó lo del viaje a Buenos Aires.

‒Bueno, vamos.

Al margen del río Negro, elevado sobre la barranca, Carmen de Patagones era imponente y humilde al mismo tiempo. La torre de la iglesia la transformaba en una población histórica que iba dejando huella en el muelle, en las calles empinadas y en sus plazas.

Estanislao y Pedro caminaron en silencio, acompañados por el eco disonante de los pasos.

La casa de aquella vecina parecía un triste galpón de herramientas: geométrico, débil, desvencijado. Si abría la puerta se cerraba la ventana y al revés. Golpearon las manos.

‒¡Qué quieren! ‒gritó.

‒Saber sobre el vecino.

‒¡Qué atrevimiento! ‒respondió de malhumor arrastrando cada palabra.

‒¿Por qué le molesta tanto? ¿Acaso la obligó a callar?

‒¡A mí nadie me da órdenes, sabe! ‒contestó desde detrás de la persiana donde sólo se asomaban sus ojos.

‒¿Dónde está? ¿Y sus hijas?


‒Ya les dije a los pendencieros, que se fue a Buenos Aires con su familia. La Patagonia no les gusta porque es un lugar sin futuro y las hijas son jóvenes.

‒¿A qué se dedica?

‒Tiene tierras. Labranza.

‒¿Y entonces?

‒¡Ya tanto no sé! ‒gritó enojada‒. ¡Se van porque tengo que seguir con la limpieza! ¡Soy pobre! Lo digo por si no se dan cuenta.

‒Sí, claro. Disculpe.

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ALUEN (Novela plagiada en Amazon)
------La Patagonia rebelde, Los indios tehuelches, María La Grande, El sur argentino, Las tribus, Río Negro, La inmigración galesa.

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