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lunes, 1 de julio de 2024

La trama del adiós (ex La Novia) (parte 11)

 


Susan estaba en la cocina mirando el televisor y escuchando esas terribles noticias. Salvador se acercó despacio, sabía de la inseguridad y de todo lo que estaba ocurriendo en esa sociedad sin códigos. Cada vez que leía en el periódico algo parecido, pensaba en Roberto y su entorno. Esa falta de proyectos, el desinterés por el estudio, la manera de vivir y luego sus amigos que lo arrastraban a los abismos de la droga. No existían consejos para él porque no escuchaba a nadie.

“¿Por qué en lugar de avanzar retrocedemos? ¿Por qué sentir esta infelicidad crónica?  Nosotros y sólo nosotros somos los responsables”, pensó Salvador afiebrado de tantas malas noticias.

−¡Nadie está en la casa, Susan! Es la hora de cenar. ¡Qué es esto, sólo vienen a dormir!

−Guillermo está con la computadora en la habitación, es el único que no se movió en todo el día de su cuarto.

−Pobre niño −dijo Salvador−.  La computadora lo está absorbiendo tanto que ya no tiene vida propia. Lo esclaviza como a mucha gente.

−Sí, la verdad que sí, pero mejor que esté adentro y no en la calle.

−Claro −contestó Salvador.

 No quería hablar con la mucama sobre el revólver y su mentira cuando tuvo que defenderlo los otros días. En el fondo, tenía tantas dudas que sentía que él mismo era culpable.

“Es necesario tener coraje para aceptar los errores y una probable enfermedad”.

Susan sirvió la cena para los dos solos.

−¿Cómo te va en el colegio? ¿Bien?

−Sí, papá, me cuesta literatura como siempre.

−Tienes que dejar un poco la computadora y dedicarte más a los libros.

−Es que estudio en la computadora −contestó Guillermo riéndose.

−No te creo −contestó Salvador compartiendo la broma.

Guillermo era el único de sus hijos que le traía un poco de sosiego y dicha. Los dos se llevaban muy bien y se querían mucho.

−Voy a tomar la confirmación pronto. ¿Vas a venir?

−Por supuesto, claro que sí. Sabes que voy siempre a la iglesia y le doy importancia a la fe religiosa. Ella sana las heridas.

−¿Tienes heridas?

−Todos sufrimos y somos felices en la vida hasta que llega el día que nos toca partir. Pero no te preocupes porque cuando eso ocurra yo viviré en tu memoria: verás los árboles, el jardín y volverán a tu alma los momentos que pasamos juntos.

−Falta mucho para eso, papá.

−Sí, sí… creo.

Era el único instante en el que Salvador no debía esconder los sentimientos. Él era un hombre bueno; no sabía cómo lo veían los demás. A veces, la mirada ajena suele ser despiadada. Desde afuera es fácil interpretar mal a las personas, sólo desde dentro pueden comprenderse sus motivaciones.

Igual, a pesar de ese lado positivo, su existencia no dejaba de ser tormentosa, vacía, solitaria y eso, por momentos, lo dejaba fuera de todo raciocinio. Parecía un desquiciado cuando se paseaba con ese revólver en las manos y quería huir a buscar a Dolores para acabar con ella.

“Eso se llama violencia de género… pero… ¿y la víctima?”, pensó.

Salvador se hallaba tras la reja de su propia y única celda; aunque no había llegado solo a ese lugar sino que lo habían empujado: su padre muerto, la sobreprotección de su madre, Dolores, el sexo, Roberto y las drogas.

−Gracias perro, tienes bigotes de gato −dijo cuando escuchó ladrar a Buck la mascota de Guillermo−. Recuérdame siempre.



Se fue para el cuarto de servicio para tratar de descansar la mente pues esos demonios interiores estaban siempre alertando los silencios y tenían voz y formas inquietantes. En el sueño, vio a la mujer de las botitas blancas y sus ojos llenos de lágrimas. No la conocía pero algo de ella le llegaba al corazón. Tal vez estaba muerta. Él le dijo:

−No debes querer a nadie que va a morir pronto.

El tiempo nos quita muchas cosas y cuando más amamos, más perdemos. Tenemos que renunciar para ser libres, morir para que otro tenga vida −le contestó ella como desdibujada por un velo.

Salvador se despertó bruscamente y, con melancolía, miró la hora. El mundo para él era gris y pronto llovería sobre su cuerpo. Lo sabía. Se hallaba a la intemperie.

A la mañana, Dolores le comentó que quería poner un negocio porque tenía la necesidad de hacer algo: estaba aburrida.

−No seas egoísta, te pido por favor. Nunca me apoyas en nada porque piensas que soy una inútil. ¿Hasta cuándo me vas a boicotear las ideas?

−Nada, mujer, está bien.

−¡Magnífico!

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LA TRAMA DEL ADIÓS (ex La Novia)
------------------El crimen casi perfecto, La Novia, Morir dos veces, La dignidad humana, crueles instintos.

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