domingo, 14 de julio de 2024

La abuela francesa (Melanie y Francois-1890-2da parte)

 


Al principio nadie se dio cuenta pero luego tuvieron que rendirse ante las evidencias; él la acompañaba en las tareas del día, la aconsejaba y ella escuchaba, atenta y dócil, a pesar de su poder omnímodo.

Por las noches, al acostarse, Melanie pensaba mucho en la vida y aparecían en su memoria fragmentos del pasado que le traían nostalgia. La diversidad de secuencias la remontaba a Suiza, allá en el valle, junto con sus hermanos. Aquella taza de leche al regresar de la escuela, el miedo a los caballos alazanes de pelo rojizo o canela y las caminatas con la leña para el hogar al lado de su papá Juan José. Había tanto que añorar que resultaba imposible resumirlo en los sueños. Recordó a su abuela Victoria Dunoyer que le contaba historias de Napoleón y de su gran amor Desireé, una mujer extremadamente femenina, fatal y misteriosa envuelta en una armonía de fragancias: iris azul, rosa de mayo, jazmín de Grasse, ámbar gris. El joven militar Napoleón jugaba con el nombre de ella, la llamaba Desireé, la deseada.

Luego el viaje a América, un lugar para vivir sin grandes aprensiones pero tan diferente a Europa; los comienzos y la lucha contra los aborígenes. Sólo había algo que borraba los vestigios de tristeza: las novelas, la escritura y el amor por los animales.

El paisaje de la tarde en la laguna de patos cuando vio pasar a Rodolfo, erguido y seductor en la carretela, apareció en su memoria. El cúmulo de sensaciones fue arrasador y su gran ansiedad la llevó a pensar que aquel hombre era la otra mitad de su persona. Con el cariño tranquilo de Rodolfo fue feliz durante una década; él era el discípulo que entendía su doctrina de maestra y adoraba la lozanía y la autoridad que le daba su juventud.

Tras aquel desventurado pasado, hoy se le presentaba un sentimiento unido a una atracción que jamás sintió por nadie y que pensaba que no existía. Melanie se convirtió en una adolescente. Tenía miedo a ese hombre apuesto y poderoso, capaz de vencer los obstáculos, fuerte, para el que nada era imposible. François resultaba ser muy distinto a Rodolfo.

El coronel la debilitaba, antes nunca dejó de ser ella misma pero ahora respondía a una sumisión que se parecía a una derrota. No quería admitir que estaba enamorada de verdad y que la huella de ese paso masculino la guiaba, sonámbula y torpe como nunca, a sus brazos. Él, pesar de su altivez, sentía resquemor porque la imagen de Melanie era demasiado poderosa, pero no quería renunciar a la palpitante sensación de admirarla desde la tarde en que la conoció. No sabía si alguna vez le diría lo que le pasaba porque temía que ella no sintiera lo mismo y lo desautorizara delante de los aldeanos. Le preocupaba hacer el ridículo porque era orgulloso, pero el sentimiento permitía todos los riesgos aun los más peligrosos.

 

 

Por esa época en el pueblo (1891) colocaron la piedra fundamental para la construcción de la iglesia que fue bendecida al año siguiente en conmemoración del descubrimiento de América. Las señoras estaban dedicadas a esos acontecimientos prestando ayuda y contribuciones.

Varios sucesos atrajeron la atención de los habitantes: el linchamiento de dos asesinos y la actuación de la justicia popular, la inauguración de una cremería…

Bajo la dirección de un maestro suizo Otto Shaffhausen se reunían ocasionalmente los coros de hombres y mixtos para ofrecer audiciones en común a los pobladores de la zona, también venían de otras localidades incluso de Rosario. Eran conciertos vocales e instrumentales acompañados de violines, guitarras, contrabajos, violonchelos y flautas curva y japonesa.


Melanie y François iban a las sesiones musicales con entusiasmo. La simpatía del principio los había unido aunque todavía no se habían casado. Los hijos de ella estaban de acuerdo con el enlace porque admiraban el valor del coronel y necesitaban una presencia varonil en la casa aunque ya fueran grandes. Los Chabot no conocían el egoísmo, querían a François igual que a un padre verdadero.

La tarde que doña Francisca conoció al bravo militar resultó ser uno de esos días imposibles de borrar de la memoria. La longevidad apresurada por el fallecimiento del esposo y del yerno arrasó con el último vestigio de salud que le quedaba en ese cuerpo frágil. Siempre fue una mujer bonita y llena de energía, pero el dolor y el paso de los años desestabilizaron no sólo su aspecto sino también la razón.

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LA ABUELA FRANCESA
--------------------------------Patria, Los inmigrantes, La lucha femenina, Los valores, Los inventos, La fundación, Los indígenas, Suiza.

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