sábado, 27 de julio de 2024

Café de Hansen (3-Andrés Rosas-1era parte)


 

3-ANDRÉS ROSAS

 

 

Al otro día, por la noche, asistieron a la ópera como quería doña Emilia, porque Conrado les había prometido que las iba a llevar. Fueron en dos coches: Nieves y su madre; Elena con Conrado y don Amadeo. Antes de entrar, apareció Andrés Rosas, el primo de Elena Aldao, la prometida de Conrado, pero ellos no lo vieron…

En la alta sociedad prevalecía el gusto por las óperas, la música italiana pura. Gran número de mujeres tuvieron afición por el canto como Micaela Darragueira, Carmen Madero, Feliciana Agüero y Enriqueta Molina. Los instrumentos favoritos eran el arpa y el piano, pero también la flauta, el violín y la guitarra.

Para la alta sociedad en cada ocasión se aplicarán pautas específicas de vestimenta y comportamiento. La asistencia a las grandes fiestas exigía el uso de fumar o frac; en las reuniones, en los salones privados o en el Jockey Club iban, a menudo, con levita.

En Buenos Aires se respiraba un halo europeo. La aristocracia se rindió a la ópera, el género preferido de sus familias. “La Pacini” como se la conoció a la soprano ligera portuguesa Regina Pacini del elenco “El barbero de Sevilla” que se ofrecía en los teatros, era un hallazgo para esos años.

En el centro de los palcos altos, frente al proscenio, estaba el que le correspondía al gobierno, de doble dimensión que los otros y decorado con cenefas de seda celestes y blancas. La familia Iriarte contrató a su palco para presenciar una obra de Arturo Toscanini. Las damas de excelencia con sus joyas y abanicos, no dejarán de mirar a los demás de su condición. Conrado se mantenía de pie, impaciente. No le gustaba el ambiente, la gente, la obra… Para él era un hartazgo estar allí conformando a las mujeres y los caprichos de la familia. Consideraba una actitud egoísta de parte de su madre, pero la comprensión. Había que hacer lo que para todo el mundo era correcto.

−Buenas noches –dijo, de repente, Andrés Rosas, quien apareció tras los invitados y Elena, su prima, se sorprendió por esa presencia que la dejaba al descubierto.

−¿Quién es el caballero? –preguntó don Amadeo.

−Mi primo –agregó Elena con rapidez, y avergonzada.

Luego de ser presentado, Andrés Rosas se instaló para presenciar la obra como uno más, y los otros presentes no dejaron de mirarse. La peor parte la llevaba Elena que no lo había invitado y que sentía culpa por incomodar a la familia de su novio.

Nieves, la hermana de Conrado, en cambio, lo observaba con atención; un juicio sobre él era poco. Ya le había sacado el color de ojos, la ropa de marca, el sombrero de alta calidad y hasta el reloj de bolsillo con cadena de oro. Un equilibrio demasiado frívolo de su estampa de caballero refinado ya la altura de las circunstancias. Él la miraba y no dejaba de inclinar la cabeza; ya le dolía el cuello de tantos saludos. La obra había pasado sin pena ni gloria. Nieves y Andrés no sabían de qué se trataba…


Conrado tampoco escuchaba nada porque una dama demasiado hermosa ocupaba un palco que quedaba enfrente. Ella ostentaba un sombrero enorme con plumas de faisán y se ocultaba un poco el rostro con un abanico español. Al lado, un hombre parecía escoltarla o cuidarla. La gente, sobre todo las mujeres, la observaban con atención y hablaban entre ellas, comentaban y hasta parecían molestas y asombradas. Es que habían descubierto un traspié, la transgresión de algún necio, el hallazgo menos pensado. Y eso las desarmaba, no la entendían y hasta querían tomar medidas sin pedir permiso. Conrado se distrajo un momento y cuando volvió la vista para contemplar a aquella mujer tan bella y llamativa, ya se había retirado. Miró a un lado ya otro y no pudo localizarla.

-Permiso –dijo.

−¿Dónde vas?

**

CAFÉ DE HANSEN
------------------------Lo de Hansen, Dama de noche, El caballero negro, Los compadritos, El tango, El amor menos pensado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario