1-CONRADO IRIARTE
La mujer anciana inclinada sobre la mesa del bar parecía dormida, pero estaba muerta.
En la madrugada unos jóvenes, dentro del lugar, la habían maltratado, se habían burlado de ella… Por su debilidad y por los tantos golpes recibidos, cayó al piso y se dio la cabeza con el filo del zócalo.
Uno de los muchachos que se encontraron en el lugar la quiso proteger, pero no pudo. Luego se fueron, entre risas…
El dueño del bar, que la conocía demasiado, la levantó y la sentó en una silla apartada, con el cuerpo reclinado sobre la mesa, cerró las persianas y apagó las luces.
“Mañana será otro día”, pensó.
Argentina 1901.
Conrado Iriarte estudió medicina en la facultad de Ciencias Médicas-Universidad de Buenos Aires-. La seriedad y su estampa de galán le daban más años, pero tenía veintidós. Su padre, también médico, no soportaba las ínfulas de su hijo mayor y, a menudo, se enfrentaban. Conrado traía huesos humanos desde la facultad para estudiarlos y los dejaba sobre la mesa del comedor mientras preparaba los exámenes.
−¿Es necesario?
—Por supuesto, padre.
−Sabes que no me gusta. ¿Y si los ve tu madre? No quiero ni pensarlo…
−Los verá, los verá… −respondía Conrado con ese aire de soberbia que enojaba tanto, y que llegaba a molestar.
La casona de Recoleta era demasiado grande y el escritorio quedaba en el primer piso, pero él necesitaba estudiar en el comedor familiar. Parecía querer incomodar a su padre, molestarlo, cansarlo…
¿Sería que no era su vocación la medicina y se lo imponía?
Muchas veces, los padres obligaban a los hijos a seguir las mismas carreras que ellos porque argumentaban que tenían el camino más fácil; otros, en cambio, no habían podido cumplir sus sueños y también, de alguna forma obligaban a alguno de sus hijos a continuar los pasos que ellos hubieran querido dar para no sentirse frustrados.
Era la Argentina del 1900 con sus tranvías que iban desde la Plaza de Mayo hasta Belgrano y los inmigrantes que llegaban de Italia y de España: hombres y mujeres con deseos de hacer de este país un próspero escenario con futuro, de la mano de Julio Argentino. . Roca como presidente de la Nación.
−La política es sucia –solía decir Amadeo Iriarte, el padre de Conrado.
−Sí, pero no hay uno que no quiera alcanzar el poder para acomodarse.
−¡Qué tiempos! El que tiene poder tiende a abusar del mismo.
−Así es –respondió Conrado vestido con su mejor traje.
Conrado salía de noche y su padre no sabía dónde iba, pero le molestaba bastante. Su hijo era un hombre que pronto se recibiría de médico y debía guardar las formas, más teniendo una novia como Elena Aldao, de excelente familia, con la que se iba a casar cuando terminara la carrera de medicina.
**
No hay comentarios:
Publicar un comentario