jueves, 11 de julio de 2024

La trama del adiós (ex La Novia) (parte 21)

 

Guillermo y Mía no le dieron importancia porque un perro les gruñó rencorosamente y los obligó a desviar el camino.

−Mira… quiere morder al que está allá arriba.

−Aquel es como Dios.

 Solos y tristes besaron la fotografía de Salvador y le colocaron las rosas rojas que se mezclaron con otras blancas que alguien había puesto en el lugar antes que ellos. Respetaron la voluntad de algún desconocido que estimaba a Salvador y que creía, inocentemente, que se encontraba sepultado en ese lugar.

Guillermo se sentía otro, ya no recordaba bien algunos episodios compartidos con su padre. Era curioso, pero ahora que estaba allí se le hacía más larga la distancia que lo separaba de él. Tal vez, su madre tenía razón. Otros pensamientos venían en primer término a su memoria: la escuela y los juegos, sus amigos. Todas esas cosas, pensó, se le presentaban con luz propia y el pasado le pareció rodeado de una remota neblina. Aquella tumba solitaria y hueca no le decía nada como si hubiera adivinado la verdad que se le ocultaba por ser pequeño para entender ciertas cosas.

Dolores seguía atormentada con la idea de que Roberto había matado a su padre y que debía protegerlo. Se estaba volviendo paranoica como Salvador en su momento y a menudo sentía deseos de huir. La muerte de su marido, lejos de aliviarla, la atosigaba con su cruel manera de demostrarle su incoherencia. Todo resultaba ser muy confuso para ella y eso ya se estaba transformando en un delirio mental.

−Señora, disculpe, pero a mí me parece que tendríamos que buscar el revólver de su esposo porque el arma que estaba junto al cuerpo no era la que yo vi una vez −le dijo Susan.

−No, no −contestó Dolores−. Deja todo como está.

No quería hacer conjeturas. ¿El arma era otra? Bueno, tal vez, Roberto decidió cometer el crimen con un revólver prestado.

Susan, a espaldas de Dolores, buscó por todos lados pero no pudo hallarla. Le resultaba raro el hecho de que había desaparecido cuando Salvador siempre la llevaba encima por temor a algún desmán. ¿Quién se la habría llevado? La policía, por una extraña razón, no volvió al lugar. Quizá, encontraron las huellas de Salvador en el revólver que retiraron del cuarto dentro de una bolsa.


Dolores no tenía nada que perder o ganar, ni siquiera la culpa o los recuerdos. Era una mujer despojada que podría entregarse a cualquier hombre como lo hacía en la juventud. Su mirada vagó por el espacio hacia el final del camino y pudo ver de costado la sombra de los árboles. Sintió la música del órgano en la iglesia y terminó al borde del sendero desmayada dentro de su auto. Cuando despertó no recordaba nada, ni siquiera su nombre. La tortura de pensar en Roberto como en un asesino la dejaba sin raciocinio, pero, a pesar de su angustia, debía protegerlo por el resto de la vida.

Estuvo una semana en cama con fiebre. No sabía bien dónde iba aquella tarde del accidente, había perdido parcialmente la memoria a causa del desconcierto y del hecho de haber estado tantos años en lucha con un marido al que parecía odiar.

Dolores se hallaba sola en la sala poblada de espíritus que le suspiraban pesadamente en sus hombros. Caminó sin rumbo por el largo pasillo y entró al cuarto de Salvador, cerró la puerta con llave y comenzó a revisar los armarios y los postigones de las ventanas. Entonces fue cuando vio, clavada con una aguja en la repisa del baño, una hoja de papel con un signo de interrogación.

“¿Qué significa esto?”, pensó y la examinó a la luz de la lámpara. Ese papel se convirtió en algo amenazador, ofensivo, sin explicación lógica. Aguardó diez minutos. Empezó a sentirse cansada. Los hijos le molestaban, un niño lloraba a la distancia, escuchó una voz que le decía:

-Descansaremos en la paz de la tierra que nos dio el ser.

Se tapó los oídos y alguien la abrazó con ternura, era Roberto que había regresado después de un viaje. Estaba gastando mucho dinero y eso Dolores no lo sabía, aunque debía suponerlo por los lujos que se daba y que en vida de su padre jamás hubiera podido alcanzar.

−No te tortures más. Yo nunca diré que mataste a papá, lo prometo, lo juro.

−Es que yo no fui Roberto. Estoy mal por ti, ¡es por ti! −gritó−. Tengo terror a que te descubran, a que vayas preso como un asesino más, pero necesito oxígeno porque me asfixio. Deseo romper estas ataduras, que tú confieses porque voy a perder el control en cualquier momento.




−¡Yo no lo maté, mamá!

−¡Sí!

Dolores no le creía a Roberto porque necesitaba escuchar la verdad de sus labios para poder ayudarlo mejor. A él, sin embargo, parecía no importarle la opinión de su madre y menos la de la gente.

A última hora de la noche, llegó Mía de la calle.

Mía tenía todo el brazo tatuado. Cuando vivía Salvador, él no le permitía ese tipo de cosas porque consideraba que eran agresiones al cuerpo que venían de un cerebro que no estaba bien; le gustaba que su hija fuera elegante y fina porque así él la quería ver.

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LA TRAMA DEL ADIÓS (ex La Novia)
------------------------------El crimen casi perfecto, La Novia, La dignidad humana, El gato negro, Morir dos veces, crueles instintos.


Hasta acá llegué con los fragmentos de esta novela
que no tiene capítulos, está separada por tiempos.
Existe una segunda parte
que se llama "Perder el Alma"
y que se puede leer tanto una como otra de manera independiente,
aunque algunos personajes de la primera continúan.
Gracias por estar y por acompañarme en esta pasión mía
de escribir y escribir (desde los 8 años)
Si les interesan las pueden encontrar en Amazon.

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