miércoles, 10 de julio de 2024

La trama del adiós (ex La Novia) (Parte 20)

 


Ambos no podían escucharse pero comprendían el lenguaje del amor y del silencio, el error, la falsedad y las tribulaciones de la vida. Se encontraban perdidos frente a una realidad y a un muerto que los unía más que nunca y que les dejaba toda la libertad, aunque en el fondo sabían que esa misma libertad era un espejismo.

Salvador se había suicidado.

Se acostumbraron a vivir con esa hipótesis y la familia, separados de Úrsula y de Pilar, siguió su rumbo. Roberto se ocupó, como él tanto lo deseaba, de los negocios de Salvador y Dolores de los de ella. Parecían autómatas. Roberto, cuando se sentía más animado, se levantaba al alba y se iba a caminar por los campos cercanos al cementerio igual que lo hacía Salvador. Veía gris aquel paisaje, una rara niebla ocultaba el río como un sudario. Llegó a pensar que esa realidad era increíblemente absurda para él. Su madre, por el amor que le sentía, había matado a su padre y lejos de aliviarlo le pesaba como una cruz sobre sus espaldas.

Dolores, en su delirio de protegerlo, no dejaba de pensar en el horror de la muerte y de cómo un joven, por más diferencias generacionales que tuviera con su padre, hubiera llegado a ese límite.

“Viuda”, pensó.

Sí, lo era. Un presente nublado por la pesadilla que en nada se parecía al paraíso que habían soñado. El pueblo los repudiaba, la gente los señalaba… nadie quería saber nada de ellos.

−Mamá quiero ir al cementerio a ver a papá −le dijo Guillermo una tarde.

Es que Dolores, en su locura, había comprado un nicho y había colocado la foto de Salvador para que Guillermo creyera que su cuerpo se hallaba en ese lugar. No quería decirle lo de la cremación. Sin embargo…

−Niño, tienes que hacerte la idea de que tu padre no está allí. Convéncete. Ya no me mortifiques con eso.

−¡Le diré a la tía Pilar que me acompañe! −le gritó.

-¡Haz lo que quieras!

Guillermo sufría mucho por la ausencia de Salvador y necesitaba ir a visitar aquella tumba. Solía llorar por las noches cuando miraba su retrato porque se sentía muy solo.

−Lo iremos a visitar, Guillermo −le dijo Mía−. No llores, tienes que ser fuerte como papá lo fue cuando el abuelo falleció y él tuvo que mantener a su familia.

−Pero él era grande.

−No tanto, tenía quince años como yo −contestó Mía.

−Bueno, entonces tú tienes que ocuparte de mí porque mamá y Roberto ni me miran, me dejan siempre solo. Quisiera ir a vivir a la casa de la abuela.

−No, ella es muy mayor y ya no puede con sus amarguras desde que murió papá. Yo, tu hermanita, te abrigaré como bebé gordo –lo consoló Mía riendo y abrazando a Guillermo muy fuerte.

 

 

Al otro día, con un ramo de rosas rojas, se fueron camino al cementerio. Tal vez, Mía se estaba equivocando; Guillermo ya no era tan niño como para saber la verdad. El engaño es peor que cualquier realidad por más dolorosa que ella sea.

El cementerio quedaba cerca y podían llegar a pie por el sendero tan conocido, en otras épocas, por Salvador.


¿Dónde podría vivir para siempre un corazón sufrido? ¿Existía algún lugar donde reinara la paz, la piedad y el amor sincero?

Cuando llegaron a aquel cementerio, el portón de hierro se hallaba abierto. Mía sabía que la tumba era solamente un lugar vacío. Caminaron por el pasillo abarrotado de miradas angeladas y vieron que la figura de una mujer se desdibujaba al fondo, entre los rayos del sol. Llevaba botitas blancas y escapaba, sin gobierno, como si alguien la llevara de la mano. Un solo gato miraba desde la punta de una cruz, en un mausoleo abandonado por las décadas.

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LA TRAMA DEL ADIÓS (ex La Novia)
-------------------------------El crimen casi perfecto, Morir dos veces, La Novia, La dignidad humana, El gato negro.

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