jueves, 29 de agosto de 2024

Perder el Alma (4-La libertad de Dolores-2da parte)

 

Mía apareció en la sala con los ojos llorosos y el alma en pena. Interrumpió la conversación que le parecía trivial frente a la ausencia de su hija. Sentía que no tenía derecho a ser feliz, a criar un hijo, a vivir como la mayoría de la gente. Mía no reconocía sus errores, era soberbia igual que Dolores y, ante el infortunio, se mostraba agresiva en vez de ser una mujer humilde y doliente.

−¡Tú tienes que traer de nuevo a casa a mi hija! –le gritó a Guillermo cuando lo vio sentado en el living con las manos cruzadas; parecía rezar un rosario entero mientras Roberto iba y venía de un lado a otro de la habitación buscando un rumbo a su propio camino sinuoso de cuatro paredes.

−Esta vez no sé cómo buscarla, no soy Dios ni mago. La policía tiene que hacer ese trabajo. La otra vez fue diferente porque yo llegué de sorpresa a la casa de la abuela Úrsula y estaba allí.

−¡Inútiles los dos! –vociferó Mía y comenzó a beber unos licores que tenía acumulados en una mesa con cristales tallados.

−¿No entiendo cómo pueden vivir así? –dijo Guillermo al observar la casa en completo abandono: revistas y diarios por todos lados, ropa sobre las sillas, vasos y platos sin lavar.

−¡Susan se fue! –gritó Mía otra vez−. Necesito una nueva sirvienta. ¿Conoces a alguien? Ya que te metes en lo que no te importa.

−Puedo preguntar en la parroquia. Lo único que te pido es que si envío a alguien la trates con respeto porque no todas son como Susan que resisten tantos años los gritos e insultos. Hoy la gente ya no se calla nada. Si quieres respeto tienes que empezar por respetar al otro.

−¡Siempre hablando como un cura! ¡Eres un hombre!

−Soy un hombre, por eso te aconsejo, pero tú igual que siempre prefieres desoír las recomendaciones. Así te va, hermana.

−Ahora te pones en verdugo.

−Lo que quieras. Me voy. Necesito saber el nombre del profesional que defiende a mamá.

−¿Por qué? –preguntó intrigado Roberto.

−Es un asunto mío, privado. Me lo pueden decir o tengo que ir a la prisión a preguntarle a mamá. Piensen que se trata de ella y de su libertad.

Roberto lo miró con recelo.

Algo le decía que su hermano Guillermo, el blando, el que nunca se enteraba de nada, tenía un plan. No podía entenderlo ni aceptarlo. Era él quien debía sacar de la prisión a Dolores y no el pusilánime de Guillermo.

“De dónde puede encontrar una prueba este inútil. Siempre fue muy miedoso y patético. Se fue de cura para protegerse de los temores y para escapar de las responsabilidades. ¡Cobarde! Esa cara de santo no lo exime de ser un hombre desordenado y vengativo. Que sea sacerdote no tiene importancia, para mí es el mismo Guillermo que se callaba todo y que lloraba por los rincones, pero luego iba con todos los chismes a papá para que él nos pusiera sus absurdos límites”, pensó Roberto antes de ir a buscar los datos del doctor para entregárselos a su hermano.

−Acá está anotado el nombre y la dirección.

−¿Es del pueblo?

−Sí. Se llama Gustavo Morales y vive en la calle Independencia al 3100.

−Está bien. Lo iré a ver lo más pronto posible.

−¡Y mi hija! –gritó Mía con egoísmo.

−Sal tú a buscarla, investiga, pregunta a los vecinos. ¡Haz algo! ¡Siempre esperando de los demás! ¿De dónde era Susan? ¿Del pueblo, de otro lado…?

−No sabemos.


−¡No saben porque nunca repararon en quien tenían al lado, por más que recibían mil atenciones. La gente es de alguna parte. Pobre, rica, merece un minuto de atención, merece escuchar sus necesidades, sus vacíos, los sueños. Hasta sus dolencias físicas. Las buscan para usarlas y cuando ya no las necesitan las desechan como un trasto viejo.

−¿Quieres decir que ella pudo vengarse?

−No sé. La cabeza teje y desteje, el rencor se acumula, también la indiferencia. La vida cambia y los cambia para bien y para mal. Algunos se enojan con Dios y otros lo aman más que nunca. El ser humano es impredecible y hay que temerle.

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PERDER EL ALMA
---------------------Madre hay una sola, Alma, Los años 70, La venganza, La luz de mis ojos, El virus, Dios, La iglesia.

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