sábado, 3 de agosto de 2024

Café de Hansen (6-Tomasa-2da parte)



Fermín se quedó mirándolo con el sombrero en las manos dispuesto a marcharse. ¡Qué pobre se sentía! Conrado lo tenía todo: dinero, familia, hermanos y hasta una novia bella y de excelente familia. Él, en cambio, debía acurrucarse en los silencios de una casa inmensa, oír las voces fantasmales de los padres jóvenes y sus peleas por dinero, los reclamos vacíos de doña Juana quien se sentía más sola que él al estar rígida en aquel aparato rabioso que le provocaba furias atemporales.

Así era su vida, dinero le sobraba y también años. Ya estaba grande y se había olvidado de vivir. Su madre había sido muy absorbente. Era su único hijo y lo manejaba como quería. Él, para no oír sus quejas, obedecía.

−No vayas al campo porque hace frío y después te pescas un resfriado. No traigas amigos a casa porque me duele la cabeza. No vayas a la playa porque vuelves enfermo.

De grande, tuvo la oportunidad de conocer Buenos Aires nocturna porque doña Juana quedó postrada por una quebradura, entonces Fermín, a escondidas y con la ayuda de las enfermeras, salía y su madre no se enteraba de nada.

Iba en la calesa mirando las calles solitarias. Se oían risas lejanas y eso le trajo nostalgia. Pensó en un futuro gris con más sombras que el presente y la reflexión lo devolvió a la realidad. Debía buscar una compañía. Su amigo Conrado se casaba sin amor, él podría hacer lo mismo. Aunque alguna mujer lo quisiera por dinero, ya no le importaba.

−Buenas noches, señor –lo saludó la enfermera de turno vestida toda de blanco con una cofia que le tapaba los ojos.

−¿Mi madre?

−Hace dos horas que está dormida. Lloró un poco y la conformé con unos dulces. Usted sabe cómo es la gente grande cuando no se puede valer por sí misma. Se transforman en pacientes sufridos y ausentes. A veces, lloran y otras gritan de impotencia. Quisieran volver el tiempo atrás para ser los mismos y para detener el tiempo. Hay que estar en su lugar.

−Lo sé. Pero no crea que desde este lado no se sufre. Cada hora es una prisión que se va haciendo más chica; los barrotes de hierro cercan, aprietan y quitan el aire.

−Usted no se preocupe tanto que para eso estamos nosotras. Salga y diviértase una vez en la vida.

−Gracias, ahora me voy a dormir.

−Hasta mañana.

La enfermera de la cofia no podía entender que una persona con tanto dinero no fuera feliz. Le parecía que los billetes llenaban no sólo los bolsillos sino también el alma.

Se fue a la cocina, se preparó un café y abrió el aparador donde había una torta de chocolate con dulce de leche que había preparado la cocinera y se puso a comer con placer. Eran las doce de la noche. Se oían coches pasar apurados y corridas.


“Seguramente, algún ladrón de gallinas andará por el barrio, porque los cafetines donde se pelean los cuchilleros están al fondo de la ciudad”, pensó despreocupada mientras saboreaba el pastel.

−¡Mujer! –se escuchó un grito.

Era doña Juana que, desde la distancia, la llamaba. El cuarto en el primer piso quedaba a kilómetros, por decirlo así, de la cocina y la enfermera tuvo que tragarse rápido el postre para acudir al llamado de la anciana.

−¿Qué sucede? –le preguntó asustada.

−¿Dónde está mi nene?

−¿Nene?

−¡Fermín! ¡Quién va ser!

−Ah, perdone. Durmiendo como siempre. ¿Qué necesita?

−Nada. Quería saber eso. Gracias –dijo doña Juana y cerró los ojos.

 

“La paciencia es una llama”.

                 Felipe Aldana.

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CAFÉ DE HANSEN
-------------------Lo de Hansen, Dama de Noche, Los compadritos, Buenos Aires, El caballero negro, El tango.

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