lunes, 12 de agosto de 2024

La nodriza esclava (Cap 4-Ana Bolena-2da parte)

 


En 1531, la reina Catalina fue trasladada a una de las antiguas residencias del cardenal Wolsey, conocida como The More, cerca de Rickmansworth, en Hertfordshire.

Ella rechazaba el divorcio con altura y defendía su posición hasta las últimas consecuencias; aunque su matrimonio fuera considerado inválido, Catalina seguía siendo la soberana de Inglaterra.

En septiembre de 1533, se dirigió a Ampthill en Bedfordshire. Un lugar imponente con varias cúpulas de piedra en medio de un campo entre las llanuras y las colinas, con demasiada paz para morir.

 

Ana Bolena recorría los salones con altos aires de gracia, sin belleza física pero extremadamente enigmática. Según ella, ya era una dignísima reina porque le sobraba coraje y astucia para enfrentarse al clero y a todo el pueblo que se oponía a su boda. Quería liquidar a las antiguas amistades porque su nueva vida no le permitía ningún desliz; debía depurar su imagen y estudiar las máximas de los siete sabios: Solón, Bías, Pitaco, Periandro, Cleóbulo y Tales. Sabía que su existencia iba a cambiar. Se enamoró del rey, el más grave error que había cometido pero ya era tarde; el poder le atraía muchísimo y no podía volver atrás. La intransigencia de Enrique la sublevaba y pasaba de la ira a las lágrimas en poco tiempo; tenía celos de Catalina porque impedía su boda y el rey, de alguna manera, la prefería ya que eran muy diferentes. Ana Bolena decía cosas que la reina jamás se hubiera animado a pronunciar, es que el carácter pérfido de Enrique VIII y su forma de hablar dejaban  al descubierto la hipocresía del que lo tiene todo y mira a los demás como lacayos muertos de hambre. Ana reconocía que era injusto y vanidoso pero pensaba que la gloria llegaría después cuando él terminara con su verborrea y le dijera:

---Tenéis que casarte ya.

Ella estaba esperando el dictamen y comenzaba a experimentar cierta incomodidad que le ocasionaba el abolengo, pero lo soportaba con estoicismo.

Isabel Law la miraba entre las cortinas bordadas con hilos de oro y recordaba su primer día con la reina Catalina de Aragón; aquel ser vibrante y casi infecundo pero lleno de ternura. Ana era de las que se enfrentaban al hastío y a algún esporádico enemigo; podía ser un espejismo y horrorizar pero también resplandecer con la magnificencia de sus encantos. Su personalidad era muy fuerte.


El rey se casó con Ana Bolena en secreto antes que un sínodo de obispos anulara su matrimonio anterior pues la reina estaba embarazada. Una semana más tarde, el 1 de junio de 1533 fue coronada en un acto solemne y vestida con un traje de brocado azul bordado con piedras preciosas.


El Parlamento votó el “Acta de Supremacía” que establecía la sumisión del clero al rey, a quien declaraba jefe de la Iglesia Inglesa con las prerrogativas que antes tuviera el Papa. Además aquellos que no aceptaron esa disposición fueron perseguidos y muertos; se cerraron monasterios y se confiscaron los bienes eclesiásticos.

Desde el punto de vista doctrinario, Enrique VIII estableció el “Acta de los siete artículos” que mantenía los aspectos más importantes del catolicismo.

Las torres parecían el país de las mil maravillas con luces que se dispersaban en la infinitud. La fiesta resplandecía igual que un lienzo de Jacobo Robusti (Tintoretto) a quien le gustaba iluminar los rayos oblicuos, nubes, fuentes y cascadas. Los sótanos estaban llenos de vapor y desde lejos se escuchaban los cánticos medievales.

Ana Bolena miró su palacio: la chimenea, los altos techos con lucernas y una gran escalera exterior con rampas inclinadas; era la decoración renacentista que tenía como motivo básico los medallones con figuras y motivos heráldicos. Afuera, los grandes canteros y avenidas estaban repletos de curiosos. La residencia era suya. Quería inhumar los restos de damisela de la corte porque ahora tenía su corona de diamantes y la pasión devoradora que la llevaba a comportarse con imprudencia frente a los príncipes y reyes. Debía mantener el decoro y el respeto por ese título que llevaba, pero sus pensamientos se escapaban en el espacio sideral y la prudencia se burlaba de su atavío de reina discreta.

El 7 de septiembre de 1533, y contra los deseos del rey, nació una niña: la princesa Isabel hija de Ana y de Enrique. En una habitación con las ventanas cubiertas por tapicería de Arras bordada llegó al mundo la criatura bella que añadió un disgusto más al soberano de Inglaterra.

El arzobispo Cranmer fue el padrino y la madrina Agnes, la duquesa viuda de Norfolk. Sin embargo, la necesidad de concebir un hijo varón enfermaba al rey y lo envejecía por dentro y por fuera; sentía que estaba perdiendo la belleza y el poderío de su juventud.

Un año después, Ana esperaba otro heredero.

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LA NODRIZA ESCLAVA
----------------------------Enrique VIII, Ana Bolena, La Torre de Londres, La inquisición, Catalina de Aragón, Isabel de Inglaterra.

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