viernes, 9 de agosto de 2024

La nodriza esclava (Cap 3-Los resucitados-3era parte)

 

Por la tarde, Isabel escuchaba de lejos, con los ojos semiabiertos, los rumores de las palabras porque no había dormido por haberse quedado a la intemperie. Le leía a la reina versos de Garcilaso de la Vega, primer gran lírico de la literatura española y el más italianizante de los poetas.

Catalina, nerviosa, sentía que algo tortuoso iba a ocurrir en su vida. Estaba distante, dormía mucho y lloraba porque el tiempo se le iba de las manos. Quería estar sola y rezar; era demasiado inteligente para no darse cuenta de la indiferencia y del abandono a la que la sometía el rey.

Recordó las últimas palabras de Buda:

“Cuando yo os falte, os servirán de maestro las verdades y reglas que he establecido. Buscad sin cesar vuestra salvación”.

Ella estaba segura que iba a dejar huellas, y que esa salvación traería toda la paz que su alma necesitaba para seguir siendo la reina de Inglaterra, aunque estuviese lejos y divorciada del rey.

La princesa María fue enviada a Ludlow, capital de la provincia de Gales, como administradora titular del reino de Gales, al igual que había sido trasladado Arturo.

Isabel, arrodillada, le pedía por favor a su amada soberana que volviera a ser la de antes pero ella estaba tan transformada y deprimida, a tal punto que ya no obedecía las órdenes del rey. No le importaba que fuera censor de su conducta porque su inveterado carácter ya la había cansado. Sin embargo, debía ser perspicaz porque en un arrebato de ira, él podía querer sacrificarla con rudeza como a la mayoría que cometía actos impropios que eran fustigados por los demás y luego por el mismo rey.

La mayoría pensaba que Catalina de Aragón iba a ser trasladada a un convento porque Enrique quería anular el matrimonio; ella se abandonaba a sus doctrinas sin escuchar consejos.

---Todo está en manos de Dios ---decía Catalina.

 

Isabel Law se retiró al atardecer. En una especie de patio interior un centenar de ancianos estaban esperando al rey. Esas personas temblorosas parecían ser antiguos hombres castigados, encorvados y dementes. Uno de ellos la tomó de un brazo; llevaba puesta una caperuza oscura y sólo se le venían sus ojos monstruosos. Ella se escapó…

En la calle, pasó primero por el mercado de frutas, por la acrópolis y por la galería de perfumistas. Había sombras en las tinieblas de la ciudad gris. Desde abajo, se veían las murallas que subían indefinidamente igual que paredes de tumbas siniestras. La noche era impenetrable y esa niebla la envolvía con sollozos que venían desde otros sitios a albergarse en las tapias.

Isabel entró en una sala rectangular rodeada de arcadas. Había cúpulas y vitrales en un tercer piso y ataúdes encadenados con inscripciones doradas. Cada uno flotaba en la atmósfera. Escuchó pasos; se acercaban los ancianos que arrastraban sus piernas como esclavos negros y llevaban antorchas en las manos. Las respiraciones eran como murmullos de animales jadeantes. Isabel se asustó pero ellos, sin mirarla, desaparecieron entre las columnas y los féretros comenzaron a hamacarse con la brisa del mar que los elevó despacio.

Auguste la vio entrar a la casa; su cara parecía no tener conexión con el cuerpo helado y a punto de trastabillar.

---Dejadme dormir.

Isabel parecía prostituida, manchada, por algún diablo callejero pero se hallaba mansa y miraba a Auguste desde sus ojos, profundamente azulados, con ternura. Le pidió calor y protección.

---En el Cairo los muertos enterrados ---dijo---, durante el día salen de sus tumbas, permanecen inmóviles y terminado el acto solemne vuelven a sus sepulturas. Durante el siglo XV, el milagro fue narrado por los viajeros orientales. Según las épocas, los resucitados son musulmanes, cristianos o egipcios. La fecha del suceso varía casi tanto como el lugar. La resurrección se fija el día Viernes Santo, aniversario de la muerte de Cristo, y a veces se alarga hasta dos o tres semanas.

---¿Por qué contáis esto? ---exclamó el marido.

---Porque os he visto.

---No es el caso, mujer, pues los otros surgen de la tierra enteros o por pedazos: cabezas, manos, piernas, pies… No se mueven los cuerpos ni los miembros y luego son tragados por la arena.

---¡Borrad de mi memoria a los ancianos vaciados. Os he visto y son miles de ellos!



Isa se durmió enajenada. Todo era oblicuo a su alrededor, caduco, porque no le interesaba la vida. Nada le importaba; estaba muerta y respiraba todavía. Quizá los longevos milenarios la habían transmutado. El borrascoso momento había enmohecido sus neuronas y la muerte cada vez la buscaba para atestiguar a su favor. Podían ser fantasmas, encapuchados o viejos terminales, siempre estaba allí y daba juramento porque simplemente merodeaba por el siglo con la atrocidad de una armadura de hierro y el pérfido compás de una guillotina.

El vallado existía y era una reja provisoria que oscilaba según las circunstancias. Había mezquindad en los sitios fastuosos, pero también en los suburbios donde los vagabundos estaban ulcerados por fuera y por dentro. Era imposible mantener la cordura y no ser un satánico cadáver que flotaba en algún riacho, bajo el lodo de quienes se atrevían a enjuiciar para poder eliminar el objeto molesto. Lo importante era volver a la vida después del mal, de las heridas y de las huellas del dolor. Con fuerza, enfrentar más golpes o morir pidiendo perdón como una reina.

---¡Alabado sea mi Señor!

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LA NODRIZA ESCLAVA
-----------------------------Enrique VIII, Las ejecuciones, La Torre de Londres, Los verdugos, Ana Bolena, Catalina de Aragón, Inglaterra.

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