La próxima esposa del monarca, Juana Seymour, tenía
custodios en su alcoba. Al más viejo le gustaba dormir en un camastro en la
planta baja, detrás de la copia de la escultura de “
---Queréis que os cuente la historia conmovedora del sacrificio de Nagdak, la nodriza esclava ---exclamó la gobernanta.
---Contadla…
---Nagdak no vaciló en dar a su propio hijo; lo cambió por el príncipe heredero que debió morir a manos de los enemigos de su padre, ausente de la guerra. Terminó con la elección del regalo que la reina ofrenda a la abnegada esclava, salvadora de su hijo, quien elige un puñal y se mata con él.
Isabel escuchaba abstraída; parecía que se había vuelto sorda. El relato de la nodriza esclava la paralizó y la idea de tener un hijo propio la destruyó por completo. Ahora ya sabía que jamás sería madre.
---Perdonad ---dijo y se marchó llorando.
Tomó el estrecho camino del valle que conducía a una
modesta iglesia de banquitos roídos. Frente al altar rezó salmos, invocó
ángeles y a
Auguste la encontró junto a los sembrados, cerca de la aldea, venía caminando despacio, con excesiva prudencia. Isa entró a la casa con las mismas ganas de vivir o de morir, porque todo le daba igual.
---Debéis buscar otra mujer ---le ordenó.
Auguste estaba a punto de sucumbir ante esa orden. ¿Qué le pasaba? ¿Ya no lo amaba? Trató de ser indulgente con ella porque la conocía demasiado; sabía de sus debilidades y fobias pero también se le cruzó la idea de que podría existir otro hombre, luego pensó que Isabel no haría eso por temor a la guillotina; quería expirar por muerte natural, vieja o joven.
---¡Si queréis tener un hijo, buscad a otra! ---gritó y salió corriendo de la habitación rumbo a las planicies del rey.
Isabel llegó a la iglesia de “
Los nobles ingleses que asistían al oficio religioso cubrieron de elogios a Isabel Law; hicieron donaciones para el templo con gratitud y admiración hacia la artista que pedía ayuda y justicia.
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