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miércoles, 3 de julio de 2024

La trama del adiós (ex La Novia) (Parte 13)

 


Escuchó risas y miró en todas direcciones; la casa parecía un enorme sepulcro donde dormitaban las almas. La mecedora se movía pero Salvador no la vio. Sentía cierta ensoñación de ultratumba, pero también miedo a su propia reacción.

“Mucha cercanía me asfixia; mucha distancia me mata”, escuchó que le decía una voz como suspendida en el aire.

El excesivo misterio y esas palabras lo sacaron de su eje. Se detuvo el tiempo nuevamente que no era el de los relojes. Escuchó las risas.

−Está enfermo y poseído −dijo Roberto, de repente, cuando apareció con un amigo−, pero pronto será derrotado.

Ambos desaparecieron por el pasillo que conducía  a las habitaciones. Salvador no atinó a decir nada; temblaba como una hoja y salió huyendo del lugar como un delincuente más.

La iglesia era su refugio. Mientras vivió el cura anciano se pasaba horas conversando con él o escuchando tocar los himnos de su madre en el órgano. Le gustaba subir al campanario y mirar de allí el pueblo, también le encantaba el sótano con su olor a humedad y ver los santos de yeso que se encontraban recostados esperando sanar aquellos cuerpos.

La parroquia parecía un cielo de almas y en ella creía ver a su padre que venía a abrigarlo, a salvarlo de todo mal.

−¿Hijo, qué te ocurre? −escuchó la voz del cura.

Le tenía un miedo irracional a la locura; pensó que la voz que le hablaba era la de su padre muerto, pero al darse vuelta vio al párroco que lo miraba con ternura y asombro.

−Necesito ayuda, me siento sin fuerzas para llevar adelante los destinos de una familia porque no me respetan. Mi hijo mayor tiene que alejarse de la droga y mi esposa no ve el daño que le hace. Yo ya no puedo intentar nada, ellos construyeron un muro delante de sus ojos y están jugando a volverme loco.

−Tienes que calmarte porque siempre existe una solución en esta vida. Nada está perdido.

−Soy un hombre destruido por la soledad y la indiferencia, pero la culpa es mía se lo aseguro… Yo podría haber tenido otro destino, haber elegido a otra mujer para casarme, pero enceguecido por la pasión, usted disculpe, me dejé llevar únicamente por el placer del sexo sin ver que el amor verdadero es otra cosa: armonía, compañerismo, deseos de que el otro sea feliz, ternura.

−Tú te has equivocado pero todavía estás a salvo, tienes que mirar por ti y por tu bien. Ya has hecho mucho por ellos. Eres un hombre devorado por las angustias que no puedes descifrar ni compartir. Si continúas de esa manera enfermará tu cuerpo. Busca a las personas que te quieren y trata de dar ese caudal de amor que tienes dentro. No existe mayor dicha que dar.

−Yo no tengo nada, padre.

−Eres valioso, no te culpes. Deja para los otros las miserias y apártate de ese horror. Ellos te buscarán.

−Para matarme.

−¡Qué dices!

−Sí, padre, me odian y necesitan que desaparezca para apoderarse de mi dinero y así poder ser libres. Yo soy un obstáculo en sus vidas porque quiero que caminen derecho, que sean gente de bien.

−Son ellos los que se equivocan, hijo. No sientas culpa.

Salvador estaba parado en el último escalón  de la existencia, donde el ser humano se transforma en despojo y lo abandonan las fuerzas.

Salió a la calle en medio de la noche. Camino hacia la casa, se puso a pensar en su madre Úrsula y en su hermana Pilar. Ellas sí lo querían de verdad.

“La nostalgia se inventó para poder hacer vivo el recuerdo e intentar ser felices por un rato.”

Entró cautelosamente y se fue a la habitación de servicio a descansar. Después de hablar con el párroco se sintió más aliviado; sabía que la vida es impredecible y que no podía planificar nada porque ella decidía el camino.

A la mañana, Dolores le dijo que se fuera preparando para la confirmación de Guillermo.

−Por supuesto, ese niño vale oro.

−Claro, es a Guillermo al único de tus hijos que quieres −le dijo Dolores con los reproches de siempre.

−No voy a discutir. ¿Cuándo es el día de la confirmación?

−El sábado a las diecinueve en la iglesia.

−Tengo un viaje esta semana, pero llegaré para acompañar a Guillermo porque se lo merece. Es un niño sensible, estudioso, necesitado de afecto.

−¡Claro, se lo merece! −dijo Dolores con ironía y se fue dejando los postigones abiertos.

El viento que llegaba desde los eucaliptos le trajo a Salvador una plácida sensación de paz.

“Ella está lejos y ya no es urgente que la quiera, ni que me quiera”, pensó.

La sangre le golpeaba tan enérgicamente dentro del cuerpo que no sabía si era de rabia o de susto. Él creía que tenía una imagen de hombre pacífico, pero aquellos adversarios lo hostigaban sin tregua y por eso no le quedó otro recurso que armarse. Muchas veces, una persona resulta ser bondadosa para los demás; sin embargo, dentro de su casa es temible.



La semana anterior a la confirmación de Guillermo, fue demasiado corta para realizar los preparativos. Salvador se fue de viaje por negocios y Dolores tuvo que hacer todo sola,  aunque no necesitaba la presencia de su marido. Ella y Roberto fueron a la caja de seguridad y sacaron el dinero que estaba guardado y que Salvador utilizaba para pagar cuentas e impuestos. Se hallaban felices sin él y hasta bromeaban con su desaparición física. Ninguno de los dos sentía nada por Salvador, ni siquiera piedad porque lo consideraban tirano e implacable, pero a la vez desvalido como para acabar con su nula existencia en un suspiro.

−Quisiera ver su cara cuando descubra que le falta todo el dinero.

−Él tiene demasiado, pero seguro que se enojará y nos gritará como siempre para terminar abatido. Es un pobre hombre −dijo Dolores en medio de las bromas y risas de Roberto.

−¡Eres genial!

−¡Hijito, te amo! Ya verás que pronto tendrás todo lo que deseas porque para eso está tu madre.

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LA TRAMA DEL ADIÓS (ex La Novia)
------------------El crimen casi perfecto, La Novia, Morir dos veces, La dignidad humana, crueles instintos.

martes, 2 de julio de 2024

La trama del adiós (ex La Novia) (parte 12)

 


Tenerla lejos era lo mejor que le podía pasar a Salvador, aunque sentía que ella lo manipulaba no podía hacer otra cosa. No quería discutir más. La vida a fuerza de golpes le había enseñado mucho, cada cual tenía su propia idea de la moral y de lo que impone la sociedad.

−Necesito dinero para alquilar el local y comprar la mercadería.

Salvador se fue al escritorio y volvió con unos cheques; le dolía entregar ese dinero, pero era mejor que Dolores se mantuviera ocupada y se olvidara un poco de hacerle la vida imposible. Tenía que dormir una siesta urgente para evadirse de su triste realidad, pero apareció un sueño que lo dejó lleno de dolores físicos y cansancio: vio un cadáver dentro de un féretro en el fondo de una tumba. El cortejo miraba hacia allí abajo y se burlaban de él. Arrojaban dinero en vez de flores.

La puerta se abrió de par en par.

−Eres un desastre como padre, muchas veces te lo he dicho. Egoísta; te ríes de tus hijos, no los ayudas, pones mala cara. No sé para qué formaste una familia. Deberías haberte quedado solo.

−¡A qué se debe este atropello! ¡Cuándo me vas a respetar!

−¡Cuándo tú me des el lugar que merezco como hijo! ¿O acaso no lo soy?

−¡Qué quieres ahora!

−Si a mamá le diste dinero para un negocio, a mí me tienes que comprar lo que te pedí un millón de veces.

−¡Qué!

−Un auto, todos los jóvenes de mi edad lo tienen y yo un pobre miserable con padre poderoso pero mezquino necesita rogarle que le dé un regalo.

−Tienes que ganártelo. Estudia, empieza al menos. Compórtate con decencia. Trabaja en algo.

−Sí, en tu negocio −dijo Roberto enfurecido.

−¡No! −gritó Salvador violentamente.

−Pues olvídate de que busque trabajo, olvídate de todo. Te odio, sabes, te detesto… Recuérdalo siempre −le contestó Roberto con un portazo.

Salvador no era un hombre contento de que lo desvalijaran ni tampoco feliz de que le hurtaran la billetera y la sensatez, pero ya estaba afiebrado de tantos reclamos que quería acabar de una vez con ese acoso. Le quedaron dando vueltas las palabras de Roberto y su amenaza.

En ese silencio sepulcral descubrió que estaba atado de pies y manos, que su mujer lo usaba como quiso hacerlo siempre desde antes de casarse y que su hijo mayor lo odiaba. ¿Algo más podría pasarle?

La caja de seguridad estaba otra vez abierta pero su contenido parecía hallarse en su lugar. Ya nada lo asombraba demasiado. La muerte se hacía presente con venganza o con sacrificio. Pensó en esas miradas oscuras, en ojos que llegaban desde el fondo de una niebla; sintió frío y calor y un dolor en el alma tan intenso que lo obligó a recostarse en un sofá.

 

 

−Quiero contarte de la euforia que siento al ver a mi padre muerto. La idea de que va a sufrir, maniatado, incapacitado para defenderse me da cierto placer. Es morbo, pero me las va a pagar todas −le confesó, como alienado, Roberto a su amigo en la mesa de un bar.

−Estás loco, qué dices.

−La vejez es una enfermedad y hay que terminar con eso.

−Sí, cuando son ancianos se transforman en ignorantes −contestó el amigo, dándole la razón a Roberto.

−Bah… ya se me ocurrirá algo. Ahora hablaremos de dinero y de cómo conseguirlo.

Roberto empezaba a darse cuenta de que existía un padre que imponía lo que él consideraba castigos y una madre que los administraba, pues Dolores lo justificaba todo.

Salvador temía por él cuando recordaba las palabras de Roberto, pero creía estar a salvo con el revólver que ahora tenía en sus manos y con el que, en ese momento, jugaba. Se acercó al espejo y se lo puso en la frente, en el lateral derecho; luego fue hacia el escritorio y apuntó al retrato de Dolores y al de su hijo Roberto.

−A los viejos, como tú les dices, nos gusta vivir más que a los adolescentes −le habló a la foto.

De pronto, una sombra pasó por la ventana; el pueblo estaba silencioso como un reloj detenido. Salvador arrastró su cansancio a través del abandono de sus cincuenta años y permaneció de pie observando el jardín.

−¡Esto es intolerable! Acabas de agredir a Roberto. Lo he visto y me lo ha contado. No tienes amor de padre, es inútil, si no te nace… ¿Qué pasa que no lo quieres? ¿Piensas que es hijo de otro hombre?

−Podría ser.

−¡Me ofendes!

−¡Inmadura! No evolucionaste. Involucionaste; tuviste treinta años o más de regresión. ¡Fuera de mi vista! −gritó Salvador.

Dolores, a quien las palabras de su marido le resbalaban, se fue para la sala sin decir palabra y con gesto de impotencia. Vio la mecedora que se movía, serena, hacia adelante y hacia atrás, dibujando arcos y luego se quedó inmóvil. Le pareció raro pero no le dio importancia; otros eran sus problemas.

Anochecía. Se quedó a la luz de la lámpara sumida en la oscuridad. Sentía un perfume como de violetas y la mecedora comenzó a balancearse otra vez.

“Qué pasa”, pensó con cierto temor.

Un espejo frente a ella mostraba aquella mueca de desconcierto y su rostro, que alguna vez fue radiante, demacrado y pálido. No era feliz a pesar de que lo tenía todo.

“Por qué me habré casado con Salvador, tenía tantas oportunidades. Hombres de verdad. Lo que ocurre es que no tenían dinero”, pensó.

−No voy a comer −le dijo a Susan y se refugió en su cuarto a estudiar algún plan.



Otra vez, Salvador cenando solo. Guillermo, quien le hacía compañía a menudo, se encontraba en la casa de un compañero de colegio y los demás ya eran grandes y tenían sus propias salidas. No pensó en un inminente peligro; sin embargo, todo podía suceder. No era agradable para él esperar en la penumbra a que aparezca alguien a darle el último hachazo. Era imposible calcular el paso del tiempo porque para él se hallaba detenido; el mundo real había quedado del otro lado.


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LA TRAMA DEL ADIÓS (ex La Novia)
-------------------------------El crimen casi perfecto, La Novia, Morir dos veces, La dignidad humana, crueles instintos. Las ofensas, El abandono, Los justos...


lunes, 1 de julio de 2024

La trama del adiós (ex La Novia) (parte 11)

 


Susan estaba en la cocina mirando el televisor y escuchando esas terribles noticias. Salvador se acercó despacio, sabía de la inseguridad y de todo lo que estaba ocurriendo en esa sociedad sin códigos. Cada vez que leía en el periódico algo parecido, pensaba en Roberto y su entorno. Esa falta de proyectos, el desinterés por el estudio, la manera de vivir y luego sus amigos que lo arrastraban a los abismos de la droga. No existían consejos para él porque no escuchaba a nadie.

“¿Por qué en lugar de avanzar retrocedemos? ¿Por qué sentir esta infelicidad crónica?  Nosotros y sólo nosotros somos los responsables”, pensó Salvador afiebrado de tantas malas noticias.

−¡Nadie está en la casa, Susan! Es la hora de cenar. ¡Qué es esto, sólo vienen a dormir!

−Guillermo está con la computadora en la habitación, es el único que no se movió en todo el día de su cuarto.

−Pobre niño −dijo Salvador−.  La computadora lo está absorbiendo tanto que ya no tiene vida propia. Lo esclaviza como a mucha gente.

−Sí, la verdad que sí, pero mejor que esté adentro y no en la calle.

−Claro −contestó Salvador.

 No quería hablar con la mucama sobre el revólver y su mentira cuando tuvo que defenderlo los otros días. En el fondo, tenía tantas dudas que sentía que él mismo era culpable.

“Es necesario tener coraje para aceptar los errores y una probable enfermedad”.

Susan sirvió la cena para los dos solos.

−¿Cómo te va en el colegio? ¿Bien?

−Sí, papá, me cuesta literatura como siempre.

−Tienes que dejar un poco la computadora y dedicarte más a los libros.

−Es que estudio en la computadora −contestó Guillermo riéndose.

−No te creo −contestó Salvador compartiendo la broma.

Guillermo era el único de sus hijos que le traía un poco de sosiego y dicha. Los dos se llevaban muy bien y se querían mucho.

−Voy a tomar la confirmación pronto. ¿Vas a venir?

−Por supuesto, claro que sí. Sabes que voy siempre a la iglesia y le doy importancia a la fe religiosa. Ella sana las heridas.

−¿Tienes heridas?

−Todos sufrimos y somos felices en la vida hasta que llega el día que nos toca partir. Pero no te preocupes porque cuando eso ocurra yo viviré en tu memoria: verás los árboles, el jardín y volverán a tu alma los momentos que pasamos juntos.

−Falta mucho para eso, papá.

−Sí, sí… creo.

Era el único instante en el que Salvador no debía esconder los sentimientos. Él era un hombre bueno; no sabía cómo lo veían los demás. A veces, la mirada ajena suele ser despiadada. Desde afuera es fácil interpretar mal a las personas, sólo desde dentro pueden comprenderse sus motivaciones.

Igual, a pesar de ese lado positivo, su existencia no dejaba de ser tormentosa, vacía, solitaria y eso, por momentos, lo dejaba fuera de todo raciocinio. Parecía un desquiciado cuando se paseaba con ese revólver en las manos y quería huir a buscar a Dolores para acabar con ella.

“Eso se llama violencia de género… pero… ¿y la víctima?”, pensó.

Salvador se hallaba tras la reja de su propia y única celda; aunque no había llegado solo a ese lugar sino que lo habían empujado: su padre muerto, la sobreprotección de su madre, Dolores, el sexo, Roberto y las drogas.

−Gracias perro, tienes bigotes de gato −dijo cuando escuchó ladrar a Buck la mascota de Guillermo−. Recuérdame siempre.



Se fue para el cuarto de servicio para tratar de descansar la mente pues esos demonios interiores estaban siempre alertando los silencios y tenían voz y formas inquietantes. En el sueño, vio a la mujer de las botitas blancas y sus ojos llenos de lágrimas. No la conocía pero algo de ella le llegaba al corazón. Tal vez estaba muerta. Él le dijo:

−No debes querer a nadie que va a morir pronto.

El tiempo nos quita muchas cosas y cuando más amamos, más perdemos. Tenemos que renunciar para ser libres, morir para que otro tenga vida −le contestó ella como desdibujada por un velo.

Salvador se despertó bruscamente y, con melancolía, miró la hora. El mundo para él era gris y pronto llovería sobre su cuerpo. Lo sabía. Se hallaba a la intemperie.

A la mañana, Dolores le comentó que quería poner un negocio porque tenía la necesidad de hacer algo: estaba aburrida.

−No seas egoísta, te pido por favor. Nunca me apoyas en nada porque piensas que soy una inútil. ¿Hasta cuándo me vas a boicotear las ideas?

−Nada, mujer, está bien.

−¡Magnífico!

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LA TRAMA DEL ADIÓS (ex La Novia)
------------------El crimen casi perfecto, La Novia, Morir dos veces, La dignidad humana, crueles instintos.