martes, 3 de septiembre de 2024

Perder el Alma (7-La ciudad de los espejos-1era parte)

 


 

 

 

7-LA CIUDAD DE LOS ESPEJOS

 

Arrebatarle la vida…

 

 

La paciencia es una llama que se extingue con el viento.

Se abren grietas profundas… Ya no se evaporan las lágrimas porque ruedan como filigranas de humo: en las veredas, por los caminos del frío, junto a los muros desangrados por la barbarie.

¿Dónde está la paz?

Sólo veo sombras multiplicadas, multitudes sembrando vacíos, tiempos perdidos…

 

 

Fidel y Martina le tenían terror al fin del mundo. Alguien lo había anunciado para el año 2000, pero por el momento no pasaba nada. Dicen que la hija de Rosario, en la chacra vecina, se la pasaba llorando. Eso era ingenuidad de niños, había que ser más maduro y realista.

¿El fin del mundo? ¿Cómo? ¿Dónde?

Susan criaba a Alma con dedicación y esmero igual que siempre, y nadie le preguntaba nada. Aníbal, su hermano, la miraba de lejos. Era raro, un hombre que guardaba demasiadas batallas dentro. Había vivido la experiencia de conocer de cerca la vorágine de los años ´70, pero se alejó y se recluyó en el campo. Abandonó la carrera de abogacía para arar el surco, pero no era feliz. Algo lo atormentaba. Fidel y Martina no se daban cuenta. Lo veían normal con esa apatía adormecida de profesional sin título.

A Aníbal no le gustaba ensuciarse la ropa con el polvo de los senderos que se levantaba con el viento del norte. Él era un doctor sin diploma que viajaba en el auto verde botella todos los días al pueblo y regresaba tarde. Nadie le preguntaba nada porque no quería hablar. Siempre distante y pensativo.

−Viene un auto por el camino grande –exclamó Martina y escuchó que Susan escapó hacia las habitaciones oscuras.

La camioneta negra con letras blancas era, en efecto, de los agentes policiales que se acercaron a la casa con demasiada velocidad y levantaron el alboroto: ladridos de perros, aleteos de gallinas y palomas.

−Buenas… −dijeron.

Fidel a las autoridades les tenía respeto.

Por una extraña razón, que nadie sabía, solía esconderse cuando los veía venir. Por lo general, buscaban vender bonos o alguna rifa o colaboración, pero Fidel les tenía desconfianza y hasta los recibía con recelo. Intentaba no demostrar esa fobia que lo paralizaba con sonrisas de paso.

−Oiga, don, estamos buscando a un crío que se robaron.

−No entiendo.

−En el pueblo desapareció el hijo de una familia. Un niño recién nacido.

−¿Y yo qué tengo que ver?

−Espero que nada. Tenemos que entrar a revisar la casa.

−¡No! –gritó Martina−. No lo voy a permitir, es propiedad privada.

−Nosotros somos la autoridad, doña. No sea desacatada y colabore. Si no hizo nada no hay problema.

−Viejo, por favor.

Fidel se quedó tieso, parado en la puerta, y Martina se acurrucó junto a la cocina de leña. Permanecieron mudos, esperando lo peor. Imaginaban que se llevarían a Susan por la fuerza para interrogarla.

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PERDER EL ALMA
----------------------Madre hay una sola, Alma, El fin del mundo, La venganza, Santas, Caminos, Amor verdadero, Los años 70.

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