domingo, 22 de septiembre de 2024

Las horas de Coty (6-El hombre ideal-2da parte)

 


Aquellos ojos verdes…

La tía Marie Anne lloraba sola en la habitación.

No quería compartir con nadie lo que le pasaba, pero para eso debía reponerse, lavarse la cara y volver a peinarse porque aquel nido, que mencionaba Constance, parecía de palomas alborotadas y torpes. Se veía peor que antes de ir a la peluquería de la famosa profesional de “malas costumbres”. Es que Marie sufría y pensaba que ya era tarde para parecer bonita. Arreglarse… ¿Para qué?

Fue hasta el ropero y extrajo del fondo una caja roja.

Dentro se hallaban todos sus sueños atropellados por palabras indecisas, llanto y soledad. Pasó la mano y lo tocó nuevamente. No quiso mirarlo. Hacía como treinta años que no lo contemplaba y que lo había ocultado de los ojos de otros para que los de ella no derramaran una sola lágrima más.

Constance golpeó la puerta y la tía escondió todo y cerró con llave el ropero que tenía un espejo en el que se reflejaba su presente limitado y amargo, el que nadie sospechaba porque a ella nunca le pasaba nada: no lloraba, no sufría, no sentía…

−Un hombre pregunta por Coty, hermana. Está en la puerta, ¿qué hago?

−Nada –respondió Marie−. Déjala.

−¿Y si se enamora? ¿Y si deja la profesión? Porque ya sabemos cómo se pone la gente cuando se encapricha.

−Déjala –volvió a decir la tía.

−Tú has estado llorando. A ti te pasó algo en esa maldita peluquería. Si volviste hecha un “trapo” y tenías ilusiones cuando te fuiste.

−Ilusiones tenía cuando era joven, pero se encargaron de borrarlas, de hacerlas desaparecer con excusas infundadas.

−Yo de eso no sé nada –agregó Constance tratando de evadir el tema.

−Sí que sabes…

Las hermanas se habían quedado detenidas en el pasado y querían traer al presente las leyes antagónicas: deseos reprimidos por abuelos demasiado decentes, las costumbres de antaño y sus rutinas, la mirada astuta de jueces que pretendían saberlo todo.

Constance tenía razón con respecto al amor. A veces, es tan intenso que ciega, oculta y no deja ver el peligro, las oportunidades y el futuro, posterga sobre todo a los adolescentes. Ella quería que Coty fuera maestra y que no desaprovechara la oportunidad que le daban las hermanitas del Instituto religioso San Francisco.

Coty era una joven madura y no se dejaría llevar por las tonterías de los enamorados que, a destiempo, arrastran las tantas oportunidades que llegan para proyectar un mañana.

¿Y si pasaba la contrario?

Ver a Adrián Fuentes era un riesgo.

−Hola ¿Cómo estás?

−Disculpa si vine así de improviso. Es que no te veo en ningún sitio, ni siquiera por la calle. Benjamín, en la plaza, me dijo que si quería verte me acercara a tu casa. ¿Hice mal?

−No –respondió Coty incómoda ya que oía, por los patios, las voces de su madre y de la tía que parecían discutir−. Es que me estoy preparando para una entrevista de trabajo. Tengo muchos nervios y la cabeza en otra parte. Disculpa, después de que tenga la charla con la Superiora, otro día, podemos hablar. ¿Me perdonas?

−Claro. Yo soy el que vine sin saber a importunar. Soy yo el que tiene que pedir disculpas. A veces, soy impulsivo.

Ambos se despidieron y Coty, al cerrar la puerta, se quedó apoyada con el corazón a mil. No quería pensar, no quería sentir. Ahora no. ¿Por qué todo era tan difícil? Debía concentrarse en un solo pensamiento y no dispersarse. Por eso casi no lo miraba a los ojos a Adrián. ¡Era tan guapo con esos ojos verdes!

El hombre ideal.

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LAS HORAS DE COTY
-----------------------------Anorexia nerviosa, Van Gogh, La depresión, Amor verdadero, La soledad, El arte, Jane Austen, La novela histórica, Vida real, La lucha femenina.

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