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La abuela francesa (Francois, el coronel-1era parte)

 


Napoleón lll le declaraba la guerra a Prusia y contaba con el apoyo de los estados alemanes, la amistad de Rusia y la neutralidad de Austria e Inglaterra.

El ejército prusiano se adueñó de Alsacia y de Lorena y venció a Napoleón lll en Sedán. Al conocerse la noticia en París estalló una revolución y se proclamó La República.

La lucha continuó hasta que París capituló y firmó el armisticio de Versalles; pero mientras se llegaba a la paz definitiva y los ejércitos prusianos ocupaban la capital, estalló la guerra civil.

 

 

Un joven cansado de vagar entre armamentos que conocía de memoria como la pistola-rifle-ametralladora, el Mosquetón Mauser o alguna culebrina del siglo XVl, decidió huir de los campos de batalla. Su descontrol iba más allá del deseo de escapar, quería ver a su familia, el desastre de la rivalidades había destruido su vida para siempre.

El pueblo donde nació se hallaba bajo las ruinas, la mayoría de los habitantes habían muerto o desaparecido y el ambiente devastado olía a pólvora. Esos explosivos habían sido arrojados al azar sin miramientos.

François du Champ-tal era su nombre-como si fuera la última noche en ese refugio sin rejas, se quedó quieto, distante y oprimido, dueño de un silencio que movilizó sus ansias de gritar. Estaba solo en esas tierras ganadas por los combates de los legisladores que llevaban a la destrucción a ciudades enteras con la finalidad de lograr sus propósitos.

***

Los conservadores y liberales luchaban contra el movimiento obrero, las relaciones con la Iglesia, el proceso de Dreyfus (oficial francés de origen judío acusado de traición en provecho de Alemania) que se transformó en una cuestión política.

François caminó por las calles solitarias. Los negocios abandonados por los dueños enlutaban las fachadas y enhebraban historias de héroes que no tratarían de resarcir los errores porque ya era tarde para volver atrás. François no sabía qué camino tomar para reunirse con la vida, tampoco podía dignificar las causas de las contiendas porque sus padres quizá habían muerto y eso le perforaba la carne y dejaba heridas profundas.

Un sepulturero que merodeaba por la orilla de un camposanto le dijo que faltaban unos pocos metros para llegar a Saint Etienne; allí seguramente encontraría un poco de paz y alimentos para superar el disgusto por la atrocidad que le tocaba vivir.

Francia, su patria, era sólo un instrumento más de los deseos mezquinos.

Al propietario de un mesón le pidió algo para comer con la intención de pagarle con la limpieza de caballerías y carruajes; el hombre supo comprender y le dio unos panes y otras provisiones para que se llevara en el viaje, pero de nada le sirvió ese estímulo porque ya no quería seguir adelante, estaba abatido por la angustia y su físico se hallaba completamente flagelado. No podía luchar contra el destino que lo había despojado de los afectos y lo había precipitado en ese desierto de confusión, donde todo era perecedero y se esfumaba por los escombros.



Libre de pecados, se desplomó al borde de la iglesia de Santa Úrsula donde un pordiosero pedía limosna; el mendigo, enredado en los harapos, trató de socorrerlo y llamó al párroco Honorato Liberté. Ambos lo introdujeron en el templo, allí recibió las atenciones necesarias y un momento de recogimiento que vivificó su alma.

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LA ABUELA FRANCESA
FRANCOIS, EL CORONEL
(no encuentro en el teclado la c francesa)

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