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La abuela francesa (Melanie y Rodolfo 3era parte)

 

Durante el gobierno del Dr. Nicolás Avellaneda en el período 1874-1880 se sancionó la Ley de Inmigrantes. Dicha ley aseguraba a los extranjeros una serie de derechos: alojamiento gratuito durante cinco días al llegar al país, seguridad para trabajar en el oficio que fuera de su agrado y pasaje hasta el lugar donde desearan radicarse.

El presidente transformó a Buenos Aires en Capital Federal, en tanto que erigía la ciudad de La Plata, dando término a un problema de más de medio siglo.

El primer mandatario de la Nación llegó a Rosario el 4 de noviembre de 1879 para presidir la Fiesta Nacional del Trigo destinada a exaltar la exportación en gran escala de cereales a Europa realizada en esta ciudad el año anterior; luego recorrió las colonias de la provincia. Los campesinos se alegraron ante la llegada de tan ilustre persona pero no dejaron de mostrar su nerviosismo. Melanie y Rodolfo se jactaban de ser muy buenos labradores, diestros en el manejo de los instrumentos agrícolas y herederos de un distrito que pronto sería de ellos totalmente; aún faltaba un poco para cancelar la deuda.

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A pesar de los esfuerzos, los meses se iban igual que los deseos de subir un peldaño más, se sentían frustrados porque las cosechas no devolvían el salario que esperaban para lograr las metas. Los esposos decidieron instalar una fábrica de queso.

Melanie olvidó sus adorados libros y se dedicó a la labor con entusiasmo y esfuerzo. Parecía una actriz que, entre bastidores, trataba de actuar y dirigir la obra con la aprobación de Rodolfo que se ubicaba detrás del telón, pues era una persona endeble y enfermiza. No había duda que ella intentaba apuntalar al destino con artimañas propias de un hombre. Esa tenacidad la había heredado de la madre; el porvenir no la asustaba, al contrario le daba coraje y virilidad. Quería hacer justicia con mano propia frente a los indios sacando la fusta ante ese enemigo o cualquier otro que invadiera su territorio.

Una tarde junto al crisol, esa cavidad abrasada por el metal fundido, escuchó que uno de sus hijos venía corriendo en su busca por la calle de amapolas; las mejillas húmedas demostraban que algo ocurría. Pensó en Francisca que se hallaba al borde del barranco, entre la fuga y los instantes que la amarraban a una existencia de trampas, pero se trataba de su esposo Rodolfo Chabot.

El pequeño Nicolás (el primer niño que tuvo un nombre adaptado a las leyes argentinas) no podía hablar; su cara ennegrecida por el tizne del horno gesticulaba sin control.

‒Papá se cayó‒dijo.

Rodolfo se había desplomado al pie de un fresno que estaba situado entre la cabaña de los peones y el galpón de la herramientas. Su cuerpo parecía pedir una bocanada de aire, pero no tenía signos de violencia. ¿Un infarto acabó con su vida?

Melanie no sabía nada del tejido cuyo riego se interrumpe por el bloqueo de un vaso o una arteria que suministra sangre al órgano. Al llegar a él, en un arrebato lo sacudió una y otra vez pero el pecho no respondió a los golpes. Quizá fue una trombosis o una embolia procedente de otra parte del organismo.

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LA ABUELA FRANCESA
De Suiza a América
-1865-
-------------Los capítulos anteriores están publicados más atrás en este blog.

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