sábado, 14 de septiembre de 2024

Las horas de Coty (3-La graduación-2da parte)

 


Las horas de Coty

Coty hubiera querido ir a la fiesta de graduación vestida con el uniforme del colegio, pero las alumnas debían llevar sus galas y cada una eligió la suya. Algunas de las niñas no tenían dinero para lujos y se sentían discriminadas. Esa situación ponía triste a Coty que era demasiado sensible.

−No pienses tanto en los demás. Diviértete. Siempre tratando de complacer a los otros. ¿Y en ti quién piensa?

−Yo misma. No necesito de nadie.

Coty había elegido un vestido azul en tela brillante de lurex con mangas al codo que se ajustaban con un gran puño, escote corazón, tiro bajo bien ajustado en la cintura y falda fruncida a la rodilla. En cambio Natalia, su mejor amiga, se vistió de color salmón con volantes de encaje blanco en la sobrefalda y hombros descubiertos. El vestido era largo y casi lo arrastraba por detrás. Natalia era una modelo de elegancia y sofisticación.

A la fiesta, realizada en el gimnasio del Instituto San Francisco, fueron todos los familiares y hasta la tía Felisa quien tuvo que cambiar de traje y esmerarse un poco en elegir algo acorde a las circunstancias.

La música era atronadora y se escuchaba desde Whitney Houston hasta Phil Collins. Tantos  temas y letras maravillosas de una década inolvidable. Todo un mundo donde la esperanza se vestía con sus mejores brillos y la vida parecía larga. Nada podía detener a esa juventud en busca de milagros y de risas. Los abrazos iban y venían porque no había tregua y las puertas se abrían con la mejor llave.

Benjamín aprovechaba para mezclarse con la multitud. Había invitado a sus amigos.

−Te presento a Adrián –le dijo a Coty, quien en ese momento estaba rodeada de sus compañeras que, al ver al joven morocho de ojos verdes, se quedaron mudas.

Lejos de sentir celos, la empujaron y ella cayó en sus brazos. Bailaron, se rieron, festejaron… Parecían el uno para el otro.

−¿Con quién está Constance? –exclamó Octavio levantando la cabeza para ver mejor.

−Con un compañerito.

Cuando Octavio la llamaba a su hija por el nombre completo era porque se hallaba molesto, pero la música no dejaba hablar a nadie y se tenían que entender por señas. Ya eso no les gustó a la tía Felisa y a Marie Anne tampoco. Decidieron retirarse y dejar a los jóvenes que siguieran divirtiéndose en una velada inolvidable. Constance se quedó tranquila porque ya le había dicho a Benjamín que vigilara a Coty. Él, como bohemio que era, no escuchó las recomendaciones. ¿Qué podía pasar? Coty necesitaba vivir y que no le cortaran las alas. Por eso le presentó a Adrián, el más guapo de todos sus amigos.

La fiesta de graduación terminó tarde, y Benjamín se fue con los amigos a seguir de festejo en otro lugar hasta el amanecer. Sabía que Adrián iba acompañar a su hermana hasta la casa y así lo hizo.

Una estrella iluminó el pozo de la noche y los dos caminaron uno al lado del otro entre las sombras de ese silencio. Coty sentía su alma crecer dentro del pecho, se le habían desmoronado todas las paredes y se había quedado sola como una niña. Recordaba los sauces con las barbas en el agua, alguna de las pinturas de su hermano Benjamín, y relacionó ese pensamiento con Adrián.


−¿Pintas cuadros?

−No –se rio−. Eso solamente lo hace alguien como tu hermano. Yo tengo un comercio: vendo autos.

−Raro que nunca te haya visto por casa.

−Salgo poco, me aburren ciertas reuniones de los amigos de mi edad. Prefiero quedarme a leer. No digo que no frecuento lugares comunes, sino que no lo hago siempre. ¿Y tú?

−Muy poco. Soy tranquila, no me gustan mucho las fiestas. Esta vez tuve que aceptar porque era mi graduación, pero no me divierten. Gracias por acompañarme –respondió Coty e intentó abrir la puerta con unas llaves que tenía en la carterita, pero le temblaban las manos.

Adrián lo hizo por ella… y quedó dibujado para siempre en las horas de Coty.

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LAS HORAS DE COTY
------------------------------------Anorexia nerviosa, Van Gogh, La graduación, La adolescencia, La depresión y la ansiedad, El amor verdadero, Santas.

viernes, 13 de septiembre de 2024

Las horas de Coty (3-La graduación-1era parte)

 


3-

LA GRADUACIÓN

 

Coty terminó de colocar en la pared su último diploma: ya era maestra.

Tenía otros galardones de concursos literarios y de cursos de dibujo. Con Benjamín, su hermano, desde pequeños amaban la pintura. Octavio se había encargado de transmitirles las magias de los trazos y el poder que ejerce ese don del espíritu.

Quien ama el arte es un ser diferente, quien lo ejecuta es un semidiós.

El día que Coty se recibió de maestra fue muy emotivo. Una niña llamada Julieta, a quien ella eligió, la vecinita, le entregó un ramo de flores; vestida de blanco parecía un ángel. Subió al escenario y con todo el orgullo le dio esa bendición, una mano tendida hacia el servicio y la comprensión, los buenos modales y el amor.

−Las maestras son como madres –así lo decía siempre Constance, y estaba segura de que Coty sería una excelente y protectora mujer en pos de la enseñanza. No sólo de lo básico sino también de valores y principios.

−Tan dulce y bonita –expresó Marie Anne−. Me recuerda a mí de joven.

−Lástima que papá no te dejó casar con ese novio que tenías a escondidas.

−¡No era a escondidas! ¡Jamás haría una cosa así!

−Perdón, hermanita, lo sé. No entiendo cómo existen padres tan severos que no permiten que la gente se ame.

−Eran otras épocas. Ahora todo ha cambiado mucho.

−A papá le gustaban los apellidos franceses.

−¡Qué tontería! De Luca no es francés.

−Tienes razón. Lo que ocurre es que Octavio lo envolvió con su oratoria. Papá se sintió orgulloso de su inteligencia. Necesitaba admirar al otro. En cambio, tu novio era un campesino que sólo había ido un par de grados al colegio.

−Sí, pero ése no es un motivo para ser injusto.

−No lo es, de verdad. Lo siento mucho. ¿Te quedaste soltera porque lo amaste siempre?

−Eso no lo voy a contestar. Es muy mío.

−Está bien, sé que eres reservada. Ahora debemos prepararnos para la cena de graduación de Coty, y el baile. Hace tanto que no salimos a una fiesta. A mí no me gustan mucho, no soy como la tía Felisa que para estar fuera de la casa va dos veces a misa en el mismo día.

Ambas se reían de Felisa que, ahora que era libre por la muerte de Rolando, no paraba en su domicilio. Es como si le hubieran abierto la puerta de una jaula. Muchas mujeres se comportaban del mismo modo y hasta se transformaban: más coquetas y bonitas, más sensuales.

Felisa seguía siendo la misma.

Con sus vestidos con botones en la delantera y los zapatos chatos, iguales en verano y en invierno, recorría las aceras en busca de paz y alegría, las que siempre le faltaron. Cuando hacía calor se colocaba un sombrero con una cinta azul y llevaba un canasto de mimbre. Las sobrinas sabían que Felisa, de soltera, ataba la capota a los caballos en el campo y partía hacia el pueblo a buscar chismes a la iglesia y a la casa de las primas. Desde ese perfil se formó su propia personalidad ambigua: reservada y libre. Por esos caminos, conoció a Rolando y se casaron pronto.

Ese gran paso que dio en la vida le costó la libertad.

Rolando ya no quiso que saliera sola a ninguna parte. Felisa sintió un hueco tan grande, la sed la atormentaba, necesitaba socializar… Entonces, invitaba gente a la casa porque ese vacío la atormentaba demasiado, era como un grito silenciado.

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LAS HORAS DE COTY
_______________Anorexia nerviosa, Adolescencia, La depresión, La ansiedad, Van Gogh, La vocación, El arte, La libertad.

jueves, 12 de septiembre de 2024

Las horas de Coty (2-El tío Rolando-2da parte)

 



El conejo blanco


Coty, al otro día, tuvo que sufrir un duro golpe.

A la profesora de biología se le ocurrió que debían matar un conejo para ver cómo eran los órganos por dentro.

Tremenda crueldad le dio en el corazón un empujón letal. Podría haber faltado a la clase ese día, pero tendrían una prueba en la semana y ella era muy estudiosa.

No podía comprender que en un colegio religioso donde se suponía que una vida valía más que las dimensiones del hígado de un animal se podría ser tan frío. Ante tales circunstancias y obligada, de lejos, a presenciar el asesinato, se quedó inmóvil al fondo del aula con su amiga Natalia.

−No llores, tápate los ojos.

Los demás hablaban y reían, era una fiesta.

−¡Ustedes! –gritaba la profesora autoritaria que no comprendía la verdadera dimensión de la catástrofe.

−Sí que es triste la vida –exclamó compungida Natalia.

−No escuches, no mires, no te acerques –dijo Coty−. Ella no tiene sentimientos. Le diría cualquier cosa, pero hay que respetar a los mayores aunque estén equivocados. ¡Qué triste! Lo que hace habla más de ella que de nosotras.

−¿Y todos los animales embalsamados que hay en el primer piso?

−Ni me hables. Ella los debe haber ahorcado.

Necesitaban taparse los oídos para no sentir el alma hecha retazos, imaginar al animalito blanco bañado en sangre, las risas que les perforaban la piel y esa angustia que acarreaba la impotencia cuando la injusticia de otros se imponía.

−¡No quiero aplazos! ¡No quiero alumnos que se lleven la materia a marzo! –gritaba aquel ser vacío que solamente vociferaba sin conocer la empatía.

Cuando terminó la hora, sonó el timbre y todos tuvieron que llevarse los trastos y limpiar para la clase siguiente. Coty y Natalia se quedaron a un costado esperando que desaparecieran por las galerías, eufóricos por haber presenciado tan elogiosa manera de enseñar.

Es que era sublime, parecía una lección de la carrera de veterinaria o de medicina.

¿Quién obligaba a quién a ser otra persona? ¿Quién era esa mujer que no podía comprender la sensibilidad ajena? ¿No se permitía dudar?

Pretender obligar a presenciar un acto cruel era propio de alguien que no veía más allá de sí mismo y que, con su egoísmo, castigaba a quien pensaba o sentía diferente.

−El miércoles es la prueba, tú ya sabes lo que tienes que hacer –le dijo secretamente Coty a Natalia.

−Sí, ya me conoces.

−Ahora no llores más, nos vemos mañana.


Las amigas inseparables se despidieron en una esquina. A Natalia le quedaba cerca el colegio, pero Coty tenía que caminar unas cuadras.

−Sabes, mamá, que hoy mataron un conejo en la clase de biología.

−Dios me libre… ¿quién?

−La profesora lo ordenó. Me parece una crueldad, un acto innecesario. Natalia lloraba y yo sabes que cuando veo sufrir a alguien me viene el llanto, pero tenía tanta furia y tantos deseos de gritar que me contuve. Igual me quedé callada y me tapé los oídos con las manos, cerré los ojos… No sabía qué hacer.

−Querida, la gente nunca es como uno quisiera. Trata de comprender y de superar el momento –la consoló Constance sin dejar de estar abrumada por las conductas irreflexivas de algunas personas.

Después de la prueba, a los tres días, las únicas que sacaron una nota sobresaliente fueron Natalia y Coty. Los demás fueron aplazados. Los que vieron las partes del conejo muerto no aprobaron…

¿Qué hizo la maestra inescrupulosa?

Callar y disimular, colocar una nota que no quería; tal vez, reconocer la lección o no…

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LAS HORAS DE COTY
-----------------------------Anorexia nerviosa, Santas, Amor verdadero, Adolescencia, La depresión, El conejo blanco.


miércoles, 11 de septiembre de 2024

Las horas de Coty (2-El tío Rolando-1era parte)

 


2-

EL TÍO ROLANDO

 

Un día de agosto, posterior al fallecimiento de Elvis Presley, el tío Rolando decidió que había llegado su hora de ir en busca de la liberación. Necesitaba paz y una sensación de vuelo, de asomar por fin sus alas escondidas y desplegarlas para no regresar. La vida para él era demasiado aburrida; la vejez lo aturdía y no podía asumir el paso de los años.

Rolando no se quitó la vida como muchos pensaron, sino que la muerte lo sorprendió en su cama como si la hubiese llamado y así se entregó, con indiferencia y malhumor. El que siempre tuvo a los largo de sus ochenta años.

−Válgame Dios, el tío no puede haberse quitado la vida –exclamó espantada Constance.

−Es un pecado para el Santísimo.

−Claro, hermana.

Felisa, aún más fría que el tío, no se inmutó.

Preparó el velatorio en su propia casa, compró galletitas y se aseguró de tener suficiente café para todos. A la tía Felisa le gustaban las reuniones, pero no tenía muchos lugares donde concurrir. Un velatorio no estaba mal a la hora de ver gente. Ella no era una mala mujer, pero sí lejana, solitaria y apática. Rolando le había dado una existencia que no esperaba: silenciosa, pero cargada de reproches, gris y anciana, de obligaciones que Felisa no quería cumplir y que Rolando imponía como todos los hombres de antes, igual a sus abuelos.

−Lo siento, tía –llegaron Constance, Marie Anne y Coty.

Se mezclaron entre el gentío. Esa bulliciosa manera de despedir a los muertos. Una muestra irrespetuosa de decir que no les importaban las despedidas. Coty conversaba con una señora sentada a su lado y parecía tranquila. Llevaba una falda escocesa, una camisa blanca y zapatos de colegio.

−Qué bonita es la hija de Constance –murmuraban.

Entre perfumes de jazmines y tórtolas en los nidos, Rolando se despidió de la vida. Ya no tendría que tomar la sopa en presencia de sus sobrinas o esperar que los nietos tuvieran la gentileza de visitarlo. Felisa le dio la razón, a su manera, y se olvidó de aquel hombre con el que había compartido todos esos años tratando de complacerlo. Quizá, su apatía se debía a la resignación que le llegó un día cuando se dio cuenta de que no podía hacer nada y que tenía que sepultar sus sueños en pos de esa unión. Le cambió la “cabeza” y se entregó al servicio como una misionera. Ahora ambos eran libres.

−¡Otra vez de la iglesia! ¡No me gusta que lleven a Coty con ustedes y le llenen la mente con ideas absurdas! –gritó Octavio.

−¡Por favor! Venimos de sepultar al tío Rolando. ¡Qué en paz descanse!

−¿Murió?

−Sí, pobre santo.

Octavio, al escuchar las exclamaciones de su esposa y de la hermana se fue a su estudio. Era demasiado. No entendía cómo podía haberse casado con esa mujer. Era buena no lo negaba, pero le crispaba los nervios esa conducta benévola que lo justificaba todo, que no veía los errores y los defectos de los otros, que a la mayoría de las cosas pasadas y futuras se las encomendaba a Dios, y que ese mismo Dios le solucionaba los más terribles problemas.

−Lo dejamos en sus manos.

Bajo ese manto sanador que parecía curar las más hondas heridas, Constance y su hermana se fueron a descansar. Las esperaban sus obras de caridad y visitar el hospital para alegrar a los ancianos que las esperaban cada tarde para que les dieran una palabra de sosiego. Estaban tan aburridas que encontraban en esa tarea paz y futuro, otra cosa no podía desear a esa altura y en un pueblo cansado y muerto por las pocas alegrías y las necesidades. Los niños eran los únicos seres felices que corrían por las veredas con la libertad de quien no le tiene miedo a nada y la esperanza de un mañana despojado de lamentos.

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LAS HORAS DE COTY
------------------------------Anorexia nerviosa, La depresión, Santas, Sueños de libertad, Adolescencia e identidad, Amor verdadero, El amor es imposible, Van Gogh, Picasso , Soldi.

martes, 10 de septiembre de 2024

Las horas de Coty (1-Constance de Luca-2da parte)

 


Constance temblaba cada vez que escuchaba palabras semejantes. Es que sospechaba que Benjamín se iría, en cualquier momento, de su lado. Octavio quería que fuera fotógrafo como él, pero el muchacho necesitaba volar más alto.

−Si se va me muero.

−No te anticipes, vive el presente. Despierta que pueden venir años peores –le respondía la tía Marie Anne a Constance, cuando ella se hundía en el pesimismo y se aislaba para no pensar.

−Reza mucho, hermana, reza.

−Sí.

En invierno, cuando el sol calentaba las veredas y el cierzo se tranquilizaba tras la montaña, iban de visita de la tía Felisa, quien vivía en una casa con arcadas y techos bajos.

Constance y Marie parecían dos religiosas que llegaban con sus sermones almibarados a dar plegarias y recomendaciones. Aceptaban los rezongos y hasta el destrato del tío Rolando.

−Ya nos vamos, tío. Usted tiene que cenar.

−Ay… sí, sí. Perdón, tío.

Eran tan piadosas que llegaban a molestar, pero la sensibilidad que transmitían sanaba las heridas, llegaba al alma y sostenía el dolor. Bajo esos pensamientos altruistas, ellas se diferenciaban del resto. No existían en ese pueblo, aburrido y sosegado, dos mujeres iguales a Constance y Marie Anne; sin embargo, ellas no se daban cuenta. Habían sido criadas y educadas con valores y consejos y, desde niñas, orientadas en el bien y en el amor al prójimo.

−¡Seguro que vienen de sostener la sotana del cura como cola de novia! –rezongaba Octavio cuando las veía llegar hablando igual que cotorras al mediodía.

−No, fuimos de los tíos.

−¿Y por qué van tanto a esa casa?

−Porque los queremos. Es tan sencillo. Qué tú no te ocupes de tu familia no significa que nosotras debamos ir por ese mismo camino.

−El tío Rolando no las valora. Ustedes no saben darse su lugar. Hay que tener dignidad.

−A nosotras no nos importa. Nos agrada verlos. Vamos por si necesitan algo porque hay que dar sin esperar…

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LAS HORAS DE COTY
----------------------------Anorexia nerviosa, La depresión, Santas, Sueños de libertad, Adolescencia e identidad, Amor verdadero, El amor es imposible, Van Gogh, Picasso , Soldi.

lunes, 9 de septiembre de 2024

Las horas de Coty. Vivir con anorexia nerviosa (1-Constance de Luca-1era parte)

 


1

CONSTANCE  DE LUCA

 

El viento frío de las calles, que la impulsó con sus embates durante la última hora, se había convertido en una leve y cálida brisa que le acariciaba el rostro al descender hacia las vías del ferrocarril. La sombra de ella misma se hermanaba con el invierno.

La noche de su vida cubría la tierra.

Se llamaba Constance igual que su madre, pero le decían Coty. Su familia eran hijos y nietos de descendientes franceses.

Un seto apareció ante sus ojos a una distancia de doce pasos. Sus sentidos confusos percibieron el aroma que despedían las zarzas resecas y humedecidas por las lluvias.

El tren silbaba hacia lo lejos.

Constance iba vestida con un tapado oscuro, color marrón, que dejaba entrever los huesos. La gente la miraba demasiado. No pude reconocerla. Su rostro cubierto por vello impresionaba, y todos bajaban la vista mientras ella no se inmutaba. Parecía sorda y ciega, sólo necesitaba llegar antes que la locomotora que, con su furia, se acercaba tocando su silbato por miedo a los suicidas.

 

Argentina, 1970.

“Estoy cansado: todas las hojas mueren

caen, mueren los pájaros. Caen, mueren las vidas…”

 

Leyó Constance un verso de Neruda , un fragmento de “Eres toda de espuma” .

“De pie te grito. Quiéreme”.

Le habían dado una tarea en el colegio secundario. Le gustaba mucho la clase de castellano, sobre toda la redacción. Cuando la hermana Sofía decía:

−Hoy le voy a dar estos temas para la composición.

A Constance se le iluminaba el alma y comenzaba a escribir a toda velocidad. Quería ser escritora, pero se recibiría de maestra. Es que en ese colegio de monjas egresaban las alumnas mujeres con ese título. En realidad no había varones, sólo niñas.

En esos años el caos dominaba la sociedad; las arterias de las ciudades grandes se veían empequeñecidas por los atropellos y el miedo. En el pueblo todo se mantenía en paz, aunque de vez en cuando los alumnos tenían que huir de las aulas por amenazas de bombas. Constance se mantenía al margen, pero veía por televisión demasiada crueldad y eso le llegaba hondo. Era muy sensible.

Las hermanas del Instituto, en un momento, llamaron a  los alumnos y les dijeron que empezaba lo que se llamaba “Proceso de reorganización nacional”. El país debía volver a ser una Nación ordenada y así lo vieron. Constance sintió paz como nunca antes y eso le dio seguridad y esperanza. Yo no se veía amenazada, entonces pudo salir a la vida sin temores.

Debía terminar sus estudios de maestra.

Su madre Constance y su tía Marie Anne Morel eran seres piadosos y suaves, extremadamente religiosos, que hacían donaciones a la iglesia y que visitaban al cura seguido para saber si necesitaba algo. Iban siempre juntas porque la tía Marie Anne era soltera y vivía en la casa con su hermana y toda la familia.

Dicen que Marie había tenido un novio en su juventud, pero se había separado por alguna razón desconocida; él se casó con otra mujer. Nadie sabía bien cómo habían sucedido los hechos porque Marie Anne era una señorita muy introvertida cuando le hablaban sobre los afectos. Debía ser feliz con su hermana Constance, quien parecía llorar cuando hablaba y sólo pensaba en los desposeídos.

Coty las acompañaba cuando no tenía que estudiar y era una más en esa procesión de hermanas religiosas.

 


Dar sin esperar…

Octavio De Luca, el padre de Coty y de Benjamín y esposo de Constance, era fotógrafo profesional y pintor. Exhibía los retratos artísticos en un escaparate con orgullo, ya que era el mejor del pueblo.

Niños, padres, casamientos y comuniones, todos pasaban por la cámara de Octavio, quien ordenaba cómo había que colocarse y cuál resultaba ser el mejor perfil.

También le gustaba pintar en los ratos libres.

Sus paisajes, algo escabrosos, se parecían a los de Van Gogh , salvando las distancias.

−Papá, ése es igual a “Campo de trigo con cuervos” –decía Coty entusiasmada. No dejaba de admirar las habilidades de su padre tan correcto y didáctico, a quien consideraba un hombre perfecto.

Benjamín, el hermano de Coty, algo bohemio, también pintaba cuadros. Había cursado en la facultad de Bellas Artes, pero había abandonado la carrera. Estudiar en Toulouse Lautrec, Gauguin, Modigliani y hasta Soldi , le resultaba pesado y agotador. A él le interesaba la acción. Pintaba en su propio taller con un ventanal mirando al río. Sus cuadros abstractos sólo los entendía él mismo, aunque admiraba a Van Gogh como Octavio.

−El arte es subjetivo y cada uno le da su propia interpretación –solía decir cuando su madre o la tía Marie Anne no entendían sus trazos y los rechazaban…

−Te va a costar vender esas cuatro líneas.

−¿Y Picasso cómo lo hizo?

−Es que además de talento hay que tener suerte, y este pueblo es el sitio menos indicado para desarrollar las artes. No son valoradas, hijo.

−Por eso, madre, por eso.

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LAS HORAS DE COTY
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domingo, 8 de septiembre de 2024

Perder el Alma (8-El órgano de la iglesia-2da parte)

 

Después del sermón de una hora, Fidel y Martina consiguieron que Susan saliera de esa cueva que había armado en el galpón cerca del ombú. La niña estaba algo inquieta pero no lloraba; el capricho de Susan superaba todo razonamiento lógico. Ya era casi de noche. Ayudados por un farol de gas, lograron llevarla a la casa. Sus fobias no la dejaban dar un paso: temblaba, sentía el corazón a mil y no podía articular palabra.

Susan se acurrucó al lado del fuego junto a la cocina de leña con Alma en los brazos. La apretujaba demasiado, y la niña parecía querer librarse de esa tortura.

−Ve a descansar, Hortensia. Yo me ocuparé de Alma. No tengas miedo. ¿Dónde quieres que vaya a estas horas de la noche en medio del campo?

Una luz potente iluminó la ventana y Susan huyó de nuevo.

−¡Es Aníbal! –gritó Fidel

Susan, más tranquila, se fue al cuarto y se recostó. Tenía que hacer algo. No podía quedarse allí porque esos hombres volverían… Pero, ¿dónde iba a ir sin un peso?

Aníbal con la mirada diferente, cabizbajo, y con el doble de años encima, se sentó y fumó un cigarrillo. El humo lo envolvió en aquella niebla y despertó la ira de Martina.

−¡No quiero que fumes! ¡Es malo! Ahora acá vive una criatura.

−Hortensia se la robó a los Ferrer. En el pueblo se comenta… −respondió Aníbal con indiferencia.

−Yo sabía –comentó don Fidel−. Por algo se escondía tanto.

−¡No es cierto! –gritó Susan quien había escuchado todo−. ¡Con qué derecho tú te atreves a hablar de mí! ¡Eres mi hermano pero para mí un desconocido! Y mis padres te soportan porque llevas su sangre. Nada más. Tú no quieres a nadie, sólo a ti mismo. ¡Vago!

Aníbal apagó el cigarrillo en un cenicero grande que había sobre la mesa con hule de plástico floreado y se fue a guardar el auto en el galpón. No dijo nada porque no le interesaba su familia. Él tenía otros proyectos y si Susan había robado una niña por venganza, despecho o resentimiento, a Aníbal no le importaba en lo más mínimo.

Susan tenía los nervios destrozados.

−¡Qué hijos raros que tenemos, Fidel!

−La pobreza los fue modelando a su antojo. Yo tengo la culpa.

−Siempre hablas de lo mismo. La pobreza cuando es digna muestra sus verdaderos valores. Recuerda a tu padre, Juan.

−Sí, pero los tiempos cambiaron. Ahora todos quieren tener lo mismo, ser iguales y aparentar lo que en realidad no son ante una sociedad marginal.

−Nunca serán todos iguales porque el esfuerzo y el trabajo es lo que te diferencia de miles de personas que, con voluntad, intentan progresar. Algunos buscan lo fácil, pero el camino no es por ahí.

Fidel siempre se echaba la culpa de no haber podido darles a sus hijos un porvenir mejor. Era luchador como Juan, su padre, pero lo poco que tenía lo había heredado. Y así se quedó, en una cómoda posición. Susan tuvo que ir a trabajar de mucama porque no quiso estudiar, y Aníbal dejó la carrera de abogacía porque le dio un colapso. Fue un sacudón que alteró un poco sus facultades. El estrés de los ´70 lo mareó y terminó agotado física y mentalmente. Quizá, le pasó otra cosa. Nadie lo interrogaba porque él no volvió a hablar del tema.

Cuando regresó de guardar el auto en el galpón se sentó a comer algo que le sirvió Martina, igual que un chico al que hay que atender. Egoísta y dependiente. Ya era un hombre de más de cuarenta años.

−¿Cómo es eso de que Susan robó la niña?

−Lo dicen por ahí… −respondió sin levantar la vista del plato.

−¡Contesta bien!

−Bueno… ¡A mí qué me importa! Yo no necesito de nadie y menos de Hortensia. Por mí que robe un orfanato entero si quiere tener un hijo.

−Te desconozco, Aníbal. Ella es tu hermana.

−¡Ahora se acuerda! ¡Estuvo toda su vida detrás de los Ferrer copiándoles sus manías de ricos hipócritas! Quizá, hizo bien en quitarles algo. Seguro que le pagaban una miseria.

−¡Qué envidia, hijo! ¡Qué triste!

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PERDER EL ALMA
______________Madre hay una sola, Hija, La luz de mis ojos, Santas, Los años 70, El virus, La venganza.



Hasta acá llego con los capítulos de "Perder el Alma" que sería la continuación de "La trama del Adiós", aunque se pueden leer separadas ambas novelas. Gracias por acompañar, por las valoraciones en amazon. Son tan importantes!!!
Mil gracias.


sábado, 7 de septiembre de 2024

Perder el Alma (8-El órgano de la iglesia-1era parte)

 


8-EL ÓRGANO DE LA IGLESIA

 

Sal de esa cueva, hija…

 

 

La familia no necesitaba de su ayuda. ¡Qué ingratos!

“Yo soy un sacerdote y no debo tener esos sentimientos. Por más que me maltraten debo poner la otra mejilla, pero duele tanto que la propia sangre parezca ajena y que no miren más allá de los hombros el sacrificio y la entrega. Está bien, yo no les he dicho nada sobre la carta y ahora menos; que crean lo que quieran, me da lo mismo. Mamá, seguramente, saldrá de la cárcel por un tiempo. Quizá, tengan que investigar más. No quiero saber. Y el bebé de Mía estará en otros brazos. Es hora de que mi hermana salga a luchar por sus derechos, yo haré lo mío. Si puedo, no sé. Me siento tan cansado; menos mal que mi refugio acá en la iglesia me trae energías y esperanzas, paz y compañía. Será que el alma de papá me ve y me consuela y puede, con su mano, descargar su fuerza positiva de amor y comprensión. También hay otra alma que me orienta, la que me quitó a mi padre, la que me quiere a pesar de haberme hecho daño. Sé que está allí: en ese gato rojo y en todos los demás, por las escalinatas de piedra, en los badajos, en la palabra dicha y en la que se calla…”, pensó Guillermo sentado frente al altar, como rezando. Su gato lo miraba sentado al lado de la Virgen y parpadeaba somnoliento, con amor.

El padre Roque, con una sotana añeja y desusada, iba y venía con unos jarrones que llenaba de flores frescas. Pasaba y lo miraba de reojo, venía y no se paraba, pero tenía ganas.

−Hijo, se te saltan las lágrimas.

−No, padre, ¿cómo cree? Soy fuerte como un roble.

−Los sacerdotes no deben mentir.

−Yo nunca miento.

−Vamos, dile a tus hermanos lo de la carta. Ellos deben saberlo.

−No se lo merecen. Ellos tienen otras prioridades. Cuando vean a mamá libre se olvidarán de todo. Deje que crean que soy un inútil.

Guillermo no era así, pero se había cansado. Trataría de buscar a Alma, como lo hizo siempre. No sabía por dónde empezar porque Susan también había desparecido. No creía que se la hubiera llevado; era una más de la familia que ayudó a Mía a dar a luz, pero entendía que la gente se agota y suele cometer errores insalvables.

Recorrió la iglesia con las manos cruzadas detrás de la espalda.

El sol calentaba la superficie y traía un poco de calidez a aquel día de otoño próximo al invierno. En la plaza desierta de voces, junto a un molino, la gente salía a caminar. Vio un auto verde estacionado, pero no le dio importancia. Pensó en el doctor Morales quien no se había comunicado con él y en Dolores que, según Roberto, saldría de la prisión en cualquier momento. No quería verla, le hacía mal. Seguramente, juntaría reproches y se los arrojaría a la cara. Todos se descargaban con él, el causante de los males. Es como si Salvador, su padre, hubiera vuelto a su cuerpo para habitarlo los dos. De la misma forma que todos y cada uno lo atacaban a Salvador, ahora lo hacían con Guillermo. Necesitaban echarle la culpa a alguien, al más débil, para desoír sus propios errores y carencias. No podía aceptarlo, pero callaba. Era un sacerdote y debía comportarse como tal. Le pareció oír el órgano de la abuela Úrsula y sonrió. Era tan buena. Le dio el amor que le negaron, la atención y el apoyo cuando quiso entrar a estudiar al colegio religioso.



−¡Un cura en la familia! ¡No!

La abuela Úrsula y la tía Pilar fueron dos ángeles que junto a Salvador lo rescataron de aquel ambiente tórrido en el que se había convertido su casa. Ellos ya no estaban en el mundo y sólo podía recordarlos con una sonrisa, a través de las notas del órgano y llevando adelante sus consejos.

−El gato se subió al órgano y caminó por el teclado, ¡qué animal dañino! Me pegué un susto –dijo el padre Roque.

−Nos dejó un mensaje. La abuela Úrsula no quiere que la olvidemos y nos atrapa con sus bemoles –agregó Guillermo con una sonrisa débil.

−Hijo, estos gatos de la iglesia me parece que se están multiplicando.

−Mejor.

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PERDER EL ALMA
--------------------------Madre hay una sola, Alma, Santas, La venganza, Hija, Los años 70, El gato rojo, La luz de mis ojos.