La casa era muy antigua, de dos
plantas, con un patio florido rodeado de habitaciones altas, ventanas con
enrejados de hierro y cortinas amarillentas tejidas al crochet. Las paredes
pintadas con cal resplandecían delante de una fuente cercada por macetas con
pensamientos y estampillas. En la terraza, alguna vecina colgaba la ropa que
flameaba cual bandera de barco perdida en altamar.
-¡Socorro!-gritó alguien y apareció
una mujer de mediana edad, obesa y autoritaria, que parecía ser la dueña de la
propiedad.
-“
Socorro no podía pensar en ese
momento porque los inquilinos protestaban, la gente tenía hambre y al guiso de
lentejas todavía le faltaba cocción.
-Mañana veo-contestó sin importarle
la situación.
***
Arropada sobre una bolsón de campo y sofocada por el polvo y la locura, Letizia, en el cuarto, permanecía mirando el techo. Sentía frío y esa soledad que viene desde dentro, por las carencias. No sabía cómo había llegado hasta ese sitio ni con qué dinero había pagado el primer mes de alquiler. A diferencia de lo que Manuela creía, su hija estaba viva pero con la salud quebrantada y con una imagen entre distraída y perversa que la transformaba en una persona de cuidado; sin embargo, su abrumadora tristeza la llevaba al abandono total. Ya no se preguntaba qué pasaría en el futuro; ella era un combatiente que mostraba las cicatrices como galardones. En la visión incongruente que tenía con la vida, el tiempo era un cadáver al que le realizarían la autopsia de manera rápida y obligada.
La vecina, de vez en cuando,
asomaba su cara por el vidrio a través de la cortina para mirar a “
-Eh… tú -solía gritarle molesta al
ver el cuerpo rígido de Letizia y sus ojos absortos observando el techo. Ella
no le contestaba porque no la escuchaba; su mente no hilvanaba frases ni
pensamientos coherentes.
-¡Socorro!, parece muerta, llame a
la policía.
Tiene muy buena pinta Luján, una historia que atrapa y eso que he leído
ResponderEliminarun capitulo avanzado.
Enhorabuena!!! besos.