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El silencioso grito de Manuela (Cap XVII 4ta parte)

 

Letizia había llorado días enteros en la pieza. Cuando abría la ventana sólo escuchaba los gritos de los pensionistas; después recorría las galerías con sus zapatos de paño de vicuña hacia la cocina para buscar restos de comida. Ella moría en sus sueños funerarios, bajo la lluvia, junto a las tumbas de niños, en los brazos de una madre infantil que le reprochaba cada uno de sus actos. No podía distinguir el pasado del presente pero su deseo de emerger se esfumaba cuando trataba de recordar su nombre. Un día más era uno menos que la alejaba de la vida para entrar en otro estado. Había oscuridad en los rincones de su cuerpo, en cada hueso, en la sangre débil y enfermiza. Se amarraba a la cortina para sostenerse como tomándose de unas matas espinosas en esa caverna que le parecía su único lugar posible. No quería escapar porque no sabía el porqué, tampoco deseaba tanto quedarse porque el desprecio de la dueña le cercenaba las vísceras. Sin embargo, algo la contenía, por el momento, en esa telaraña álgida que trataba de enredarla con una indagatoria de frases revueltas.
Había alboroto en la entrada de la pensión Los Girasoles. Eulalia había dejado que se le quemara el dulce de lima para correr hacia la puerta con el delantal enroscado entre las piernas. La casa parecía estar de carnaval y todos, malhumorados, curiosos o enfurecidos, no dejaban de mirar al hombre que se hallaba esperando respuestas a las preguntas que todavía la dueña no le había permitido pronunciar por haber llegado intempestivamente.


Cuando ese desconocido consideró que era cuestión de segundos ganarse la simpatía de la gente, ellos ya estaban ofreciéndole comida y bebida.

-Nada, mujer, vengo en busca de unos datos.

Socorro con la blusa escotada lucía sus dotes de campesina y sus brazos flácidos y regordetes; le preguntó:

-¿Puedo saber quién es y a quién quiere encontrar?

-Me llamo Manolo Fuentes y estoy convencido de que aquí vive un ángel con sombrero de fieltro.

Socorro se desvaneció y cayó como bolsa de papas en el piso hueco.

*
EL SILENCIOSO GRITO DE MANUELA
Eternamente Manuela
En busca de la dama...

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