Encarnación Cosa Río (la hija menor de Manuela)
-¡Ya no necesito tener coraje, soy valiente, tengo poder cuando todos se debilitan, sé reconocer el vértigo de la libertad y de la transgresión, no vivo en el pasado aunque esté entre cuatro paredes!-decía Encarnación a los gritos frente a un desmantelado espejo en el ala derecha del caserón de su abuela Francisca.
-Niña, calla, deja esa pantomima y compórtate como una señorita.
-Como una señorita boba, dirás.
-Eres una niña bien educada y debes demostrarlo…
-¡Soy una mujer!
A la abuela le resultaba imposible intimar con ella porque cercenaba cada uno de sus consejos con su forma de ver la realidad: un presente que sus padres querían imponerle a fuerza de presiones y de amenazas.
Alejandro Roca la venía a buscar en su auto para llevarla a dar unas vueltas por la ciudad. Encarnación estaba fascinada con la personalidad de ese hombre que la trataba como si ella fuera una princesa agitada y sin control. Intentaba, por momentos, quedarse quieta, no hablar, y frenar esa vehemencia como si fuera un juego de infantes. Encarnación, acalorada, se rendía ante los encantos de ese hombre que le daba un lugar de mujer que nadie le otorgaba por ser la menor de la familia.
Encarnación era vital, arrogante, extrovertida... Sabía cuál era el camino para escapar de MANUELA y eso la dejaba libre de pecado. No le gustaban los límites, pero sí las transgresiones. Sabía que tenía que buscar su destino fuera de los muros de su casa paterna y que ella, solamente ella, era artífice de ese camino, aunque su madre estuviera al acecho intentando acorralarla con sus temores. La libertad era peligrosa, la libertad estaba poblada de bestias... Encarnación no la escuchaba.
RETRATOS LITERARIOS
El silencioso GRITO de MANUELA
Encarnación era vital, arrogante, extrovertida... Sabía cuál era el camino para escapar de MANUELA y eso la dejaba libre de pecado. No le gustaban los límites, pero sí las transgresiones. Sabía que tenía que buscar su destino fuera de los muros de su casa paterna y que ella, solamente ella, era artífice de ese camino, aunque su madre estuviera al acecho intentando acorralarla con sus temores. La libertad era peligrosa, la libertad estaba poblada de bestias... Encarnación no la escuchaba.
RETRATOS LITERARIOS
El silencioso GRITO de MANUELA
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