‒Disculpe,
señora, estamos de paso. Solamente vinimos a saludarla y a decirle que no se
preocupe por las cosas del pasado. Que la amistad no se turbe por algún
obstáculo sin importancia.
‒Claro ‒dijo
su hijo que apareció, tímidamente, detrás de la figura enjuta de don Simón.
‒Pasen
a la casa ‒contestó doña Emma desganada porque temía que Felicitas volviera con
su mascarita a dar brincos en círculos dejando al descubierto su osadía de
siempre.
‒No,
gracias ‒dijo Raúl observando de reojo hacia la puerta.
‒Buenas…
‒¿Cómo
le va niña Felicitas?
‒Bien,
don Simón. Le vuelvo a pedir disculpas por lo ocurrido aquella noche‒contestó y
miró a Raúl de una manera extraña: pícara, curiosa y cómplice.
‒No
se preocupe, está olvidado. Hasta pronto.
‒Adiós.
Doña
Emma ya no entendía nada. Vio a su hija mirar de costado, como escondiéndose,
al hijo de don Simón o le parecía a ella.
‒¿Qué
estás planeando?
‒¿Por qué?
‒A
mí no me engañas. Esos ojos brillantes, esa mirada… ¡Vamos que soy tu madre y
te conozco bien!
‒Nada,
son cosas mías.
Felicitas
no quería admitir que Raúl le resultaba un hombre apuesto y educado. Lo imaginó
peor aquella noche. Él le enviaba cartas a través de Jeremías, ella le
respondía a escondidas de la familia. ¿Quizá, se estaba enamorando?
Atilio
llegó al galope con su caballo percherón y encontró a doña Emma acomodando un
baúl con trastos de cuando sus hijos eran niños.
‒Veo
que la tierra está sufrida. La sequía es el verdadero riesgo; se ve que hace
mucho que no llueve.
‒Como tres meses después de una inundación que casi se lleva toda la cosecha ‒contestó doña Emma‒. Tú sabes que yo lo que sé del campo me lo cuenta Gabino, el administrador. Los papeles se los pides a él.
‒Los
chacareros somos tercos como mulas y si en un año el tiempo nos castiga, al
otro le damos batalla.
‒Así
me gusta, hijo. La gente que siente pasión por la tierra da hasta lo que no
tiene por el amor al suelo. No sabe de vacaciones, ni de Navidad… Es fiel, como
lo fueron nuestros queridos antepasados.
Una
mirada negra, indígena, parecía observarlo todo desde la historia. Era como el
reflejo de una fogata que llegaba a través de las aguas de un río.
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