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Buenas y Santas... (Cap 5 Mariano Pelayo 2da parte)

 


‒La encontré en el camino que va hacia la media legua; estaba desmayada y tenía un golpe en la cabeza. Se ve que se cayó del caballo, no creo que nadie la haya atacado.

‒¿Quién es usted?

‒Mariano Pelayo, de la estancia El Madrigal.

‒No conozco ese lugar, tampoco he escuchado hablar de su familia. ¿Dónde pasó la noche Felicitas?‒preguntó doña Emma con un deseo corrosivo de indagar en los pormenores de aquel rescate. No pensaba, por el momento, en darle las gracias.

Felicitas, de pie junto a Bernardino, observaba a Mariano Pelayo de una manera extraña. No había gratitud en sus ojos. Él también la retenía con aquella mirada azul y cómplice.

‒Él es el fiel caballero que te adora sin conocerte ‒dijo Felicitas como afiebrada.

‒¡Qué dice esta inconsciente! ‒contestó doña Emma que estaba perdiendo la paciencia y que se había olvidado del dolor por la ausencia de su hija.

‒Pase a la casa que tenemos que hablar ‒le dijo Atilio a Mariano Pelayo quien permanecía pálido y tembloroso como si ocultara un mal mayor, un secreto inconfesable.

‒No, gracias.

‒¡Pase! ‒dijo Bernardino elevando la voz mientras Antonio escapaba detrás de los galpones de los carros, abatido por un sentimiento descontrolado.

‒¿Qué le pasa al capataz?

‒Nada, seguro que está ofendido.

‒Quiero que nos cuente bien cómo sucedieron los hechos ‒dijo Atilio‒. Necesitamos saber qué ocurrió con nuestra hermana. ¿Comprende?



‒Bueno…‒contestó Mariano Pelayo con cierto temblor en la voz‒. Pasé con mi caballo al borde del camposanto  y sentí cierto resquemor: los difuntos, la luz mala, las ánimas me atemorizan ciertamente más que los encuentros posibles en los parajes desiertos. Al cruzar una calle espanté a un caballo desbocado que iba sin rumbo. No tenía jinete, eso me confundió… Me acomodé el poncho y seguí un poco más adelante. Allí, en un zanjón, estaba ella. No se movía, parecía golpeada. Quise hablarle pero no respondía, entonces la subí al caballo y la llevé a mi estancia para hacerle las curaciones.

‒¡Qué irresponsable! ¿Cómo no la trajo a la casa?

‒Y si no hablaba…

‒¿Y en su estancia qué pasó? ¿Quiénes viven con usted?

‒Mis padres y mi hermano Prudencio, pero ellos ahora están de viaje.

‒¡Quiere decir que Felicitas pasó la noche con usted!‒dijo doña Emma fuera de sí.

‒Sí, señora ‒contestó Mariano apoyándose contra la pared mientras todos lo miraban dispuestos a arráncarle los ojos si fuera preciso, pero se quedaron en silencio absortos y pensativos.

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BUENAS Y SANTAS...
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Personajes de Novela: Felicitas
Origen del saludo Buenas y Santas...

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